Para la izquierda, el terrorismo, como el colesterol, puede ser bueno o malo. El bueno, por supuesto, es el que practican aquellos de cuyos votos depende el Gobierno de Sánchez. ¿Razón? Bruselas. Allí, el siniestro personaje que codirige España, del que destacados socialistas dicen que vive un «doloroso exilio», decide sobre todos nosotros, de quienes quiere independizarse sólo si le seguimos pagando los gastos. Puigdemont ordena, y el PSOE de Sánchez y Page acata. Y Gonzalo Boyé, un abogado que cumplió condena por colaborar con ETA en el secuestro de Emiliano Revilla y que también ha sido encausado por blanqueo de capitales del narco Sito Miñanco, redacta las nuevas leyes que aprueba el Congreso de los Diputados. Se dice rápido, ¿eh? Pues en esas estamos. La cuesta abajo es fácil, rápida, pero la recuperación, si llega, será muy dura.

Terrorismo bueno es la vía eslovena, que produjo 60 muertos y centenares de heridos, aquella por la que suspiraban Torra y su apreteu. Más de una vez hemos escuchado a los dirigentes indepes hablar de que había que poner muertos sobre la mesa. Y no hablaban de sí mismos, claro. Ojalá podamos leer algún día en qué consiste el terrorismo bueno, leve. Porque la definición siempre será la misma: «Dominación por el terror. Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos». ¿Los CDR no eran una banda organizada? ¿Las acciones urbanas de aquellos días en Cataluña fueron leves? ¿Lanzarle un adoquín en la cabeza a un policía e incapacitarlo de por vida es leve? ¿Cortar un aeropuerto? ¿Las calles ardiendo de Barcelona? ¿Una comisaría sitiada? ¿Cortar autopistas? ¿Apedrear a los mossos? ¿Impedir la salida a una secretaria judicial? Todo con el único propósito de romper España. ¿No atentaban contra los derechos humanos? Eso, ¿no es terrorismo?

El mismo Gobierno que denuncia día sí y día también el terrorismo machista, lingüístico, financiero o medioambiental no quiere reconocer al verdadero cuando lo tiene delante. Dos de sus ministros no han sido capaces de denunciar a Hamás. Porque podrán ser terroristas, pero son «mis terroristas». Los vascos hacen cola. Aspiran a la vía catalana. Ya sabemos que los presos etarras disfrutarán de más privilegios todavía. Ahora se redefinirá la kale borroka. Y «las peleas de bar».

Pero, ¿qué esperaban? Primero se ha beneficiado a sediciosos, malversadores y violadores. Ahora se está pactando la definición de terrorismo con los que lo practicaron. Tiene sentido. Tras el trato al nacionalismo y la ley trans, esto es sólo un paso más. El Gobierno que trabaja por la autodeterminación de naciones o de género permite ahora que sean los propios terroristas los que se definan. Autodeterminación de delito. Grave, leve, bueno o malo. Respetuoso o no con los derechos humanos.

Esta semana, las fuerzas de seguridad del Estado neutralizaban a un joven terrorista islámico. Menos mal que, como vaticinaba Houellebecq en su gran novela Sumisión, aquí no existe —todavía— un partido islamista. ¡Ay, sí Sánchez llega a necesitar sus votos!

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Colesterol

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28.01.2024

Para la izquierda, el terrorismo, como el colesterol, puede ser bueno o malo. El bueno, por supuesto, es el que practican aquellos de cuyos votos depende el Gobierno de Sánchez. ¿Razón? Bruselas. Allí, el siniestro personaje que codirige España, del que destacados socialistas dicen que vive un «doloroso exilio», decide sobre todos nosotros, de quienes quiere independizarse sólo si le seguimos pagando los gastos. Puigdemont ordena, y el PSOE de Sánchez y Page acata. Y Gonzalo Boyé, un abogado que cumplió condena por colaborar con ETA en el secuestro de Emiliano Revilla y que también ha sido encausado por blanqueo de capitales del narco Sito Miñanco, redacta las nuevas leyes que aprueba el Congreso de los Diputados. Se dice rápido, ¿eh? Pues en esas estamos. La cuesta abajo es fácil, rápida, pero la........

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