Tengan ustedes muy buen día. ¿Qué tal les va? Nueva entrega del periódico, con la Navidad a quince días y oteando ya la llegada de un nuevo año. Espero que todo les vaya bien, en lo posible, y que estos días festivos pasados hayan podido ustedes descansar o dedicarlos a lo que más les satisfaga. Me consta que no siempre es esto así, y que también en tal tipo de fechas señaladas hay quien tiene más trabajo que nunca, sin apenas descanso. Y, si no, que se lo pregunten al comercio o a la hostelería... Y es que ¿han reparado ustedes en cómo estaban estos días las calles más de ocio y oferta gastronómica en el centro de la ciudad? Verdaderamente a tope de personas, entre locales y foráneos... Una locura... Casi no se cabía.

El caso es que el calendario ha seguido dando pasos, y que ya nos encontramos hoy en el día 9. Una fecha en que la comunidad internacional llama la atención sobre la lacra que supone hoy la corrupción en el mundo. Ya en 2003 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó tal evento en este día, con el objetivo de concienciar a la población sobre tal problema, incentivando así su lucha y prevención. Y es que, no lo duden, la corrupción es, en muchos casos, uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la población de un determinado territorio, obligando a las personas más vulnerables a vivir en condiciones cada vez más desesperadas —en palabras de Naciones Unidas—, mientras que unos pocos elegidos en el poder se vuelven cada vez más poderosos.

La corrupción alcanza a todos los niveles de la sociedad a nivel global. A veces hace que los sobornos eviten que los criminales tengan que asumir la responsabilidad de lo que han hecho. Otras veces resta oportunidades a nivel laboral, con malas prácticas que redundan en favor de las personas allegadas a quienes tienen la potestad de contratar, mientras que se deteriora a la larga la organización donde esto se practica, por no contar con los mejores y sí con los más cercanos. A veces el organismo corrupto es el responsable, precisamente, de preservar la ley y el orden, y así se han visto muchos casos donde el tráfico de drogas o la trata van de la mano de quien debería investigar y perseguir tales prácticas. Graves problemas todos, que suceden en los cinco continentes y que se ceban especialmente en la población civil de países como Haití, Iraq, Corea del Norte, Venezuela, Somalia y Afganistán, considerados por la organización multilateral como los más corruptos del mundo. Tuve la oportunidad —y el terror— de comprobar en primera persona prácticas corruptas de Estado en diferentes localizaciones geográficas, y les puedo asegurar que, efectivamente, tal losa continua cercena las posibilidades de verdadera regeneración democrática y ejercicio de la libertad en muchas sociedades. Todo lo que invirtamos en intentar revertir tal realidad, será bueno, pertinente y necesario.

Pero no se engañen, la corrupción con mayúsculas hunde firmemente sus raíces en las corruptelas individuales, ante las que creo que hay que ser firme y practicar la tolerancia cero. Conozco a personas que comprarían todo lo expresado en los párrafos anteriores, pero que sin embargo no tienen reparos en practicar pequeños episodios de corrupción, a veces tan imbricados en la cultura de por aquí que casi ni llaman la atención. Pongan por caso, como ejemplo, el favorecer a personas conocidas en procesos administrativos (concursos, licitaciones, contratación...) donde deberían ser mucho más neutrales, compartiendo incluso información privilegiada. O incluso personándose como parte interesada, de forma personal o a través de terceros, en actividades económicas ligadas con el objeto de su gestión y sus decisiones. Todo ello es corrupción, a nivel mucho más individual y doméstico, pero que también mancha el desempeño colectivo. Y es que los malos, queridos y queridas, no tienen cuernos y rabo. La maldad —y, en particular, la corrupción— es el conjunto de actitudes individuales no orientadas al bien común ni a la concordia, y sí a beneficiar los intereses individuales de uno o de unos pocos en detrimento de las posibilidades, los derechos y los intereses de los demás. O, como dice la Real Academia Española refiriéndose expresamente a la corrupción, es la utilización indebida o ilícita de las funciones en las organizaciones, especialmente en las públicas, en provecho de sus gestores. Debemos estar vigilantes para, en primer lugar en primera persona, no ir por tales derroteros. Y es que los mismos siempre acaban empobreciéndonos, en el sentido más amplio y extenso de la palabra, a todas y a todos...

QOSHE - Corrupción y corruptelas - José Luis Quintela Julián
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Corrupción y corruptelas

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09.12.2023

Tengan ustedes muy buen día. ¿Qué tal les va? Nueva entrega del periódico, con la Navidad a quince días y oteando ya la llegada de un nuevo año. Espero que todo les vaya bien, en lo posible, y que estos días festivos pasados hayan podido ustedes descansar o dedicarlos a lo que más les satisfaga. Me consta que no siempre es esto así, y que también en tal tipo de fechas señaladas hay quien tiene más trabajo que nunca, sin apenas descanso. Y, si no, que se lo pregunten al comercio o a la hostelería... Y es que ¿han reparado ustedes en cómo estaban estos días las calles más de ocio y oferta gastronómica en el centro de la ciudad? Verdaderamente a tope de personas, entre locales y foráneos... Una locura... Casi no se cabía.

El caso es que el calendario ha seguido dando pasos, y que ya nos encontramos hoy en el día 9. Una fecha en que la comunidad internacional llama la atención sobre la lacra que supone hoy la corrupción en el mundo. Ya en 2003 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó tal evento en este día, con el objetivo de concienciar a la población sobre tal problema, incentivando así su lucha y prevención. Y es........

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