Pero sólo hasta el Senado porque la Cámara Baja está en obras. No se vaya a creer nadie que de una vez ha cumplido su promesa de 2015 de dejar el Congreso en 18 meses. Cuando acaben las obras, él vuelve a ese escaño suyo que a este paso va a ser vitalicio. Yo pensaba que su grupo, ERC, era el peor de entre los independentistas catalanes. Ya hemos visto todos, con Pedro Sánchez a la cabeza, que no. Junts —los del forajido Puigdemont— decían este martes de los decretazos que finalmente no tumbaron, pero ni votaron, que en el Ejecutivo «quieren un trágala pero nosotros no somos ERC». «Nosotros somos todavía más delincuentes y más chantajistas», les faltó decir. Al final ERC y Bildu hacen como que no son socios permanentes del Gobierno, pero no engañan ya ni a los charnegos con complejo de colonos a los que Gabriel Rufián dice pertenecer muy orgulloso. Sufren con Sánchez cuando los herederos de Pujol los dejan colgados.

Si el espectáculo en el Congreso suele ser dantesco, cuando lo trasladan al Senado, que es mucho más feo, es incluso peor. Pero ver al Gobierno furibundo con el PP porque la «mayoría progresista salida de las urnas» ha resultado ser un poco minoría, no está pagado. Uno supera hasta el daño que hacen los trajes gris clarito de Rufián a la pupila —me fijé si era de tres botones y resultó que no, pero mi cerebro le añadía otro automáticamente— y la voz de pito del diputado ese de Bildu que pesa como 150 kilos al oído, con tal de ver al Ejecutivo cornudo y apaleado gracias a sus socios. Pensaba que los populares les iban a salvar los decretazos a los socialistas a última hora, pero me dio un gusto cubano confundirme y tenerme que tragar mis afirmaciones en público. Así sí. Casi ni me importó que dos de ellos no los dejara caer Junts por la forma en que lo hizo: después de obligar al PSOE a suplicarles en público a ellos, a Gamarra, a Belarra… Para que quede claro que el Gobierno del chulo Pedro Sánchez, necesita rogar a todos por todo para cada ley que quiera aprobar.

Yo que ya decidí a finales de 2023 hacerme aceleracionista —esperar que la situación empeore lo más rápido posible a ver si alguien aprende alguna lección—, sólo quiero ver a todas horas a gente disfrutando de lo votado. Y de lo traicionado. Que la secta de Pablo Iglesias le tumbe a Yolanda ‘Cobetes’ su reforma del subsidio de paro me da más alegría que ver al PP conseguir una mayoría absoluta. Pero bastante más. Por no decir que una cosa me da toda la alegría y la otra ninguna. Falta por ver qué le han prometido a los hermanos Dalton —AKA Junts— por su no votación ultrajante. La cosa puede ir desde tener el Prado la semana que viene en la Diagonal, hasta cederles a Bolaños en concubinato. Aunque parece que los tiros apuntan a las competencias de inmigración para empezar a expulsar a los árabes que primero importaron y ahora les molestan porque les quitan votos. Qué bien ser necesario para Sánchez para poder hacer cosas nazis sin que nadie te llame nazi.

La semana le está saliendo a Sánchez peor imposible. Si la legislatura va a ser así, ojalá la completen. Han intentado montar una campaña contra el PP gallego por los plastiquitos en el mar —otro Prestige— y oh, sorpresa, ha resultado ser culpa del muy inútil y muy idóneo para ser ministro de Su Persona, Óscar Puente.

Feijoo por una vez ha decidido no obedecer al PSOE mientras lo insultan —insisto en el tema porque sigo sorprendida—, se les revuelve el ‘colectivo trans’ contra la nueva ministra de Igualdad y las cosas ya sólo les salen en el Parlamento previo striptease —llamarlo bajada de pantalones se queda muy light— de todo el Consejo de Ministros y el presidente. Ay, qué justa y bonita es la vida a veces. Lo digo muy seria: si los próximos cuatro años van a ser una repetición de los últimos días, larga vida al Gobierno Sánchez.

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Y Rufián se fue del Congreso

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11.01.2024

Pero sólo hasta el Senado porque la Cámara Baja está en obras. No se vaya a creer nadie que de una vez ha cumplido su promesa de 2015 de dejar el Congreso en 18 meses. Cuando acaben las obras, él vuelve a ese escaño suyo que a este paso va a ser vitalicio. Yo pensaba que su grupo, ERC, era el peor de entre los independentistas catalanes. Ya hemos visto todos, con Pedro Sánchez a la cabeza, que no. Junts —los del forajido Puigdemont— decían este martes de los decretazos que finalmente no tumbaron, pero ni votaron, que en el Ejecutivo «quieren un trágala pero nosotros no somos ERC». «Nosotros somos todavía más delincuentes y más chantajistas», les faltó decir. Al final ERC y Bildu hacen como que no son socios permanentes del Gobierno, pero no engañan ya ni a los charnegos con complejo de colonos a los que Gabriel Rufián dice pertenecer muy orgulloso. Sufren con Sánchez cuando los herederos de Pujol los dejan colgados.

Si el espectáculo en el Congreso suele ser dantesco,........

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