De un tiempo a esta parte, venimos oyendo a personajes relacionados con la política (sobre todo en el bando de los que quieren abolir la Monarquía) decir eso de «yo no voté la Constitución», en un tono de rechazo hacia la misma en función de eso, de que ellos no votaron la Constitución. Incluso, hace unos días, una politóloga (en estos tiempos de marejada política estos especialistas crecen como setas) aparecía en una televisión justificando su petición de una nueva Constitución española apoyándose en eso tan simplón e infantil de «yo no voté la Constitución», como justificación de su rechazo

¿Quiere decir esto que cada generación tiene derecho a reclamar su protagonismo votando una nueva Constitución porque de otra manera no tienen obligación de respetarla? Porque el tono era justamente ese. Y esto lo dice gente que ha pasado por la universidad y a la que se le presuponen ciertos conocimientos, pero en esto se hace verdad eso que dicen de que «la pasión nubla el conocimiento», y es que ya saben que conocimiento y pasión han sido consideradas realidades contrapuestas porque, mientras el conocimiento se ubica dentro del ámbito de la razón, las pasiones se sitúan en el, a veces, inquietante ámbito de lo afectivo. Y en política hay afectos, pasiones, que hacen «perder el Oremus».

La primera Constitución conocida es la de EE. UU, sirviendo de ejemplo a muchas otras constituciones, sobre todo europeas. Una Constitución que fue sancionada en 1787 y que se actualiza con enmiendas. Pues bien, después de aquel lejano 1787, hasta la fecha, solamente se han realizado veintisiete enmiendas. En siglos, veintisiete enmiendas, y a nadie se le ocurre reclamar un plebiscito sobre ella porque es de otra generación, y ellos no la votaron. Y esa Constitución, que fue adoptada en su forma original el 17 de septiembre de 1787 por la Convención Constitucional de Filadelfia, también tuvo que ser ratificada por el pueblo en convenciones en cada estado en el nombre de «Nosotros el Pueblo». Es decir, de alguna manera, se aprobó también por referéndums. Como la Constitución Española, que fue aprobada por las Cortes Generales en sesiones plenarias del Congreso de los Diputados y del Senado el 31 de octubre de 1978, ratificada por el pueblo español en referéndum de 6 de diciembre de 1978 y sancionada por S.M. el Rey ante las Cortes, el 27 de diciembre del mismo año.

Es cierto que España solo ha conocido dos reformas, la primera de ellas en 1992, para permitir el sufragio pasivo en las elecciones municipales a los extranjeros, por exigencia del Tratado de Maastricht de la Unión Europea, y la segunda, en 2011, para introducir el concepto de estabilidad presupuestaria, en el marco de la crisis económica de 2008. Solo dos y ambas relacionadas con temas de la Unión Europea, pero es que nuestra Carta Magna nació en el siglo XX, y la de EE. UU en el siglo XVIII. Es decir, la Constitución Española camina por la senda de la normalidad.

Lo que subyace en las peticiones del nuevo plebiscito sobre la Constitución Española es el deseo de cambiar la forma política del Estado español, que es la monarquía parlamentaria: «el rey es el símbolo de la unidad y permanencia del Estado, arbitra y modera el funcionamiento de las instituciones y asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales». Y esto lo votaron los españoles libremente. Aquellos que podían votar, y que lucharon para que los que vinieran después tuvieran un país del que sentirse orgullos.

¿Saben qué les digo? Yo no. Yo no quiero que en España cambie la forma del Estado. Sencillamente, porque la monarquía me transmite seguridad, y, quizás, también porque solo de pensar en algunos personajes que en estos momentos podrían ser presidentes de una supuesta república, me echo a temblar.

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La votaron quienes tenían que votarla

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14.12.2023

De un tiempo a esta parte, venimos oyendo a personajes relacionados con la política (sobre todo en el bando de los que quieren abolir la Monarquía) decir eso de «yo no voté la Constitución», en un tono de rechazo hacia la misma en función de eso, de que ellos no votaron la Constitución. Incluso, hace unos días, una politóloga (en estos tiempos de marejada política estos especialistas crecen como setas) aparecía en una televisión justificando su petición de una nueva Constitución española apoyándose en eso tan simplón e infantil de «yo no voté la Constitución», como justificación de su rechazo

¿Quiere decir esto que cada generación tiene derecho a reclamar su protagonismo votando una nueva Constitución porque de otra manera no tienen obligación de respetarla? Porque el tono era justamente ese. Y esto lo dice gente que ha pasado por la universidad y a la que se le presuponen ciertos conocimientos, pero en esto se hace........

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