Este artículo se ha publicado originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.

El genocidio que Israel está perpetuando contra Gaza ha hecho caer el velo moralista con el que se protegía a ojos del mundo. Ya no hay marcha atrás. Los muertos no pueden volver a la vida, las atroces imágenes no pueden ser (des)vistas. No hay referente moral ni argumento ético que pueda justificar los millares de niños asesinados por bala, por bomba, por hambre.

Hasta el fatídico 7 de octubre de 2023, cuando Hamás y otros grupos armados palestinos cometían el mayor ataque perpetuado en suelo israelí hasta la fecha, asesinando y secuestrando cientos de israelitas —muchos de los cuales todavía permanecen cautivos—, el Estado sionista disponía de una cantidad ingente de crédito moral, un activo importante en las relaciones internacionales, ya que es el modo en que un Estado es percibido por la prensa extranjera y la comunidad internacional.

En un sentido realista y geopolítico, el crédito moral sirve para ser canjeado a cambio de poder cometer atrocidades. Si una atrocidad se realiza en nombre de un bien superior, y ésta está legitimada por aquellos actores que mejor consiguen reflejar esos valores de bien superior, los actos pueden ser justificados. Y el hecho de que Israel dispusiera de tanto crédito es de sobra conocido: no ha habido pueblo que haya sufrido más que el judío durante el siglo XX.

El mundo no ha conocido un terror como el vivido en los campos de concentración de Auschwitz, Mathausen, Dachau, Buchenwald, Sachsenhausen… Y, lamentablemente, debido a lo que está aconteciendo en Gaza, la actuación del Gobierno israelí se torna todavía más perversa. Tanto que escribir estas líneas siguen siendo difíciles. Pero es así: Israel ha utilizado el holocausto como pantalla para cometer crímenes atroces. Ha utilizado la retórica del holocausto como protección moral. Ha pasado de ser la mayor de las víctimas al peor de los verdugos.

Por supuesto, la verdad de la política de Israel respecto al pueblo palestino ya estaba ahí afuera antes de que esta “fase final” comenzara. Israel ya era antes del ataque del 7 de octubre el miembro de la ONU que más resoluciones con carácter obligatorio por parte del Consejo de Seguridad había incumplido. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU había condenado a Israel en 47 ocasiones, lo que representa casi la mitad de todas las resoluciones dedicadas a un Estado desde que este organismo fuera creado el año 2006.

Amnistía Internacional — entre otras organizaciones internacionales— ya denunció en 2022 que el permanente sistema de gobierno opresivo y discriminatorio impuesto por Israel a la población palestina en Israel y los Territorios Palestinos Ocupados (TPO) constituía apartheid, un crimen de derecho internacional. Pero el Estado sionista continuó ocupando territorios palestinos, aprisionando ciudadanos sin cumplir con las garantías jurídicas básicas y cometiendo ejecuciones a sangre fría. Lo hacía sin perder su halo de superioridad moral, porque occidente se beneficiaba del rol que Israel juega en el negocio la investigación, desarrollo, y compra-venta de armamento.

Como señala Alejandro Pozo Marín en ¿Quién arma a Israel? El embargo por imperativo moral y legal (2023), “Israel tiene una de las industrias de armas más importantes del mundo y es, de largo, el mayor exportador per cápita”, siendo Estados Unidos su padrino y Alemania su mayor colaborador en Europa. El país se ha convertido en las últimas décadas un actor clave en el sector de defensa militar global, especialmente en el desarrollo de tecnología militar de “alto valor añadido” como son los sistemas y vehículos aéreos no tripulados (25% del total de las exportaciones militares), los misiles, cohetes, y sistemas de defensa aérea (19%) y los sistemas de radar y guerra electrónica (13%) producidos a través de sus tres grandes empresas más grandes: IAI, Elbit Systems, y Rafael.

Esta también era la verdad que, sin poderse ocultar del todo, sí que se escondía y relativizaba detrás de tanto crédito moral acumulado. Israel ha actuado como uno de los principales arsenales de occidente, hasta el punto de que muchos de los países compradores de armas dependen de su armamento para la defensa de los respectivos intereses nacionales. Pero Israel era una democracia liberal, el fruto de un pueblo que se convirtió en Estado y que sobrevivió al peor de los infiernos. Una historia que le permitió ir más allá de lo permitido.

Hasta ahora. Ya no se puede ocultar la realidad de lo que está sucediendo, aunque los hipócritas permanezcan en silencio. Israel ahora está desnuda, ha agotado todo su crédito. Ahora es el mundo el que deberá trabajar para perdonarles.

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QOSHE - Israel agota todo su crédito moral a ojos del mundo - Guillem Pujol
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Israel agota todo su crédito moral a ojos del mundo

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05.04.2024

Este artículo se ha publicado originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.

El genocidio que Israel está perpetuando contra Gaza ha hecho caer el velo moralista con el que se protegía a ojos del mundo. Ya no hay marcha atrás. Los muertos no pueden volver a la vida, las atroces imágenes no pueden ser (des)vistas. No hay referente moral ni argumento ético que pueda justificar los millares de niños asesinados por bala, por bomba, por hambre.

Hasta el fatídico 7 de octubre de 2023, cuando Hamás y otros grupos armados palestinos cometían el mayor ataque perpetuado en suelo israelí hasta la fecha, asesinando y secuestrando cientos de israelitas —muchos de los cuales todavía permanecen cautivos—, el Estado sionista disponía de una cantidad ingente de crédito moral, un activo importante en las relaciones internacionales, ya que es el modo en que un Estado es percibido por la prensa extranjera y la comunidad internacional.

En un sentido realista y geopolítico, el crédito moral sirve para ser canjeado a cambio de poder cometer atrocidades. Si una atrocidad se realiza en nombre de un bien superior, y ésta está legitimada por aquellos actores que........

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