«Cartagena es una ciudad muy bonita», me decía una amiga mientras paseábamos por la calle del Carmen. «Sí, pero la zona turística es muy pequeña. Se puede ver en un día», añadí.

Enseguida me corregí a mí mismo: «Bueno, no. Tal vez ya sea ciudad de una noche de hotel. Y hasta de un fin de semana».

Algunos pensarán que igual me vine muy arriba y que solo es pasión por mi tierra, de la que me gusta tanto presumir, pero ante la que creo ser objetivo a la hora de comentar sus pros, sus contras, sus virtudes y sus defectos.

Hace unos veinte años, cuando la Cartagena turística comenzaba a emerger, le contaba a mis amigos mi proyecto de tienda de camisetas. Por aquel entonces, el número de visitantes que recibía la ciudad al año apenas se aproximaba a los doscientos mil y, aunque lenta, la progresión era constante. Recuerdo que incluso hacía cálculos muy básicos y rudimentarios sobre las posibles ventas y beneficios de mi proyecto de negocio y que, poniéndome en el peor de los casos, resultaba rentable. Nunca sabré si mi tienda de camisetas enfocada a los turistas hubiera prosperado, porque no me aventuré a ponerla en marcha. Lo que sí he apreciado a lo largo de estas dos décadas, es que el auge del turismo en Cartagena ha sido más que notable. Lo evidencian dos datos irrefutables. Por un lado, el número de establecimientos que han dado un giro o han abierto directamente para atender la demanda de visitantes ha aumentado significativamente. Cabe recordar que nuestra ciudad fue pionera al desarrollar la iniciativa de ‘Amigos de los cruceros’, por la que decenas de comercios se comprometen a abrir los días festivos que lleguen cruceros al puerto.

El segundo dato es aún más evidente y objetivo. La ciudad ha batido su récord de visitantes en 2023, con casi 550.000, cerca de cien mil más que en 2022 y, lo que es más relevante, superando en más de quince mil las cifras de 2019, el último año prepandemia.

Me entristece que el ruido mediático de los enquistados enfrentamientos entre políticos, las fiestas rave y la ‘mosca cojonera’ de Cataluña hayan provocado que se minimice la importancia de estas estadísticas para nuestra ciudad portuaria, pues las encaminan hacia su consolidación como referente en el Mediterráneo. El error sería dar por hecho que estos buenos datos surgen de la nada, de la inercia, y que se mantendrán y seguirán incrementándose en los próximos años porque sí. Nada de eso. La transformación de Cartagena y la gestión que se ha llevado a cabo con su aparentemente inagotable patrimonio han tenido mucho que ver en que el número de turistas que recibe al año doble ya al de su propia población. Y siguen desarrollándose proyectos en este sentido, con noticias tan buenas como el hallazgo reciente de la fosa de los gladiadores en las excavaciones del Anfiteatro Romano, acompañada de la promesa de que, en breve, podrá ser visitada.

Claro que nos gustaría que todo fuera mucho más rápido, que ha habido, hay y habrá fallos, malintencionados o no, en la gestión de nuestro municipio y de su potencial turístico. Claro que se podrían destinar muchos más fondos y hacer muchas más cosas para recuperar y explotar los grandes recursos que, a día de hoy, tenemos abandonados, como las baterías, castillos y fortalezas que tanto nos está costando poner en valor.

Y, por supuesto, que hay muchas asignaturas pendientes y puntos negros. Sin ir más lejos y, aunque pueda parecer un detalle pequeño, la escalera mecánica de acceso al Molinete desde la calle San Fernando vuelve a estar averiada o, al menos, no he podido utilizarla esta misma semana.

Por no hablar de lo lamentable de las comunicaciones de nuestra ciudad con el resto del país. La conexión ferroviaria, en lugar de mejorar, ha empeorado sensiblemente, y las rutas de autobús no son precisamente para echar cohetes. ¿Cuántos visitantes hubiera recibido Cartagena si ya existiera un tren rápido y con frecuencia que lo conectara con la capital de nuestro país en apenas media mañana y a precios razonables? Es posible y tenemos que exigirlo para ya.

Me gusta ver el lado positivo de las cosas y creo que la buena noticia es que la progresión del turismo en Cartagena es razonablemente buena y, sobre todo, constante. Por eso, no es malo que tengamos mucho camino por delante para seguir mejorando y asignaturas pendientes que solucionar de una vez. Porque a pesar de tantas y tantas cosas que podemos criticar y denunciar, cuando paseo con amigos y familiares de fuera, me siguen diciendo con sorpresa, y para mi orgullo, que Cartagena es una ciudad bonita.

QOSHE - Mi ciudad bonita - Andrés Torres
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Mi ciudad bonita

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14.01.2024

«Cartagena es una ciudad muy bonita», me decía una amiga mientras paseábamos por la calle del Carmen. «Sí, pero la zona turística es muy pequeña. Se puede ver en un día», añadí.

Enseguida me corregí a mí mismo: «Bueno, no. Tal vez ya sea ciudad de una noche de hotel. Y hasta de un fin de semana».

Algunos pensarán que igual me vine muy arriba y que solo es pasión por mi tierra, de la que me gusta tanto presumir, pero ante la que creo ser objetivo a la hora de comentar sus pros, sus contras, sus virtudes y sus defectos.

Hace unos veinte años, cuando la Cartagena turística comenzaba a emerger, le contaba a mis amigos mi proyecto de tienda de camisetas. Por aquel entonces, el número de visitantes que recibía la ciudad al año apenas se aproximaba a los doscientos mil y, aunque lenta, la progresión era constante. Recuerdo que incluso hacía cálculos muy básicos y rudimentarios sobre las posibles ventas y beneficios de mi proyecto de negocio y que, poniéndome en el peor de los casos, resultaba rentable. Nunca sabré si mi tienda de camisetas enfocada a los turistas hubiera prosperado, porque no me aventuré a ponerla en........

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