A casi 48 horas, aún no olvida el «susto». Su vida, como en las películas, pasó ante sus ojos en un santiamén. Sintió rabia, ganas de gritar... y gritó. Pero el chofer del carro aquel ya estaba a varias cuadras de distancia y no pudo escucharlo. Cuando llegó al punto de encuentro, noté en su rostro la mezcla de ira y de temor. Podía no haber llegado nunca a su destino.

«No me imaginé algo así. Yo estaba esperando la luz verde y siempre aguardo unos segundos antes de echar a andar al verla, pero aquel desgraciado ignoró la luz roja de su semáforo y pasó a menos de un milímetro de mí. Suerte que mis frenos están en buen estado... Si no, no pudiera hacerte el cuento».

¿Qué necesidad tuvo el indisciplinado de violar la elemental norma de tránsito? Por muy apurado que estuviera, no puede haber sido tan insensato de no pensar en las consecuencias para otros y para él mismo, de no respetar la luz que le obliga a esperar su turno de desplazamiento. ¿Cuántos no ignoran las leyes en la calle? ¿Cuántos no andan por ahí a exceso de velocidad, ingiriendo bebidas alcohólicas, haciendo caso omiso de las señales de Pare o Ceda el Paso o incumpliendo los requisitos técnicos requeridos para circular? Sí, porque si los frenos no estuvieran en buen estado de funcionamiento, no se hubiera salvado. Y ya sabemos que no siempre las condiciones técnicas del vehículo son las mejores, aunque la pegatina del «somatón» vencida se exhiba en el parabrisas.

Lo preocupante es que aquel conductor desesperado seguro siguió su camino «llevándose las rojas», pero prefiero pensar que no hubo víctimas de su conducta temeraria.

Recientemente las autoridades de la Dirección Nacional de Tránsito revelaron que el 91 por ciento de los siniestros en la vía el año pasado tienen al factor humano como causa, ya sea por parte de conductores o peatones, porque cuando estamos en el rol de estos últimos, también descuidamos nuestro actuar y asumimos que solo quienes van al timón son los que tienen que hacer las cosas bien.

Insto a la cordura una vez más. A todos. Aumenta el número de personas conduciendo ciclomotores o triciclos eléctricos y no siempre la cortesía vial puede permitirse el lujo de «resolver» cualquier contratiempo.

La vida, en un minuto, puede perderse, reza el refrán. Sin embargo, no se piensa con tal madurez en todas las ocasiones cuando transitamos por las calles. La cifra de fallecidos y lesionados sigue engrosando informes, y ello trae aparejado a familias enteras sumidas en la tristeza.

Por suerte, él llegó a tiempo a nuestro encuentro. Pero no puede olvidar aquel instante que, por milésimas de segundos, pudo haber sido fatídico debido a la irresponsabilidad de quien, tal vez, ni pensó en el abrazo que un padre deseaba darle a su hijo al llegar a casa.

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QOSHE - El «susto» que arrebata abrazos - Ana María Domínguez Cruz
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El «susto» que arrebata abrazos

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19.01.2024

A casi 48 horas, aún no olvida el «susto». Su vida, como en las películas, pasó ante sus ojos en un santiamén. Sintió rabia, ganas de gritar... y gritó. Pero el chofer del carro aquel ya estaba a varias cuadras de distancia y no pudo escucharlo. Cuando llegó al punto de encuentro, noté en su rostro la mezcla de ira y de temor. Podía no haber llegado nunca a su destino.

«No me imaginé algo así. Yo estaba esperando la luz verde y siempre aguardo unos segundos antes de echar a andar al verla, pero aquel desgraciado ignoró la luz roja de su semáforo y pasó a menos de un milímetro de mí. Suerte que mis frenos están en buen estado... Si no, no pudiera hacerte el cuento».

¿Qué necesidad tuvo el........

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