Todo el mundo sabía, empezando por ellos mismos, que Sumar y Podemos romperían la coalición, a falta de predecir el momento en que se produciría, aunque desde el inicio se atisbaba próximo a la fecha electoral. Han tardado más de lo esperado. La clave de la desconfianza estaba impresa en el propio pacto, en que se establecían condiciones que, más que a nexos políticos, atendían a los económicos y funcionales del grupo parlamentario resultante. Una advertencia preliminar de Ada Colau cuando se observaron las primeras disidencias lo puso negro sobre blanco: si os vais, no cobraréis.

Podemos, qué duda cabe, fue una marca de éxito. Tanto, que no aspiraba a cumplir el papel de raboalcalde del PSOE, durante un tiempo atribuible a IU, sino a sustituir al PSOE. Pero inició su declive precisamente por la mala administración de ese éxito. Y lo fue haciendo de manera agónica, como mueren los malos en las películas del Oeste. Ya a punto de la celebración del funeral, se produjo la mutación en Sumar, que consistió sencillamente en reembarcar a los desencatados, excluídos y represaliados del Podemos original, en un nuevo intento de reilusionar a la izquierda escaldada. Pero Podemos, fracasado en su convocatoria social, persistía como aparato estricto, y éste no estaba dispuesto a disolverse en la nueva reconstrucción. Una reconstrucción que habría servido de poco si sus referentes hubieran seguido siendo aquellos que estropearon el proyecto.

La solución fue que Podemos se subió a regañadientes, porque a la fuerza ahorcan, a la patera de Sumar, pero decididos a aprovechar el salvamento para intentar sobrevivir haciéndose ver mediante el incordio. Nunca habrían conseguido cinco diputados si hubieran comparecido en solitario (desde luego el de Murcia es bien evidente que no por el contraste de los datos entre las autonómicas y las generales), pero una vez abrigados en sus actas han tomado el camino del transfuguismo con el horizonte de las elecciones europeas. Traicionar un pacto, sí se puede.

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'Los nuevos tránsfugas', por Ángel Montiel

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07.12.2023

Todo el mundo sabía, empezando por ellos mismos, que Sumar y Podemos romperían la coalición, a falta de predecir el momento en que se produciría, aunque desde el inicio se atisbaba próximo a la fecha electoral. Han tardado más de lo esperado. La clave de la desconfianza estaba impresa en el propio pacto, en que se establecían condiciones que, más que a nexos políticos, atendían a los económicos y funcionales del grupo parlamentario resultante. Una advertencia preliminar de Ada Colau cuando se........

© La Opinión de Murcia


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