El descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo dio lugar a un exuberante trabajo por parte de los cronistas de la época, sobre todo españoles, que tenían la misión de narrar el encuentro entre dos pueblos muy diferentes que hasta ese momento habían vivido ajenos el uno del otro. Algunos de estos cronistas no llegaron a pisar el Nuevo Mundo; ordenaban la información que les llegaba y sus textos constituían la crónica oficial; otros, por orden expresa del monarca o por iniciativa propia, fueron protagonistas de la conquista y escribieron sobre ella. En estas crónicas y en las cartas de relación, las noticias sobre la organización social y los roles femeninos aparecen como información secundaria, pero gracias a ellos se ha podido reconstruir la imagen de las mujeres que participaron en la conquista, a pesar de la escasez de las fuentes y de los trabajos posteriores que sistemáticamente han marginado a las mujeres y, sobre todo, a las indígenas.

Los ejemplos de mujeres, valientes y decididas, dispuestas a defenderse y a defender a los suyos, que incluso toman las armas y pelean cuerpo a cuerpo contra los españoles, llamaron la atención de los cronistas de Indias: «…algunas mujeres principales van a las batallas con sus maridos, o cuando son señoras de la tierra, y mandan y capitanean su gente…» (Fernández de Oviedo).

Además de la información que nos aportan los cronistas, existen evidencias en las estelas e inscripciones ceremoniales de la participación de mujeres sacerdotisas en el culto o en una posición de liderato político, como gobernadoras o cacicas. Este es el caso de la provincia de Tonalá, en la región del Pacífico, gobernada por una mujer que decide rendirse y «recibir de paz» a los conquistadores, mientras que su hija, en desacuerdo con esta decisión, «con otros prencipales é pueblos subjetos estaban levantados en un cerro…» (García del Pilar, cronista de la jornada de Nuño de Guzmán).

Algunas de estas mujeres adquirieron fama e incluso se convirtieron en leyenda. Es el caso de la cacica Anacaona, una de las pocas indígenas mencionadas por su nombre en los escritos de los primeros años de la conquista. Fray Bartolomé de las Casas, en su Historia de Indias, define a esta princesa taína como «una notable mujer, muy prudente, muy graciosa y palanciana en su hablar».

Anacaona creía en la convivencia pacífica entre indígenas y españolas y, por ello, nunca dejó de abogar por la paz, a pesar del desprecio y de los continuos abusos de los españoles contra los pueblos indígenas. Tras sobrevivir a la masacre de Jaragua, donde los españoles, durante una celebración, atacaron y asesinaron a indígenas de todas las edades, Anacaonda fue apresada y condenada a la horca por conspiración.

Para el Director del Museo de Anacaona: «Fue la reina taína más amada de todo el pueblo. Hasta su último día de vida no bajó la cabeza y donó su vida por ellos». Por su parte, la exdirectora de la escuela de Historia y Antropología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo la describe como «la máxima líder de toda la población, no solamente en La Española, sino también en Puerto Rico, Cuba y parte de Jamaica».

Pero la indígena más mencionada, tanto en los textos españoles como en los indígenas de la época, y posteriores, fue Malintzin, llamada La Malinche por su pueblo, la mujer del Conquistador, la traidora de los indios, y doña Marina para los españoles.

Dice Bernal Díaz del Castillo, quien participó en la conquista de México, que Malintzin «era una gran señora y cacica de pueblos y vasallos»; fue vendida por su madre a unos indios de Xicalango y revendida en varias ocasiones hasta que, finalmente, fue regalada a Hernán Cortés: «…Y no fue nada este presente en comparación de veinte mujeres, y entre ellas una muy excelente mujer, que se dijo doña Marina, que así se llamó después de vuelta cristiana».

Todos los cronistas mencionan su papel crucial en el desarrollo de la empresa conquistadora, al descubrir los secretos de su mundo a los conquistadores y facilitarles la supervivencia en un territorio inhóspito. Decían que poseía el arma de la comunicación, pues hablaba tres lenguas, y que a través de su discurso movía las voluntades. Su habilidad lingüística y su posición como mediadora entre los españoles y los habitantes del territorio azteca provocaron la admiración de muchos. Solo Hernán Cortés alude a ella, de forma pasajera, como una mera intermediaria; seguramente, con la finalidad de que no le quitara protagonismo en la conquista y dominación de los territorios.

No fue ella la única que actuaría como mediadora entre las dos culturas; los españoles sabían que las mujeres eran grandes conocedoras de su tierra, de las rutas, de las especies comestibles y medicinales, además de ser las que elaboraban el ‘pan de la tierra’.

La figura de Malinche ha sido objeto de estudio desde diversas perspectivas y, durante los últimos años, su imagen de traidora está siendo reevaluada.

«Si la Chingada es una representación de la Madre violada, no me parece forzado asociarla a la Conquista, que fue también una violación, no solamente en el sentido histórico, sino en la carne misma de las indias. El símbolo de la entrega es doña Malinche, la amante de Cortés. Es verdad que ella se da voluntariamente al Conquistador, pero éste, apenas deja de serle útil, la olvida. Doña Marina se ha convertido en una figura que representa a las indias, fascinadas, violadas o seducidas por los españoles. Y del mismo modo que el niño no perdona a su madre que lo abandone para ir en busca de su padre, el pueblo mexicano no perdona su traición a la Malinche» (Octavio Paz).

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Las mujeres indígenas durante la conquista

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14.12.2023

El descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo dio lugar a un exuberante trabajo por parte de los cronistas de la época, sobre todo españoles, que tenían la misión de narrar el encuentro entre dos pueblos muy diferentes que hasta ese momento habían vivido ajenos el uno del otro. Algunos de estos cronistas no llegaron a pisar el Nuevo Mundo; ordenaban la información que les llegaba y sus textos constituían la crónica oficial; otros, por orden expresa del monarca o por iniciativa propia, fueron protagonistas de la conquista y escribieron sobre ella. En estas crónicas y en las cartas de relación, las noticias sobre la organización social y los roles femeninos aparecen como información secundaria, pero gracias a ellos se ha podido reconstruir la imagen de las mujeres que participaron en la conquista, a pesar de la escasez de las fuentes y de los trabajos posteriores que sistemáticamente han marginado a las mujeres y, sobre todo, a las indígenas.

Los ejemplos de mujeres, valientes y decididas, dispuestas a defenderse y a defender a los suyos, que incluso toman las armas y pelean cuerpo a cuerpo contra los españoles, llamaron la atención de los cronistas de Indias: «…algunas mujeres principales van a las batallas con sus maridos, o cuando son señoras de la tierra, y mandan y capitanean su gente…» (Fernández de Oviedo).

Además de la información que nos aportan los cronistas, existen evidencias........

© La Opinión de Murcia


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