No se escucha el clamor de estar celebrando algún éxito, ni tampoco ayes que sugieran que se ha producido una tragedia. Ni se ve a la gente que acuda al trabajo con mejor cara que la de hace unos días. Ni el ascensor que suele atascarse en el «tercero» llega a funcionar como Dios manda. Todo continúa igual. Si acaso con algo menos de dinero en el bolsillo, por haber hecho un esfuerzo para preparar comidas especiales y hacer algún regalo. Todo sigue igual. Y no por falta de haber brindado con un cava de Zamora por el nuevo año. Ni por no haber tomado las uvas, coincidiendo con las campanadas del reloj de la Puerta del Sol de Madrid. Todos los años es lo mismo.

Deseos de mejorar en todos los sentidos y empeño en afrontar ciertas cosas que hasta el momento no nos atrevíamos a meterles mano. Pero no sirven para nada, ya que la vida continúa avanzando por una senda trazada por otros y no está dispuesta a cambiar de rumbo por mucho que invoquemos al dios Baco o el espectacular órgano reproductor de Rasputín, cuyo cumpleaños número 155 se celebra el día 21 de este mes.

No se sabe qué pasará cuando se implante de manera generalizada lo de la inteligencia artificial. Pero, mientras tanto, a poco que nos descuidemos, estamos expuestos a tomar leche sin lactosa y mermelada sin gluten para desayunar, porque los envases no son lo suficientemente explícitos para saber qué es lo que estamos comprando.

A pesar de todo, la gente se empeña en ponerse contenta en los fines de año. Mucho más contenta que cualquier otro día. Y se lanza en brazos de un jolgorio forzado de cuyo rédito solo pueden quedar satisfechos los tenderos, los comercios, y los locales de fiesta y de restauración.

Debe haber alguna razón que se me escapa. Porque, hacer este teatro un año, pase. Pero, repetirlo año tras año, pasando por los mismos ritos da que pensar.

Cuando desaparezcan las iluminaciones navideñas el aspecto de la ciudad no recordará para nada el regocijo de estos días. Y la vecina de al lado se seguirá quejando de lo mal que pasa los inviernos por mor del húmedo frio que inocula el Duero. Y el de la tienda de alimentación dirá que, como las ventas han bajado, el negocio no da para pagar el master que quiere hacer su hijo. Y el que tiene un automóvil con unos cuantos años se pregunta cuanto tiempo más podrá aguantar con él, bien por obsoleto o por la cosa de las medidas contra la contaminación atmosférica.

Nada ha cambiado. Ni se espera que cambie. Porque más pronto que tarde llegará la Semana Santa. Y con ella la primavera. Aunque tal coincidencia no sea garantía de nada, ya que raro es el año que se pasa sin agobios la semana de pasión. Porque, bien por pitos o por flautas, la lluvia suele hacer la puñeta. Y este año con dos casetas, como las de los «caballitos», al aire libre. Más focos de riesgo, porque los «pasos» se ven obligados a «hacer camping» en unas casetas de feria, ya que las obras del nuevo museo continúan retrasándose de manera alarmante, para no perder la costumbre.

Todo esto iba pensando en el taxi que me llevaba a urgencias médicas, porque los virus atacan por todas partes y nadie puede presumir de estar inmunizado al cien por cien. Conocedor de todo lo que pasaba en la ciudad, como gran parte de los taxistas, el conductor me iba diciendo que el tiempo de espera era de muchas horas, ya que la comunidad no contrataba médicos en número suficiente. De paso, también me contó que a él le habían operado hasta tres veces de una vértebra en Madrid. Así que, como para no pensar en aquello de ¡otro año que tal baila!

No me dijo nada distinto de lo que se comenta en todas partes, en esos o, en otros términos, de que la medicina pública no está siendo prioridad en ninguna comunidad autónoma. Para esto, parece que no hay algoritmo que valga.

Menos mal que el COVID no me había venido a hacer una visita, y con un antibiótico y poco más me quitaron de en medio. Eso sí, debo decir que fui tratado con deferencia para compensar el largo periodo de espera. Porque los médicos, a pesar de todo, siguen ejerciendo su profesión con dignidad.

Así que lo de celebrar la llegada de un nuevo año lo dejo para mejor ocasión.

QOSHE - ¡Otro año que tal baila! - Agustín Ferrero
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¡Otro año que tal baila!

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10.01.2024

No se escucha el clamor de estar celebrando algún éxito, ni tampoco ayes que sugieran que se ha producido una tragedia. Ni se ve a la gente que acuda al trabajo con mejor cara que la de hace unos días. Ni el ascensor que suele atascarse en el «tercero» llega a funcionar como Dios manda. Todo continúa igual. Si acaso con algo menos de dinero en el bolsillo, por haber hecho un esfuerzo para preparar comidas especiales y hacer algún regalo. Todo sigue igual. Y no por falta de haber brindado con un cava de Zamora por el nuevo año. Ni por no haber tomado las uvas, coincidiendo con las campanadas del reloj de la Puerta del Sol de Madrid. Todos los años es lo mismo.

Deseos de mejorar en todos los sentidos y empeño en afrontar ciertas cosas que hasta el momento no nos atrevíamos a meterles mano. Pero no sirven para nada, ya que la vida continúa avanzando por una senda trazada por otros y no está dispuesta a cambiar de rumbo por mucho que invoquemos al dios Baco o el espectacular órgano reproductor de Rasputín, cuyo cumpleaños número 155 se........

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