Estos días, de una forma más cruda e intensa, me oprime un sentimiento contradictorio que me hace desear, por un lado, unas Navidades idílicas y felices para mis hijos –la pequeña las vivirá por primera vez -, pero mientras me desvivo por que así sea, me atormentan las imágenes y situaciones que se dan en otros lugares del mundo como Siria, Gaza o Ucrania, por nombrar algunos. En ésta última donde ya llevan más de un año de ilegalidades y atentados ante la impasible mirada de todos los observadores.

Puede que mi discurso pueda resultar demagógico y, quizás, sin ponderar los principios de las actuales relaciones y la diplomacia internacional, pero entiendo que después de tantos años de estas situaciones de injusticia, barbarie y desamparo deberían ser prioritarias, por encima de cualquier otro propósito, interés o contienda para estados, organismos y gobiernos.

Es un discurso simplista, probablemente, pero aborrezco la sociedad narcisista que somos; capaces de mirar para otro lado cuando las circunstancias no nos agradan. Son muchos los que me han confesado que han dejado de ver las noticias y de informarse. Somos tan egoístas que ni siquiera queremos sentirnos culpables, porque no es una emoción agradable. Borramos y excluimos de nuestra realidad cualquier cosa que pueda denunciarnos y así poder seguir sintiéndonos bien con nosotros mismos, al precio que sea.

Es paradójico, pero mientras el resto del mundo celebra el nacimiento de un niño hace más de dos mil años, permitimos que, en esa misma tierra, mueran niños a centenares. Palestina se desangra. No hay hospitales para atender tantos heridos y muchos tienen que ser abandonados a su suerte. Mi admiración para toda la ayuda humanitaria que estos días, tan familiares -y el resto–, continúan en primera línea de batalla haciendo, para muchos, menos trágica esta desoladora tragedia.

Y es que, aunque nos pueda parecer lejano, todos los que están muriendo también son hijos de alguien, hermanos de alguien, padres de alguien, abuelos de alguien… maridos y mujeres, tíos, sobrinos o amigos.

Es por eso que este año a Sus Majestades de Oriente solo les quiero pedir una cosa: un poquito más de humanidad.

Y es que como reza el poema de John Donne, que Hemingway parafraseó para titular su novela ambientada en la Guerra Civil española, «ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti».

QOSHE - Las campanas doblan por ti - Mónica López Abellán
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Las campanas doblan por ti

11 3
06.01.2024

Estos días, de una forma más cruda e intensa, me oprime un sentimiento contradictorio que me hace desear, por un lado, unas Navidades idílicas y felices para mis hijos –la pequeña las vivirá por primera vez -, pero mientras me desvivo por que así sea, me atormentan las imágenes y situaciones que se dan en otros lugares del mundo como Siria, Gaza o Ucrania, por nombrar algunos. En ésta última donde ya llevan más de un año de ilegalidades y atentados ante la impasible mirada de todos los observadores.

Puede que mi discurso pueda resultar demagógico y, quizás, sin ponderar los principios de las actuales relaciones y la........

© La Opinión de Murcia


Get it on Google Play