Por mucho que lo intenté no conseguí pasar las hojas de ningún periódico, porque parecían fundidas entre sí. Adoptaban la monolítica forma de un tocho. Pegadas unas a otras me resultó imposible acceder a su contenido. Al no disponer de rayos X, no pude infiltrarme en su interior, al modo de los espías de la CIA o de la KGB en las películas americanas. Así que, ese día, no me quedaba otra que resignarme a permanecer privado de noticias.

Como viene a resultar que soy un prensaadicto, o un adicto a la prensa, como se prefiera, empecé a cavilar sobre las alternativas que estaban a mi alcance, al objeto de poder acceder a las noticias del día. Así que, ni corto, ni perezoso, empecé a darle vueltas a la cabeza con la idea de pergeñar en mi imaginación un periódico virtual.

Primero lo intenté organizándolo por secciones. Pero sin el suficiente éxito, ya que no tenía claro si empezar por lo local, lo nacional o lo internacional. O por los programas de la tele o por los deportes. De manera que decidí dejarlo al libre albedrío, donde la estructura no correspondiera a un determinado orden.

Y así, me fueron llegando los temas más reiterativos que conforman el día a día de la información: la guerra en Palestina, la invasión de Ucrania por los rusos, las ocurrencias de las mellizas de Podemos y las amenazas del fugado de Waterloo.

Pero, desafortunadamente, me llegaban mezcladas unas con otras. Con las imágenes cambiadas de asunto, incluso intercaladas con algunos anuncios. De manera que lo mismo veía a Vinicius, jugador del Real Madrid, quejándose de que el público se metía con él, que la cabra de la Legión. ¿Pero qué relación podía existir, caso de haberla, entre personajes tan dispares?

Como la imaginación no conoce límites, enseguida me vino a la memoria la obra «La cabra o ¿Quién es Silvia?», que representó, hace 16 años, Josep María Pou, en el teatro Bellas Artes de Madrid. Una de las mejores obras del dramaturgo americano Edward Albee (Tres veces premio Pulitzer de Teatro), en la que un arquitecto de prestigio se enamoraba perdidamente de una cabra. Aquella era una tragedia, con un fondo muy profundo, donde se ponía en cuestión el respeto a terceros en la cosa del amor.

La cabra es un animal empático y poseedor de una gran memoria. Nada que tenga que ver con lo demoníaco, aunque con frecuencia se le relacione con ello. De ahí que resulte ser un animal simpático. Quizás tuviera algo que ver con otra de las imágenes amables que me habían venido minutos antes, como la del Portal de Belén, donde podría compartir espacio con la mula y el buey. Máxime cuando se está acercando la Navidad.

Una fiesta que sugiere justo lo contrario que ese ambiente enrarecido que nos oprime, donde las guerras no se sabe muy bien si son la causa o la consecuencia de algo.

Claro que no estaba muy seguro que lo de los animales en el Portal de Belén fuera una buena idea, pues podía no estar autorizado por la Ley de Protección Animal, por aquello de que la cabra no llegue a ser un animal doméstico.

Por si fuera poco, también me entró en la mollera, como un huracán, la vieja inquietud de no saber el motivo que impulsó a Albert Einstein a decir que de quien más había aprendido era del ingeniero Fiódor Dostoievski, y más concretamente de su obra «Los hermanos Karamazov». Cosa que también llegó a afirmar, tiempo después, el neurólogo Sigmund Freud. Quizás fuera por aquello de que «El secreto de la existencia no consiste solamente en vivir, sino en saber para qué se vive». Lo cierto es que nunca he sabido cuál es la clave de tal misterio, pues, en mi caso, tal pensamiento me suele venir cuando creo que lo tengo todo, aunque, lo cierto, es que no ansío nada.

Pasado ese día, en el que los periódicos no permitían entrar en sus contenidos, la situación volvió a adquirir su cauce normal, de tal modo que las noticias aparecían organizadas de la manera habitual, demasiado organizadas. Tan era así, que, en función del periódico que se leyera, la misma noticia aparecía destacada en portada, con grandes titulares, o escondida en un rincón de las páginas del interior. Todo mascado, y dispuesto para enguñirlo con o sin un trago de agua.

Esta fue la historia de una ausencia. Una ausencia de información. De esa que consumimos día a día.

QOSHE - Historia de una ausencia - Agustín Ferrero
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Historia de una ausencia

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15.12.2023

Por mucho que lo intenté no conseguí pasar las hojas de ningún periódico, porque parecían fundidas entre sí. Adoptaban la monolítica forma de un tocho. Pegadas unas a otras me resultó imposible acceder a su contenido. Al no disponer de rayos X, no pude infiltrarme en su interior, al modo de los espías de la CIA o de la KGB en las películas americanas. Así que, ese día, no me quedaba otra que resignarme a permanecer privado de noticias.

Como viene a resultar que soy un prensaadicto, o un adicto a la prensa, como se prefiera, empecé a cavilar sobre las alternativas que estaban a mi alcance, al objeto de poder acceder a las noticias del día. Así que, ni corto, ni perezoso, empecé a darle vueltas a la cabeza con la idea de pergeñar en mi imaginación un periódico virtual.

Primero lo intenté organizándolo por secciones. Pero sin el suficiente éxito, ya que no tenía claro si empezar por lo local, lo nacional o lo internacional. O por los programas de la tele o por los deportes. De manera que decidí dejarlo al libre albedrío, donde la estructura no........

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