La influencer María Pombo ha sacado una docuserie que ‘narra’ su día a día junto a su familia. En ella podemos verla en sesiones de fotos, entrevistas, visitando al ginecólogo y hasta limpiando wáteres. Porque ella es una influencer, pero también una persona. Reconozco que me siento atraída cual polilla a la luz por este tipo de productos de consumo.

Sin embargo, mi santo, después de tragarse los dos capítulos que puse del tirón a la hora de la siesta, me dijo con desesperación: «Sabes que te quiero mucho, pero, por favor, por favor, apaga eso. No puedo soportarlo. Esa persona está completamente vacía, me produce una pereza terrible, un vacío existencial insoportable. Quiero cortarme las venas».

Desde luego, si fuera por él, ni María Pombo, ni Georgina, ni Tamara Falcó ni la Preysler (que acaba de sumarse a la moda de la docuserie) tendrían cómo ganarse la vida honradamente. Y claro, cabe preguntarse si la reacción de mi compañero es una anomalía del sistema (por aquello de que es filósofo) o, en realidad, es algo que sentimos todos, aunque no seamos conscientes.

Lo cierto es que hay un terrorífico vacío narrativo en este tipo de biografías patrocinadas. Las docuseries de nuestros ídolos digitales no nos cuentan nada, no tienen un principio y un final (requisitos de toda narración) ni nos ayudan a darle sentido al mundo, a sentirnos menos solos, sino que funcionan como un anuncio de perfume de una hora de duración.

Pensamos que estamos adentrándonos en la vida de otro ser humano, siendo partícipes de sus alegrías y miserias, pero solo nos estamos tragando una concatenación de instantes fugaces desprovistos de sentido, de autorretratos pornográficos (o cuanto menos, obscenos), que no quieren ‘contarnos’ nada, sino ‘vendernos’ algo (o a alguien).

Dice el filósofo Byung-Chul Han que el ‘phono sapiens’ (es decir, usted y yo), ya no narra historias alrededor del fuego. Las narraciones que nos orientaban y unían se han convertido en armas del neoliberalismo que, bajo el sugerente envoltorio de las emociones, consumimos como autómatas. Una story tras otra, un capítulo de docuserie tras otro. Esperamos algo que nunca llega y que tampoco sabemos lo que es, como los protagonistas de Esperando a Godot.

La docuserie de La Pombo (y todos sus clones) refleja el modo de sentir de nuestra época, es un síntoma patológico del presente. Un reflejo de nuestro propio vacío, envuelto en papel de regalo. Nunca antes habíamos estado tan cerca del abismo del sinsentido, sin movernos de nuestro sofá. Acabo de ver en el móvil que habrá segunda temporada. «Apaga eso». Sabias palabras.

QOSHE - Docuseries - Gema Panalés Lorca
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Docuseries

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10.12.2023

La influencer María Pombo ha sacado una docuserie que ‘narra’ su día a día junto a su familia. En ella podemos verla en sesiones de fotos, entrevistas, visitando al ginecólogo y hasta limpiando wáteres. Porque ella es una influencer, pero también una persona. Reconozco que me siento atraída cual polilla a la luz por este tipo de productos de consumo.

Sin embargo, mi santo, después de tragarse los dos capítulos que puse del tirón a la hora de la siesta, me dijo con desesperación: «Sabes que te quiero mucho, pero, por favor, por favor, apaga eso. No puedo soportarlo. Esa persona está completamente vacía, me produce una pereza terrible, un vacío........

© La Opinión de Murcia


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