Un actor que conozco suele decir que prefiere perder un amigo a perder un chiste. A Francina le pasa lo mismo. Prefiere seguir destrozando la institución a dejar pasar la ocasión de hacer politiqueo del malo. Armengol no innova. Ella, como se decía de los dirigentes palestinos, nunca pierde la oportunidad de perder la oportunidad. Pero qué esperas de la mujer que impedía investigar los abusos a las menores mientras se metía cubatas entre pecho y espalda saltándose el confinamiento al que condenaba al común de los mortales.

Contra Franco vivíamos mejor, decían los progres al comenzar la democracia, decepcionados, sin la épica de salón a la que se habían acostumbrado. Encontraron la forma de solucionar eso: contra la ultraderecha viven de maravilla. Porque vale cualquier cosa. Puedes cometer los mayores atropellos, saltarte todo límite moral, y vivir del sistema como un rajá. Un par de conocidas cómicas lo explicaban. Ha ganado la izquierda, ¿qué más da la amnistía?, decía una, ¡seguirán las políticas progresistas!, celebraba. Te tienes que reír. Las políticas progresistas son esas que nos condenan al furgón de cola europeo. De ahí a ¿qué más da ilegalizar a los fachas?, o ¿qué más da fusilarlos?, no hay nada. Otra, reivindicaba la importancia de la cultura para frenar a la ultraderecha. Acojonante. Porque la ultraderecha, excepto si es vasca o catalana, es todo el que no vote como ellos. Y porque son capaces de decir, como si nada, que sólo media España merece la vida o el presupuesto.

A lo que iba: se abrió la puerta grande del congreso. Habló el Rey, Francina rebuznó y algunos hicieron lo de siempre: el chorra. Al final del discurso, Aitor Esteban, el recogenueces, no aplaude y aprieta quijada y puñitos. Lo mismo hace la de sumar que viste de negro con un colgantito y parece una de las súper tacañonas.

Todo está en Astérix. También aquel niño que amenazaba con dejar de respirar. Eso parecía que estaba haciendo Aitor. Eso, o se iba por la patilla: porque los del PNV andan nerviosos, cambiando candidatos. Sienten el pútrido aliento de Bildu. Otegi se descarta porque «tengo un pasado». Menuda rata de dos patas. Qué manera de decir, entre otras lindezas, que se dedicó al secuestro, a la extorsión, que obligó a una de sus víctimas a jugar a la ruleta rusa. Pero no hay problema. Estos también tienen a sus García Page de turno que lavan más blanco.

En el congreso me gustaba hablar con los ujieres más veteranos. Habían visto de todo. Uno de ellos me contaba cómo en la antigua cafetería, que estaba pegada a la puerta grande del congreso, se podía ver a Suárez, Carrillo y a González tomando un cafelito y fumándose lo que no estaba escrito. Eso contribuyó, decían, a la construcción de la democracia. En la cafetería actual no se comparte nada. Grupúsculos separados. Durante la primera legislatura en la que fui diputado, hubo un problema con los ascensores. Me resultaba raro compartir ese espacio con un proetarra, con Iglesias, o con alguno de los ministros. A veces, esperaba al siguiente. Pero, además, era frecuente que se quedaran bloqueados con el personal dentro. Tardaban bastante en liberarte. Me tocó una vez. Hubo que retrasar algunas votaciones porque había diputados encerrados que no podían ejercer su voto.

Una de esas jornadas, desde presidencia, se pidió a los técnicos que arreglaban el desaguisado datos sobre quienes estaban bloqueados. La respuesta fue divertida: «Tres personas y dos diputados». Habría que oírlos ahora. Tres personas, dos diputados, un recogenueces, dos ratas de dos patas y un golpista.

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Contra la ultraderecha viven mejor

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03.12.2023

Un actor que conozco suele decir que prefiere perder un amigo a perder un chiste. A Francina le pasa lo mismo. Prefiere seguir destrozando la institución a dejar pasar la ocasión de hacer politiqueo del malo. Armengol no innova. Ella, como se decía de los dirigentes palestinos, nunca pierde la oportunidad de perder la oportunidad. Pero qué esperas de la mujer que impedía investigar los abusos a las menores mientras se metía cubatas entre pecho y espalda saltándose el confinamiento al que condenaba al común de los mortales.

Contra Franco vivíamos mejor, decían los progres al comenzar la democracia, decepcionados, sin la épica de salón a la que se habían acostumbrado. Encontraron la forma de solucionar eso: contra la ultraderecha viven de maravilla. Porque vale cualquier cosa. Puedes cometer los mayores atropellos, saltarte todo límite moral, y vivir del sistema como un rajá. Un par de conocidas cómicas lo........

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