Antonio Álvarez era un tipo hecho a sí mismo sin otra épica que la de conjugar tres de sus cualidades: inteligencia natural, talento y voluntad. La primera era desbordante, con la que cultivaba un didactismo de curiosidades inabarcables. El talento, que se tiene o no se tiene, y él lo tenía a raudales, le permitía detectar la posibilidad del fuego en cualquier chispa que saltara, y en cuanto a su voluntad no había quien se la doblegara cuando había decidido su camino.

Por si lo anterior supiera a poco era trabajador apasionado, constante, imaginativo y resolutivo. Para sus clientes era el señor Lobo que soluciona problemas, y para sus amigos, el más atento socorrista en momentos de dificultad. Y tenía una virtud sobresaliente, no muy habitual en personas que, como él, emprendían iniciativas a veces desconcertantes para quienes lo rodeaban: constituía equipos y los valoraba más que a sí mismo.

Creó una pequeña agencia de comunicación que sostuvo contra todos los vientos afianzándose en la confianza de sus clientes, y desde ella ingenió el Salón del Manga (Murcia, Cartagena y Lorca, con la dirección artística de su hermano Juan), una locura aparente en sus inicios que se convirtió al instante en uno de los más sonados éxitos culturales promovidos desde el sector privado. Tuvo que luchar contra elementos oficiales (una Administración a veces voluble y desentendida, excepto en la ceremonia en que los concejales de turno se hacían las fotos para la prensa sin demasiado mérito por sus aportes) y extraoficiales (piratas que trataban de minarlo para recoger frutos por los caminos que él había abierto).

Fue el autor de los primeros y más recordados vídeomapping que se proyectaron en Murcia, creados por él con infinita paciencia y amor por los detalles, y diseñó un vídeojuego que tenía a la capital murciana como escenario con la sola herramienta de dos ordenadores en su estudio y la colaboración de unos jovencísimos amateurs. Escribía novelas, imitaba voces, guionizaba sketches humorísticos, redactaba artículos y hasta se atrevía a dibujar sin pudor, todo ello en efusiones de dispersión y para su coleto y el de sus amigos, sólo porque no podía mantener contenida su imaginación.

De todos sus oficios, el que ahora más aprecio era el de amigo. De ahí mi infinita tristeza y desolación al enviarle este último abrazo.

QOSHE - Antonio Álvarez - Ángel Montiel
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Antonio Álvarez

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22.12.2023

Antonio Álvarez era un tipo hecho a sí mismo sin otra épica que la de conjugar tres de sus cualidades: inteligencia natural, talento y voluntad. La primera era desbordante, con la que cultivaba un didactismo de curiosidades inabarcables. El talento, que se tiene o no se tiene, y él lo tenía a raudales, le permitía detectar la posibilidad del fuego en cualquier chispa que saltara, y en cuanto a su voluntad no había quien se la doblegara cuando había decidido su camino.

Por si lo anterior supiera a poco era trabajador apasionado, constante, imaginativo y resolutivo. Para........

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