Es conocido que algunos, por su propia condición, se niegan a estar albergados, o se escapan del lugar, y a otros, la familia los ha despojado de sus bienes y les ha dado la espalda, pero el abandono a su suerte no será nunca la solución en un país que se precia de su carácter humanista y solidario

Sparklestroke/Canva La ciudad los acoge y también los expone al escarnio público y, como a la basura que se acumula en muchas de sus esquinas, los muestra sin ningún pudor, malolientes, haraposos, con chinches, piojos y llagas. Aunque esquivemos la mirada, o pasemos a su lado sin sonrojo, están ahí como un dedo acusador sobre la conciencia social.

Decididamente la calle no es sitio para ellos, ni los portales de los centros comerciales, ni los parques o terminales de ómnibus y ferrocarriles. No es agradable verlos merodear en lugares públicos, escarbar en la basura, recoger desperdicios o pedir alguna moneda para comer. Pero ellos se acomodan donde pueden, sin otro amparo que la calle.

Detrás de cada una de estas personas con conducta deambulante, en estado de mendicidad, hay una historia de abandono de la propia familia, alcoholismo, enfermedad mental, depresión o discapacidad que los fue segregando hasta convertirlos en lo que son al día de hoy.

Han sido múltiples los intentos del Estado cubano a lo largo de los años por darle una solución sostenible a esta problemática, sin embargo, la realidad demuestra que el tema no está resuelto.

Los más viejos recordamos aquellos años de florecimiento del turismo cuando, atraídos por la bonanza económica del territorio, se incrementó la presencia de menesterosos en las calles de la ciudad. Siempre que se intentó devolverlos a sus lugares de origen, previa coordinación con las provincias, ellos no tardaban en retornar.

Más cercano en el tiempo, durante la pandemia de COVID-19, se acondicionó en el inmueble que ocupaba el politécnico Armando Mestre un centro de atención social, para la protección de personas vulnerables, sin amparo familiar, que deambulaban por las calles de la ciudad de Ciego de Ávila, el cual llegó a albergar a unos 30 individuos.

Hoy el problema no es exclusivo del territorio avileño y el propio Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, ha presidido en varias ocasiones el chequeo al Programa de Prevención, Asistencia y Trabajo Social, que pone especial énfasis en el funcionamiento de los Centros de Protección Social para la Atención a las Personas con Conducta Deambulante.

En concordancia con esa política, la provincia ha trabajado en la construcción y habilitación de una instalación con el objetivo de ofrecerles asistencia médica y garantizar la reinserción al medio social y familiar.

Acerca de ello, Invasor daba a conocer el 25 de julio del 2023, entre las obras terminadas como saludo al día de la Rebeldía Nacional, que “el Centro de Atención a Personas con Conducta Deambulante, donde recibirán la asistencia médica pertinente y tendrán las condiciones creadas de aseo, alimentación y descanso, a cargo inicialmente de una veintena de trabajadores de servicios”.

Se aclaraba entonces que la Comisión de Prevención, integrada por fuerzas del Ministerio del Interior, Salud Pública, la Dirección de Trabajo y Seguridad Social, entre otras, sería la encargada de identificar cuáles son los lugares habituales de permanencia de estas personas y de cumplir el protocolo de recogida.

Y se insistía en que el objetivo era analizar el estado de cada una y decidir el traslado en un plazo no muy extenso hacia otras instituciones asistenciales, según lo requieran.

El 28 de septiembre último el medio de prensa volvía sobre el tema, a partir de una reunión de trabajo de la Comisión provincial y planteaba entonces:

“A la espera de su aprobación, el centro, ubicado en antiguas instalaciones del Instituto Politécnico Armando Mestre, ya funciona como destino temporal para personas con conducta deambulante. Con capacidad para 16 individuos, actualmente se atienden allí seis.”

Casi cuatro meses después, como el dinosaurio en el cuento de Monterroso, los indigentes siguen ahí, en el mismísimo bulevar de la ciudad: algunos en estado deprimente, acostados en los portales, acompañados de alguna estampa religiosa, otro moviéndose continuamente por los lugares más diversos, con una lata en la mano, solicitando ayuda y aquel más allá, de conducta agresiva, propinando golpes a todo el que se cruza en su camino.

Es conocido que algunos, por su propia condición, se niegan a estar albergados, o se escapan del lugar, y a otros, la familia los ha despojado de sus bienes y les ha dado la espalda, pero el abandono a su suerte no será nunca la solución en un país que se precia de su carácter humanista y solidario.

• Hace una década, esta era la situación con las personas con conducta deambulante en la provincia

Deambulantes: un asunto mayor

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Hijos de la calle

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16.01.2024

Es conocido que algunos, por su propia condición, se niegan a estar albergados, o se escapan del lugar, y a otros, la familia los ha despojado de sus bienes y les ha dado la espalda, pero el abandono a su suerte no será nunca la solución en un país que se precia de su carácter humanista y solidario

Sparklestroke/Canva La ciudad los acoge y también los expone al escarnio público y, como a la basura que se acumula en muchas de sus esquinas, los muestra sin ningún pudor, malolientes, haraposos, con chinches, piojos y llagas. Aunque esquivemos la mirada, o pasemos a su lado sin sonrojo, están ahí como un dedo acusador sobre la conciencia social.

Decididamente la calle no es sitio para ellos, ni los portales de los centros comerciales, ni los parques o terminales de ómnibus y ferrocarriles. No es agradable verlos merodear en lugares públicos, escarbar en la basura, recoger desperdicios o pedir alguna moneda para comer. Pero ellos se acomodan donde pueden, sin otro amparo que la calle.

Detrás de cada una de estas personas con conducta deambulante, en estado de mendicidad, hay una historia de abandono de la propia familia, alcoholismo, enfermedad mental, depresión o discapacidad que los fue segregando hasta convertirlos en lo........

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