Tranquilos, no seamos iguales que ellos. Eso les dicen a los bilbaínos que rodean la sede de Herri Batasuna en julio del 97. Hombres y algunas mujeres, casi todos de mediana edad y a cara descubierta, amagan con asaltar la sede del brazo político de ETA. La ertzaintza protege el edificio. Una masa enfurecida, harta de que la clase política ponga el piloto automático después de cada atentado (manos blancas, la unidad de los demócratas…), expresa a gritos el sentimiento de millones de españoles: «¡En sus caras queremos ver el miedo!».

ETA acaba de asesinar a Miguel Ángel Blanco y la paciencia de los españoles se agota tras décadas de terrorismo separatista. Es un hartazgo nuevo porque, aunque sólo va dirigido contra los terroristas y sus cómplices, quienes de verdad quedan retratados son aquellos que impiden cualquier reacción.

Los interesados en neutralizar esa furia espontánea mienten en lo esencial: no es verdad que quienes rodean la sede batasuna sean iguales que los etarras, aquí no hay tiros en la nuca, ni encapuchados, ni bombas lapa. No hay violencia, acaso una levísima alteración del orden público, pero la advertencia queda dicha. Nada de articular una reacción que no sea a través de los canales oficiales, o sea, los partidos políticos que nos hemos dado.

El paso de los años muestra la cruda realidad: no es que no se puedan usar las mismas armas, es que no se puede ninguna. Por eso los gritos que no merecen reproche alguno apelan a agachar la cabeza camino del matadero. «ETA, escucha, aquí tienes mi nuca», cantan otros vizcaínos. Y así hasta que el pistolero decide que matar ya no es rentable.

Ese verano deja claro —por si había dudas— que el separatismo es parte esencial del sistema, no es casual la insistencia del poder en distinguir a nacionalistas violentos (Batasuna-ETA) de los pacíficos (PNV). Sólo merecen condena los medios empleados (la violencia) pero no los fines (la independencia), por eso hoy el PSOE califica de progresista a Bildu y le entrega el ayuntamiento de Pamplona. Matar está mal, pero romper España es legítimo.

Con Bildu plenamente integrado en Madrid y preparando la anexión vasca de Navarra, hay que buscar a los verdaderos antisistema. Pedro J. pide la exclusión de VOX de la vida pública el día en que su periódico saluda al nuevo candidato de Bildu a las elecciones vascas como un «virtuoso del piano que tocará para Otegui la nueva melodía». Un día antes acude a la presentación del libro de Sánchez y es imposible distinguirle de los 14 ministros presentes: él va como responsable de la propaganda.

Este bochorno —el de Pamplona, no el de Pedro J— no se lo merece nadie, dice Feijoo, que lamenta que el PSOE le haya vuelto a engañar justo 24 horas después de repartirse con ellos las comisiones del Congreso. El gallego lleva en política desde 1996 y advierte que ya va conociendo la catadura moral de los socialistas, algo así como la mujer maltratada al marido que le pega desde el primer día y le promete que es la última vez que le pone el ojo morado. Ella le cree, porque le ha dicho que le ama, así que no va a la policía. Hasta la próxima.

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Mujer maltratada

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16.12.2023

Tranquilos, no seamos iguales que ellos. Eso les dicen a los bilbaínos que rodean la sede de Herri Batasuna en julio del 97. Hombres y algunas mujeres, casi todos de mediana edad y a cara descubierta, amagan con asaltar la sede del brazo político de ETA. La ertzaintza protege el edificio. Una masa enfurecida, harta de que la clase política ponga el piloto automático después de cada atentado (manos blancas, la unidad de los demócratas…), expresa a gritos el sentimiento de millones de españoles: «¡En sus caras queremos ver el miedo!».

ETA acaba de asesinar a Miguel Ángel Blanco y la paciencia de los españoles se agota tras décadas de terrorismo separatista. Es un hartazgo nuevo porque, aunque sólo va dirigido contra los terroristas y sus cómplices, quienes de verdad quedan retratados son aquellos........

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