Fernando López Miras está encantado con Vox, a mí que no me digan. Va un trecho largo desde aquellas intransigencias a pique, en teoría, de la repetición electoral por no consentir su compañía en el Gobierno a esta cómoda convivencia en camas separadas como matrimonio desenamorado que ha encontrado el punto para aceptar con indiferencia mutua las respectivas manías.

Que viene la ultraderecha, proclaman el PSOE y sus etcéteras de la izquierda como apelación al mal menor en vista del decaimiento de sus genuinas fuentes de seducción. En la Región de Murcia la ultraderecha está en el Gobierno, pero atada y bien atada, como dijo aquél de lo suyo. ¿Usted ha notado algún cambio desde que gobernaba el PP en solitario, en coalición con Ciudadanos o con las trepatrans a ahora que lo hace con Vox? Usted y yo no, pero López Miras sí, y para su propia paz. Se dirá: claro, por mera simbiosis, tal para cual. Error. La clave: porque en el pacto de Gobierno, el PP ha sacado a Vox de sus casillas, es decir, lo ha puesto a hacer gestión en áreas ajenas a su batalla ideológica y cultural.

No hay más que ver el proyecto de Presupuestos. Los consejeros de Vox se empeñarán, uno, el de Fomento, en arreglar las carreteras de la región y en servir un autobús a Santomera, y otro a reforzar en instalaciones y personal el Servicio de Emergencias. Tienen tarea. ¿Dónde está la molla ideológica de esta acción política? Es cierto que hasta al último euro invertido por la Administración se le puede rastrear una intencionalidad sesgada, pero se podrá convenir en que las funciones ejecutivas de Vox en el Gobierno murciano están muy alejadas de los departamentos de especial sensibilidad que contienen las competencias en que basan su discurso.

La zanahoria de Fomento desprendía el humor ardoroso de la disposición de grandes partidas en cash, capítulos de inversión abiertos que en la mayoría de consejerías están predestinados. Tal vez el único panal de rica miel de un Ejecutivo limitado por la infrafinanciación y la deuda. Había que pillarlo, y fueron pillados, es decir, condicionados a la gestión práctica fuera del marco ideológico.

En cuanto a la otra consejería, relativa a la Seguridad, pareciera que colmaba un eje esencial del discurso abascalista. Todavía quedan por ahí vallas con uno de los lemas originales: «Con Vox estaría usted entrando a una ciudad segura». Pero ¿de qué seguridad hablamos? Desde luego, no de lo que se entiende por seguridad ciudadana, competencia del Estado, y en cuanto a la discrecionalidad local al respecto, es responsabilidad de los distintos Ayuntamientos. El tipo de seguridad que ha de atender el Gobierno regional es el relativo a los casos de accidentes y urgencias derivadas de siniestros (y no en todos los casos), y principalmente de la coordinación de efectivos para atender a dramas excepcionales como los que pueden provocar los fenómenos atmosféricos, por ejemplo. Nada que ver con la delincuencia, el mantenimiento del orden, y menos con el control de la inmigración o su acogimiento, asunto éste capital en el desideratum de Vox, que liga un asunto al otro. Al final va a resultar que el gran interés por la seguridad de este partido acaba en que te van a mandar un helicóptero de socorro si te quedas atrapado en Sierra Espuña un mal día de excursión, cosa que podría hacer con similar eficacia tanto un consejero de derechas como otro de Podemos si fuera el caso.

En cuanto al título de vicepresidente para este último consejero de Vox y líder regional del partido, Antelo, sabemos de antemano en qué consiste. La experiencia precedente nos aleccionó sobre que la función iba de pasear el bolso, pues carece de estatuto y competencias al margen de una representatividad formal que siempre ha de producirse a costa o por encargo del presidente, que es quien tiene la última palabra en todo. ¿Quién se acuerda de una tal Kamala Harris, tan celebrada por ser la primera vicepresidenta de Estados Unidos? Pues si allí, que es un cargo electo, pasa por invisible, qué decir por aquí de un título que tiene el mismo valor que el de marqués en el estatus de la monarquía parlamentaria.

Es cierto que Vox ha influido en los Presupuestos más allá de colmar sus propias demandas en las dos consejerías que maneja. Por ejemplo, en la reducción de las subvenciones a patronal y sindicatos, asunto que estaba registrado en el pacto de Gobierno, pero se trata de una fruslería, aceptada por las respectivas organizaciones, a sabiendas de que serán compensadas por nuevos programas o eventos. También han hecho desaparecer términos referenciales como LGTBI u otros, lo cual es evidente que no afecta a las políticas que pueda desarrollar el Gobierno, que hasta ahora eran de escaparate, inducidas por aquel pacto inicial con Ciudadanos que nunca empatizó con el sector, pero que en cierta medida lo atiende.

En otras comunidades, el pacto PP/Vox ha ido más lejos, pues el partido mayoritario ha permitido que los abascales se hagan cargo de competencias desde las que dictar el programa que los identifica: Castilla y León, Comunidad Valenciana... Pero en Murcia, López Miras tensó la cuerda tan al extremo que al final y contrarreloj Vox entró al Gobierno con responsabilidades de indiscutible importancia, pero distintas a las de sus intereses ideológicos. Un buena jugada. En consecuencia, el presidente está en esta etapa más tranquilo que nunca.

