Con el desastre económico de la actual gestión como marco y una dramática carencia de propuestas, el peronismo quiso retener el poder en la Argentina sembrando miedo por su contrincante, el libertario Javier Milei. Asustaron con la privatización de casi todo, en un país donde el largo brazo del estado llega a los rincones más recónditos de la vida de los individuos. Asustaron con pérdida de derechos, reducción de subsidios y recorte de gastos, suba de tarifas y cambio de reglas de juego. El lobo feroz acechaba.

Sin embargo, el miedo no alcanzó, lo que demuestra que, a través de tantos años de gobierno, el peronismo perdió mucho más que el poder. Perdió el olfato que lo caracterizaba para detectar con habilidad para dónde soplaban los vientos de las preferencias populares; y perdió eltiming porque, pese a los vaivenes, siempre había mostrado una capacidad de supervivencia asombrosa. En esta oportunidad, le falló; el discurso populista, la dádiva, el proselitismo y la amenaza no dieron resultado. Esos rehenes de antaño se le independizaron y votaron por el cambio. No percibieron el enojo profundo y terminal de su núcleo duro. Y Tampoco vieron venir a quien supo entenderlos y representar sus reclamos.

Hace apenas tres meses, las internas planteaban un escenario de tres tercios casi exactos divididos entre el macrismo, el kirchnersimo y Milei. La primera vuelta electoral reafirmó la tendencia; el oficialismo retuvo su tercio y la oposición consolidó los otros dos. Ayer, Javier Milei retuvo el 80% del voto macrista, que se había quedado fuera del ballotage y consolidó una excelente elección que le adjudicó más del 55% de los votos contra un deslucido 43% del oficialismo kirchnerista. Milei ganó 21 distritos sobre los 24 en los que divide el país. Arrasador.

Y, si bien es importante señalar el inmediato y explícito apoyo que recibió de Mauricio Macri y de la ex candidata del Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, hay que reconocerle el mérito de haber llegado solo hasta donde llegó. No es exagerado decir que es Macri quien se beneficia con el acercamiento al candidato triunfante pues lo vuelve a poner en escena, luego de su fracasada gestión.

Por estas horas, Argentina vive un inocultable clima de alivio. Después de décadas, se ha sacado de encima la mochila del peronismo rancio que gobernó y empobreció al país 31 años de 40, entre 1983 y hoy.

También cabe una enseñanza: desde la vuelta al sistema democrático en 1983, la Argentina se inclinó hasta el hastío hacia la izquierda no solamente desde el estado sino a través de las organizaciones no gubernamentales que tomaron enorme protagonismo. Intentaron anular la disidencia e implantar el pensamiento único. Sin embargo, la disconformidad con la política de la campana única estaba y, cuando se dieron las condiciones, asomó con fuerza.

El escenario es inédito y algo perturbador, por lo desconocido. El mismo Mauricio Macri, cuando exhortó a votar a Javier Milei, expresó que era «un salto al vacío» porque, a lo largo de la campaña, dio escasas certidumbres: la dolarización, el achicamiento del estado y un decidido giro ideológico que saca a la Argentina del polo de izquierdas en el que supo moverse las últimas décadas. Pero falta la letra chica en infinidad de temas no menos complejos y fundamentales que la economía que también deben ser abordados.

Las dudas sobre la futura gestión también se alimentan con la falta de experiencia de gobierno del flamante presidente electo y de sus principales colaboradores. El mismo empresariado lo mira con cierta desconfianza, acostumbrado a las administraciones afectas a las relaciones con el capital a veces demasiado cercanas y desprolijas.

Que su base electoral sea un 30% del electorado (lo que obtuvo en la primera vuelta electoral) no es, necesariamente, sinónimo de debilidad ni el principal de los escollos porque es mucha más la gente que quería un cambio. Para el caso, Néstor Kirchner asumió la presidencia con un 22%; el capital político se construye, pero sí requiere gobernabilidad inmediata para llevar a la práctica las profundas transformaciones que el país necesita y para eso sí hay premura.

Por eso, más que un acuerdo político, Javier Milei va a necesitar una coalición con los sectores de Juntos por el Cambio que aún responden a Mauricio Macri porque su decálogo de urgencias es imposible de obtener con la minoría con la que hoy cuenta en las Cámaras. Llevar a la práctica los cambios necesarios exige mayorías parlamentarias que solo se obtienen con consensos amplios. Ese es el primer gran desafío del presidente electo.

Mientras tanto, la Argentina hoy tiene un presidente y una vicepresidente fantasmas. A Alberto Fernández y Cristina Kirchner hace semanas que no se los ve y meses que no gestionan. El país se encuentra a la deriva. Que Javier Milei sea capaz de tomar el timón y darle un rumbo ya será un avance que la sociedad va a valorar luego de la gestión de un gobierno fallido que dejó una sociedad diezmada, llena de pobres y de exiliados.

Nuevas posibilidades se abren tras el resultado del comicio. El pueblo festejó en la calle hasta la madrugada porque renovó la esperanza. Sabe que le espera una tarea durísima por delante: la reconstrucción de un país arrasado. Pero también sabe que ha elegido el camino correcto y hoy la Argentina ha vuelto a sonreír y eso ya es una excelente noticia.

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Argentina: la ira le ganó al miedo

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20.11.2023

Con el desastre económico de la actual gestión como marco y una dramática carencia de propuestas, el peronismo quiso retener el poder en la Argentina sembrando miedo por su contrincante, el libertario Javier Milei. Asustaron con la privatización de casi todo, en un país donde el largo brazo del estado llega a los rincones más recónditos de la vida de los individuos. Asustaron con pérdida de derechos, reducción de subsidios y recorte de gastos, suba de tarifas y cambio de reglas de juego. El lobo feroz acechaba.

Sin embargo, el miedo no alcanzó, lo que demuestra que, a través de tantos años de gobierno, el peronismo perdió mucho más que el poder. Perdió el olfato que lo caracterizaba para detectar con habilidad para dónde soplaban los vientos de las preferencias populares; y perdió eltiming porque, pese a los vaivenes, siempre había mostrado una capacidad de supervivencia asombrosa. En esta oportunidad, le falló; el discurso populista, la dádiva, el proselitismo y la amenaza no dieron resultado. Esos rehenes de antaño se le independizaron y votaron por el cambio. No percibieron el enojo profundo y terminal de su núcleo duro. Y Tampoco vieron venir a quien supo entenderlos y representar sus reclamos.

Hace apenas tres meses, las internas planteaban un escenario de tres tercios casi exactos divididos entre el macrismo, el kirchnersimo y Milei. La primera vuelta........

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