La normalidad y el éxito se han apoderado del sector turístico, ahora corresponde gestionar el éxito, prever oportunidades y crear estrategias ante circunstancias adversas.

Las soluciones no se improvisan. Cabe repentizar en momentos de urgencia, pero las crisis deben estar previstas para actuar con estrategia. El COVID fue la gran lección. La inestabilidad mundial, las guerras, los atentados, la irrupción del narcotráfico en el control de países, la crisis climática u otros fenómenos naturales, crean inseguridad, alteran los mercados, los fragilizan, y se suman a las exigentes demandas de un mundo crecientemente competitivo y digitalizado. En circunstancias normales se reclaman respuestas inteligentes.

El sector turístico, que ha demostrado su fortaleza para superar la gran crisis que se inició en 2019 y que ha durado hasta 2022, es extremadamente sensible a los cambios, sean del orden que fuere, y más lo es a la inestabilidad. Los viajeros reclaman, muy en primer lugar, seguridad: física —sanitaria, alimentaria, climática, etc.—, jurídica, contra el crimen, vial y de transportes o en actividades de ocio, e incluso amparo económico —pagos con tarjeta, etc.—. Los empresarios demandan protección para sus inversiones, mejores conectividades, promoción, mano de obra cualificada, menos impuestos, regulaciones claras, desestacionalización, etc. Todos dicen querer preservar el medio ambiente y encontrar nuevos alicientes que disfrutar u ofrecer y, ahora también, un cierto control de flujos que evite masificaciones o concentraciones temporales inasumibles —en los aeropuertos, en las fronteras, en las ciudades—. Servir para que los clientes disfruten, es un lema sobre el que debe pivotar la industria de la felicidad, eso si se quiere el turismo amable, el que debe propiciar una plena satisfacción y no experiencias frustrantes.

El turismo ha logrado reinventar la economía, al posicionarlo como el sector de mayor peso en el PIB de países como España o Portugal, pero también decisivo en grandes potencias como EEUU, Francia o Italia. Si a ello añadimos su influencia transversal, sobre la industria agroalimentaria, el comercio, la cultura o la digitalización o la energía, y su proyección sobre el mundo vaciado, estaremos hablando de casi cuanto conforma la economía que crea puestos de trabajo, paga la educación y la sanidad, contribuye de manera decisiva a las prestaciones sociales o llena la hucha de las pensiones, revitaliza el rural o invierte en publicidad —asegurando la pervivencia y la labor de los medios de comunicación—.

Si el sector funciona bien es síntoma de normalidad y son muchos los beneficiados. Incluso es la herramienta que puede propiciar el mejor desarrollo de los países llamados del Tercer Mundo, muy en especial en Iberoamérica, África o Asia.

Coincidiendo con Fitur, se celebrarán grandes foros —Hotusa Explora, Exceltur, CIMET, etc.—, se propiciarán encuentros profesionales, acuerdos empresariales y se darán a conocer nuevos productos. Se estrenará el nuevo ministro español responsable del área, Jordi Hereu Boer, y le acompañarán su equipo de la Secretaría de Estado y de Turespaña, al igual que acudirán los responsables autonómicos y locales del sector. La Feria será una oportunidad para el diálogo y la confrontación constructiva de ideas. Quizás sea el momento de demostrar que el mundo del viaje también lo es del diálogo y que de una vez será posible diseñar un gran Plan Estratégico para la primera industria, la que más impuestos paga, la que más empleo crea, la que exige disposiciones claras para seguir creando riqueza y empleo allí donde exista paz y diálogo para poder desarrollar un negocio del que nos beneficiamos todos.

QOSHE - Fitur o cómo gestionar el éxito del turismo - Alberto Barciela
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Fitur o cómo gestionar el éxito del turismo

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18.01.2024

La normalidad y el éxito se han apoderado del sector turístico, ahora corresponde gestionar el éxito, prever oportunidades y crear estrategias ante circunstancias adversas.

Las soluciones no se improvisan. Cabe repentizar en momentos de urgencia, pero las crisis deben estar previstas para actuar con estrategia. El COVID fue la gran lección. La inestabilidad mundial, las guerras, los atentados, la irrupción del narcotráfico en el control de países, la crisis climática u otros fenómenos naturales, crean inseguridad, alteran los mercados, los fragilizan, y se suman a las exigentes demandas de un mundo crecientemente competitivo y digitalizado. En circunstancias normales se reclaman respuestas inteligentes.

El sector turístico, que ha demostrado su fortaleza para superar la gran crisis que se inició en 2019 y que ha durado hasta 2022, es extremadamente sensible a los cambios, sean del orden que fuere, y más lo es a........

© La Opinión A Coruña


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