Y aunque esta verdad pueda doler
Tengo que decirlo sin complacer
Pero, si ofendo, pido perdón
No quiero ser como vos
(Cuando sea grande-Cuarteto de Nos)

A los 14, 15 o qué sé yo con cuántos años fue la primera vez que escuché hablar a mis padres sobre quién sería una novia ideal. Entonces, sus patrones eran diferentes a los míos. O más complejos.

Ellos me hablaban de que fuera de buena familia, estudiosa como yo, con proyecciones en la vida, con lo que se le dice “futuro”. Ese criterio era el que sostenía la familia completa. Yo, que apenas descubría el amor, quería enamorarme y punto. Sin importarme quién sería mi suegra, si sabía resolver problemas de 3 con 3 o a qué se dedicaría en el mañana.

Fue ese instante, sin asumirlo, cuando comencé a entender que no quería ser como mis padres. Y 10 años después, ahora, es que comienzo a entender esto: no les fallo por eso, no dejo de amar como se ama a unos padres ni desecharé todo lo bueno que me inculcaron. Sé que como hijo será imposible corresponderles y que eso no les importa tanto. Para un solo hijo han sido demasiado padres.

Pero cierto es que le encuentro razón a Buena Fe cuando canta: Gracias, viejo, tanto me diste/ Algo se irá conmigo hasta la muerte/ Otras no correrán la misma suerte/ Porque hubo cosas donde te perdiste…

Hubo cosas donde te perdiste, viejo: las tantas veces que repetiste que los hombrecitos no lloran. Las tantas veces que repetiste que los tatuajes eran para los delincuentes. Las tantas veces que repetiste, como un chiste: “Es mejor ser carga bates de Industriales que cuarto bate de Guantánamo”.

Quizás sea injusto en culpar a mis padres o únicamente a mis padres. Quizás antes no me refería a mis padres o únicamente a mis padres. Mis padres, en realidad, pueden ser mis tíos, mis maestros, tus padres. Es una parábola para decir que no quiero reproducir estereotipos negativos ni heredar algunos valores de generaciones anteriores. No se me malinterprete, yo tampoco asumiré que mi generación es mejor que la anterior o que la siguiente.

Lo rescatable siempre será lo que cada una nos aportó a la superación personal.

Domingo tras domingo, sobre las 9:00 de la noche, frente a la teleserie Calendario, con guion de Amílcar Salatti y dirigida por Magda González Grau, intento observar las reacciones de mis padres ante las situaciones dramatizadas. Lo hago para saber, según sus expresiones extra verbales, con qué historias, con qué personajes se identifican. Si ellos conectan con el profesor de Matemáticas, entonces yo conecto con Amalia. Y así. Cuando acaba el capítulo debatimos y confirmo.

Precisamente, en uno de las recientes entregas de la tercera temporada, la profe Amalia les pidió a los alumnos del preuniversitario que escribieran en las boletas por cuales carreras optarían. Esas escenas me devolvieron a otras en el comedor de mi casa.

Mis padres querían que yo fuera médico. Y elevaron el valor social y humano de la Medicina hasta los lugares que merece. Y me dijeron lo bien que me quedaría una bata blanca y que me llamaran Dr. Puyol. Fueron hasta las últimas consecuencias con fuertes elementos: “quien estudia Medicina no pierde un año en el Servicio Militar” y “los médicos tienen oportunidades diferentes y son mejor remunerados que los periodistas”.

Al final, aquí estoy, exponiéndolos burdamente en este periódico. El consejo, errado o no, que daré a mis futuros hijos es que estudien lo que les venga en gana, por lo que sientan vocación. Lo importante, de verdad, es que sean buenas personas y felices, las dos profesiones más difíciles de este mundo. ¡¿Qué más?!

Yo no quiero ser como mis padres. Y tampoco quiero que mis futuros hijos sean como yo. No se trata de eso. Aunque ojalá, por lo menos, seamos, mis hijos y yo, la mitad de excepcionales que son mis padres como hijos y también como padres.

QOSHE - No quiero ser como mis padres - Arley Puyol Álvarez
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No quiero ser como mis padres

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26.04.2024

Y aunque esta verdad pueda doler
Tengo que decirlo sin complacer
Pero, si ofendo, pido perdón
No quiero ser como vos
(Cuando sea grande-Cuarteto de Nos)

A los 14, 15 o qué sé yo con cuántos años fue la primera vez que escuché hablar a mis padres sobre quién sería una novia ideal. Entonces, sus patrones eran diferentes a los míos. O más complejos.

Ellos me hablaban de que fuera de buena familia, estudiosa como yo, con proyecciones en la vida, con lo que se le dice “futuro”. Ese criterio era el que sostenía la familia completa. Yo, que apenas descubría el amor, quería enamorarme y punto. Sin importarme quién sería mi suegra, si sabía resolver problemas de 3 con 3 o a qué se dedicaría en el mañana.

Fue ese instante, sin asumirlo, cuando comencé a entender que no quería ser como mis padres. Y 10 años después, ahora, es que comienzo a entender esto: no les fallo por eso, no dejo de amar como se ama a unos padres ni desecharé todo lo........

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