Ha pasado por todas. Primero, cuando el Ciudadanos genuino, desde su grupo parlamentario, le condicionaba la acción de Gobierno, el periodo más interesante y constructivo en la política regional. Después, cuando un Ciudadanos ya escorado quiso compartir la guindas de la gobernación, y a cambio López Miras lo integró atribuyéndole la portavocía del Gobierno para forzar la corresponsabilidad. Y en penúltima instancia, cuando las consejeras que procedían de ese partido y de una escisión de Vox se postraron para mantener sus cargos, facilitándole una artificial mayoría absoluta que habría sido ideal si no hubiera estado interceptada por la incompetencia de quienes se la proporcionaban. Un tramo que el presidente aprovechó, con la complicidad de las trepatrans, para desembastar el impulso regeneracionista que introdujo Ciudadanos.

El pacto PP/Vox en que se ha resuelto el último escrutinio regional es enormemente ventajoso para López Miras tras haber llevado al borde sus condiciones. El partido ideológicamente más inflexible está entretenido en la gestión práctica de competencias ajenas a su interés y obligado a ofrecer resultados sin que cambie la percepción de la acción de un Gobierno que se identifica con la experiencia del PP sin aditivos ni colorantes.

Para escapar de la trampa, de la que sin duda son conscientes, en Vox intentan instrumentar el programa que dejaron dormido en el pacto con el PP, razón por la cual reaparece su proyecto de reforma de la Ley del Mar Menor. López Miras venía asegurando que no daría un paso atrás en ese capítulo, con el matiz de que tal vez se podría ‘mejorar’. Pero abrir ese melón, con la actual mayoría parlamentaria, le obligaría a aceptar las tesis de Vox en pequeña o gran medida, de manera que mejor no meneallo. De ahí la indiferencia con que los portavoces del Gobierno y del PP se han referido a lo que desde Vox se da por seguro. «De este asunto no sabemos nada», vienen a decir.

La reforma de la Ley del Mar Menor no es asunto de la agenda del Gobierno, aunque lo proclame el vicepresidente. Pero Vox, implicado hasta las zancas en la política gubernamental, a la que ha de ser leal, tiene un instrumento al margen: el Grupo Parlamentario, desde el que puede plantear iniciativas al respecto. Es el altavoz desde el que todavía puede expresar que sus planteamientos al margen de las competencias gubernamentales que ejercen siguen vivos. Y ocurre que la vigente Ley del Mar Menor responde a un consenso parlamentario entre el PP y el PSOE al que Vox está ajeno, de modo que la mayoría con que este partido conforma el Gobierno aparece demediada en esta cuestión.

La Ley del Mar Menor puede ser el banderín al que se enganche Vox para remitir a su electorado el mensaje de que no está fagocitado por el PP arreglando carreteras y dando cursos de formación a las policías locales. ¿Llegará el día en que los diputados del PP voten en la Asamblea, con el PSOE y Podemos, contra una iniciativa de sus socios de Gobierno sobre el Mar Menor? Todo puede ser, aunque esto no signifique una ruptura en el Consejo de Gobierno. Pero Vox está necesitado de recuperar su veta de votos en la Región, que no va a reforzar con la mera gestión de asuntos que no atañen a su corpus ideológico. Para esto tendrá que incordiar, y lo hará a través de su Grupo Parlamentario.

Con este tipo de contratiempos cuenta López Miras, pues no hay coalición de Gobierno que sea plácida, pero le bastará mantener la indiferencia que ya practica, a sabiendas de que la extrema derechita está en el bote, haciendo zanjas mientras él se fuma un puro.

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'La extrema derechita', por Ángel Montiel

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12.12.2023

Fernando López Miras está encantado con Vox, a mí que no me digan. Va un trecho largo desde aquellas intransigencias a pique, en teoría, de la repetición electoral por no consentir su compañía en el Gobierno a esta cómoda convivencia en camas separadas como matrimonio desenamorado que ha encontrado el punto para aceptar con indiferencia mutua las respectivas manías.

Que viene la ultraderecha, proclaman el PSOE y sus etcéteras de la izquierda como apelación al mal menor en vista del decaimiento de sus genuinas fuentes de seducción. En la Región de Murcia la ultraderecha está en el Gobierno, pero atada y bien atada, como dijo aquél de lo suyo. ¿Usted ha notado algún cambio desde que gobernaba el PP en solitario, en coalición con Ciudadanos o con las trepatrans a ahora que lo hace con Vox? Usted y yo no, pero López Miras sí, y para su propia paz. Se dirá: claro, por mera simbiosis, tal para cual. Error. La clave: porque en el pacto de Gobierno, el PP ha sacado a Vox de sus casillas, es decir, lo ha puesto a hacer gestión en áreas ajenas a su batalla ideológica y cultural.

No hay más que ver el proyecto de Presupuestos. Los consejeros de Vox se empeñarán, uno, el de Fomento, en arreglar las carreteras de la región y en servir un autobús a Santomera, y otro a reforzar en instalaciones y personal el Servicio de Emergencias. Tienen tarea. ¿Dónde está la molla ideológica de esta acción política? Es cierto que hasta al último euro invertido por la Administración se le puede rastrear una intencionalidad sesgada, pero se podrá convenir en que las funciones ejecutivas de Vox en el Gobierno murciano están muy alejadas de los departamentos de especial sensibilidad que contienen las competencias en que basan su discurso.

La zanahoria de Fomento desprendía el humor ardoroso de la disposición de grandes partidas en cash, capítulos de inversión abiertos que en la mayoría de consejerías están predestinados. Tal vez el único panal de rica miel de un Ejecutivo limitado por la infrafinanciación y la deuda. Había que pillarlo, y fueron pillados, es decir, condicionados a la gestión práctica fuera del marco ideológico.

En cuanto a la otra consejería, relativa a la Seguridad, pareciera que........

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