Buenos días y mis mejores deseos ante todo. Espero que estén todos ustedes fenomenal. Y ello a pesar de los vientos convulsos que soplan en el contexto nacional, con un grado de polarización política y social para el que los cuantificadores empiezan a quedarse cortos... Enorme, sin duda. Superlativo. Pero yo creo que incluso más... Un clima que empieza a ser peligroso para la opinión serena y para quien no reacciona desde las emociones más primarias, a base de muchas consignas y poco análisis. Algo que es evidente que no nos ayudará en el futuro, y que tiene su base en una labor de agitación social que no nos puede pasar inadvertida. Una realidad ante lo que los diferentes partidos políticos deberían hacer examen de conciencia. Porque una cosa es aspirar a ganar y otra... que valga todo para emponzoñar la praxis democrática.

Todo ello enmarcado, ya saben, en el contexto del acto de investidura celebrado estos días, en el que los grupos políticos han dado su confianza al candidato Pedro Sánchez, que a la sazón ya había ostentado la Presidencia del Gobierno durante los cinco años anteriores. Miren, algo que a unos les gustará menos y a otros más, pero de lo que no cabe ninguna duda en cuanto a legitimidad democrática, ya que en España son los diferentes grupos parlamentarios los que, vía negociación, invisten o no a aquellos candidatos con posibilidades de salir adelante. Aunque, de forma torticera, algunos insistan en lo contrario. Así las cosas hubo un primer intento, también absolutamente legítimo e incluso superior en número de votos de la ciudadanía, pero que no fue capaz —por lo que fuese— de concitar el número necesario de apoyos entre los diferentes parlamentarios. Y, tal y como está previsto, el siguiente candidato en posibilidades fue el que, finalmente, se escogió. Y ahí lo tienen, investido y ya presidente.

Es un comienzo, pues, de algo que irá desarrollándose en una legislatura que lo será todo, menos fácil. Y es que un gobierno en coalición siempre es más complejo que en solitario. Y un gobierno en coalición pero con la necesidad de que en cada votación se obtenga el respaldo de muchos y muy diferentes grupos parlamentarios, aún lo es más. No será un camino de rosas, por supuesto, pero es la voluntad popular. Y esa, incontestablemente, ha de ser la que ilumine nuestros pasos. España es una realidad dinámica, que se debe a la voluntad del pueblo. Y así lo reconoce la Constitución, que expresa que “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado” (sic). ¡Faltaría más!

Pero no. Una fuerza ultramontana se empeña en que no. Y basta un pequeño vistazo a todo el jaleo montado estos días en las calles y en distintos foros para ver quienes son. El último bastión del franquismo, más o menos, con algunos añadidos. Algunos de ellos, por cierto, bastante sorprendentes. E incluso, además, con algunas personas relevantes que pudieron haber brillado si hubiesen mantenido el tono sosegado y hubiesen permanecido leales a sus propias estructuras mentales, pero que han sucumbido a las presiones de su entorno y a la estrategia de medio pelo de quienes arruinaron no sólo su campaña, sino también la ventana de oportunidad de su partido, mezclando “churras” con “merinas” y haciendo un cierto ejercicio de metamorfosis en lo que no son ni quieren ser. Personas como Feijoo, sí, secuestrado por el abrazo del pulpo de cierto sector de su partido, y entreverado hoy con una parte del arco ideológico infinitamente lejos de él y de sus ideas. Una pena. A ver cómo salen de esta con dignidad.

Y es que él, te guste más o te guste menos, no está en la caverna ideológica. O no estaba. Otros sí. Y, entre ellos, los militares retirados firmantes de un desafortunado manifiesto que deberían haberse pensado, no sea que les aboque a sanciones disciplinarias que puedan incluso tener en ellos impacto económico. Y es que ser militar significa ser funcionario del Estado, al servicio de tal Estado y no organizándose contra él. Pero no añorar tiempos pasados en los que “la autoridad competente” destrozaba vidas y haciendas, ejerciendo un férreo control sobre la sociedad. Firmar un manifiesto pidiendo a las Fuerzas Armadas la destitución del presidente del Gobierno es, en sí, una insurrección, una declaración golpista. Y eso es muy grave, porque implica obrar contra el pueblo y sus decisiones firmes. Y, por lo que parece y por obra de sus representantes, tal voluntad ha sido en este momento la de investir a Sánchez. Es lo que hay, y todos han de respetarlo.

Me da mucha pena esta alta polarización social, y creo que hay que volver al sosiego. Al debate. A los consensos, como hemos dicho aquí muchas veces. No soy partidario de que los que un día gobiernan hagan de todo y por la mínima. Creo que es mejor edificar en sólido, con buenos cimientos, planteamiento a largo plazo y un muy amplio porcentaje de la sociedad ilusionado y en tal tarea. Pero, si no es así, la mayoría es la mayoría. Y los planteamientos de antaño, caducos y en otras latitudes constitutivos de delito —como la exaltación de la dictadura—, sobran. Y si esto es así con la población en general no les cuento, ya, con los que deben ser los primeros en dar la talla en el servicio a la democracia. A la de todas y todos, que decidimos nuestro futuro en libertad. Una libertad que en la triste dictadura, por mucho que alguien la añore, nunca existió.

QOSHE - ¿Más franquismo? No, gracias - José Luis Quintela Julián
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¿Más franquismo? No, gracias

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17.11.2023

Buenos días y mis mejores deseos ante todo. Espero que estén todos ustedes fenomenal. Y ello a pesar de los vientos convulsos que soplan en el contexto nacional, con un grado de polarización política y social para el que los cuantificadores empiezan a quedarse cortos... Enorme, sin duda. Superlativo. Pero yo creo que incluso más... Un clima que empieza a ser peligroso para la opinión serena y para quien no reacciona desde las emociones más primarias, a base de muchas consignas y poco análisis. Algo que es evidente que no nos ayudará en el futuro, y que tiene su base en una labor de agitación social que no nos puede pasar inadvertida. Una realidad ante lo que los diferentes partidos políticos deberían hacer examen de conciencia. Porque una cosa es aspirar a ganar y otra... que valga todo para emponzoñar la praxis democrática.

Todo ello enmarcado, ya saben, en el contexto del acto de investidura celebrado estos días, en el que los grupos políticos han dado su confianza al candidato Pedro Sánchez, que a la sazón ya había ostentado la Presidencia del Gobierno durante los cinco años anteriores. Miren, algo que a unos les gustará menos y a otros más, pero de lo que no cabe ninguna duda en cuanto a legitimidad democrática, ya que en España son los diferentes grupos parlamentarios los que, vía negociación, invisten o no a aquellos........

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