La necesidad ha obligado a apagar el alumbrado público en horarios pico, pero eso incrementa el riesgo de un accidente en la vía

Sentí un aire cálido que despeinó mis piernas. Repentinamente, las manos me temblaron y empezaron a sudar. El área testicular creí que la iba a expulsar por la boca. Todo eso en cuestiones de segundos… quizás ni tanto. No sé cómo estoy haciendo el cuento.

Dejé sonar el móvil porque sabía quién llamaba y qué quería. Estaba apurado y tenía la preferencial. Iba en mi bicicleta creyéndome que competía en el Tour de Francia o la Vuelta a Cuba, mínimo. De pronto, el carro que estaba detenido en la intercepción arrancó. Escuché el frenazo inmediato y vi las luces arriba de mí. Vi la muerte arriba de mí y la vida la escuché en el frenazo. “¿De dónde saliste, asere?"..., fue la pregunta retórica. "Disculpa ahí”, asumió al final con voz de hombre joven ahora tranquila en apariencia.

A la primera persona que le hice la relatoría cuando llegué a mi destino me “consoló” con una historia en la vía. Era de noche también. Andaba en motorina con su madre por el centro de la ciudad. Las luces de otra motorina lo encandilaron. No supo del bache hasta que los derribó. La caída, “gracias a Dios", no fue más que una pequeña luxación en la mano derecha de él y par de rasguños en ambos, para mayor credibilidad de la anécdota.

Apagar el alumbrado público contribuye, a veces, a que haya luz en las casas. Es una medida aplicada para que el déficit de generación de electricidad afecte lo menos posible las actividades domésticas. Ante la crisis de combustible es muy probable que la población, de forma general, valide esta idea. Solo la cuestiona quien, una noche cualquiera, “aterriza” desde una bicicleta en el pavimento oscuro.

Las absurdas “soluciones” que analizamos en aquella conversación en la que narraba mi casi accidente fueron no salir de noche, salvo si fuera realmente necesario, y, en ese caso, ir por calles de las que conociéramos las señales, los baches y demás peligros que pudieran presentarse. Va siendo un ejercicio inmejorable para el Alzheimer memorizar cada hueco en el suelo en el trayecto a casa.

Muchos tal vez han tenido que adoptar esa posición en medio del deteriorado estado de las calles. A mediados de año, Invasor informaba que el 75 por ciento de los viales de interés municipal y provincial (1309 kilómetros en total) en estaban en regular o mal estado.

En ese entonces, Nodelsa Viñas Oramas, subdirectora de inversiones de la Unidad Presupuestaria Inversionista Predaplén Sur, adscrita al Gobierno, refería que la asignación aprobada para 2023 de hormigón asfáltico caliente era apenas 3000 toneladas (t), que equivalían a un kilómetro y tanto de pavimentación. Las toneladas de asfalto frío eran el doble, pero también insuficientes para lograr modificaciones significativas.

Ahora que recién cambió la hora y la luz solar dura menos es difícil que no sorprenda la Luna sobre los pedales. Quienes no conocen mentalmente el mapa de baches y tampoco quieren ir a tientas, procurando no caer, toman el móvil en mano y encienden la linterna. Esa es una violación “justificada” que no permite, obviamente, en primer lugar, el buen agarre del timón, como a la vez distrae al ciclista en su intento porque el teléfono no vaya a resbalársele.

Estas y otro sinnúmero de infracciones cometidas usualmente en la vía y que Invasor ha repasado en otras ocasiones forman parte de las elevadas cifras de accidentes en la provincia. El reportaje No hay mundo para la urgencia que publicó este periódico a fines de septiembre mostraba datos de la Comisión Provincial de Seguridad Vial durante los meses de enero a agosto: 179 accidentes, con un saldo de 19 fallecidos, 97 lesionados y un millón 239 500.00 pesos por pérdidas materiales.

Sí, nosotros corrimos con un poco de suerte. Pudimos hacer el cuento y hasta que causara cierta gracia en confianza. Pero la oscuridad en la vía, a la que estamos “acostumbrados”, incluso en las más transitadas, es un problema de bastante seriedad.

QOSHE - Vías oscuras - Arley Puyol Álvarez
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Vías oscuras

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15.12.2023

La necesidad ha obligado a apagar el alumbrado público en horarios pico, pero eso incrementa el riesgo de un accidente en la vía

Sentí un aire cálido que despeinó mis piernas. Repentinamente, las manos me temblaron y empezaron a sudar. El área testicular creí que la iba a expulsar por la boca. Todo eso en cuestiones de segundos… quizás ni tanto. No sé cómo estoy haciendo el cuento.

Dejé sonar el móvil porque sabía quién llamaba y qué quería. Estaba apurado y tenía la preferencial. Iba en mi bicicleta creyéndome que competía en el Tour de Francia o la Vuelta a Cuba, mínimo. De pronto, el carro que estaba detenido en la intercepción arrancó. Escuché el frenazo inmediato y vi las luces arriba de mí. Vi la muerte arriba de mí y la vida la escuché en el frenazo. “¿De dónde saliste, asere?"..., fue la pregunta retórica. "Disculpa ahí”, asumió al final con voz de hombre joven ahora tranquila en apariencia.

A la primera persona que le hice la relatoría cuando llegué a mi destino me........

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