La truculenta foto de Pedro Sánchez en el Valle de los Caídos podría ser la portada de cualquier libro sobre la ley de memoria histórica o democrática. La imagen sugiere todo lo que la norma pretende: oscuridad, silencio, impostura, mentira, miedo, venganza y amenaza; con el presidente del Gobierno del Reino de España travestido del carnicero emocional que es. El Jack el Destripador de la sociedad española, feliz de trocearla, cuanto más mejor, para poder utilizar sus pedazos a su conveniencia y disfrute.

La ley de memoria, primero histórica, luego democrática, y que en el futuro será el ojo de la aguja ultrademocrática apta para muy pocos, no tiene otro objeto que delimitar quién es bueno y quién es malo. Terrorífica partición de los españoles barnizada de supuestos nuevos derechos para los familiares de las víctimas de un solo bando que, según esta ley, por fin podrán enterrar a sus abuelos o bisabuelos con dignidad. Otra enorme mentira para desinformados que presenta esto como novedad, pues ya tenían desde hacía décadas ese derecho. Una lástima que la mala fortuna haya acompañado a estos garantes del bien que no hacen más que encontrarse restos de víctimas nacionales represaliadas por el terror rojo para sorpresa de todos aquellos ingenuos que piensan que en la guerra sólo murieron ‘los buenos’. Sus buenos.

La ley parte del supuesto mentiroso de que la II República fue un periodo de paz y amor, el paraíso terrenal, sólo empañado por la presencia de la siempre inoportuna derecha empeñada en existir. ¿Por qué la gente se empeña en pensar lo que le da la gana? Para corregir esta eterna desviación humana surge esta norma, una versión única de la historia que emana de las instituciones y que debiera haber llevado por título «prohibido pensar».

La idea de fondo es muy simple: todo aquel que se opuso a Franco era democrático. Y todo lo que hizo la izquierda y el separatismo –binomio indisoluble por alguna extraña razón– fue bueno. Desde la revolución del 34, pasando por el golpe de Companys, que el propio gobierno republicano reprimió con dureza, los miles de asesinatos contra católicos silenciados en la actualidad como si jamás hubieran existido, hasta llegar a ETA, cuyo blanqueamiento ha llegado al punto de considerar fascista y rencoroso a todo aquel que exige justicia, reparación e investigación de los más de trescientos asesinatos sin resolver, mientras se toleran los homenajes a los asesinos como héroes en sus pueblos. ETA ha sido una especie de Robin Hood de la democracia. Y sobre este relato grotesco y embustero se nos exige a los españoles, so pena de ser apartados, cancelados y sometidos a llevar a perpetuidad el sambenito del fascismo, una total sumisión acrítica. Parece que el tarro de las esencias democráticas sólo ha sido derramado sobre la izquierda. El resto somos parias, ni siquiera contrarios discrepantes dignos de una discusión académica fecunda y constructiva. No. Ciudadanos de cuarta a los que no hay que tener en consideración.

Como es lógico, una visión pueril de la historia impuesta e inventada tan fácil de ser desmontada con documentación, incluso obtenida de republicanos de pro como Alcalá Zamora, Lerroux, Azaña, Campoamor y podríamos seguir, no sobreviviría a media hora de debate serio. Por todo esto, es mucho más sencillo legislar el pensamiento. Erradicar de las mentes todo ánimo de tener una opinión propia y fundada, toda ansia de estudio personal y búsqueda de la verdad, sustituyéndolo por el encefalograma plano de una exposición de motivos.

Por desgracia, el periodo de ZP, seguido por la perniciosa desidia de Rajoy, incapaz de hacer frente a esta atrocidad cuyos frutos recogemos hoy, y el incalificable –quiero decir sin pasar por la cárcel– Sánchez, han convertido estos últimos veinte años en el previo de lo más parecido al infierno: un conjunto de todos los males sin mezcla de bien alguno. Y digo previo porque no es posible olvidar las palabras de Sánchez: «Largo Caballero actuó como queremos actuar nosotros». ¿Qué nos queda por ver?

No hay nada más irresponsable y letal que jugar con la memoria de nuestros abuelos porque todos tenemos dos para tirarnos a la cabeza. Ellos jamás lo hubieran querido. Si una guerra es dramática, una guerra civil lo es más. Sólo se puede manosear algo tan terrible por dos razones: por ignorancia total, en cuyo caso no se está cualificado para gobernar un país por imbécil, o por extrema maldad. Cada uno que saque sus conclusiones.

Las leyes de memoria democrática que proliferan por la geografía española, además de la nacional, deben ser derogadas sin ser sustituidas por ninguna otra ley. Volvamos a la libertad de pensar, estudiar, opinar, perdonar y olvidar. Ahora bien, revertir tanto mal será muy complicado, aunque no imposible.

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QOSHE - El carnicero emocional - Carmen Álvarez Vela
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El carnicero emocional

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06.04.2024

La truculenta foto de Pedro Sánchez en el Valle de los Caídos podría ser la portada de cualquier libro sobre la ley de memoria histórica o democrática. La imagen sugiere todo lo que la norma pretende: oscuridad, silencio, impostura, mentira, miedo, venganza y amenaza; con el presidente del Gobierno del Reino de España travestido del carnicero emocional que es. El Jack el Destripador de la sociedad española, feliz de trocearla, cuanto más mejor, para poder utilizar sus pedazos a su conveniencia y disfrute.

La ley de memoria, primero histórica, luego democrática, y que en el futuro será el ojo de la aguja ultrademocrática apta para muy pocos, no tiene otro objeto que delimitar quién es bueno y quién es malo. Terrorífica partición de los españoles barnizada de supuestos nuevos derechos para los familiares de las víctimas de un solo bando que, según esta ley, por fin podrán enterrar a sus abuelos o bisabuelos con dignidad. Otra enorme mentira para desinformados que presenta esto como novedad, pues ya tenían desde hacía décadas ese derecho. Una lástima que la mala fortuna haya acompañado a estos garantes del bien que no hacen más que encontrarse restos de víctimas nacionales represaliadas por el terror rojo........

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