Recuerdo haberle oído a un cura, en mi colegio de infancia, que no puede salvarse uno en solitario, aisladamente; que la única salvación posible es "en racimo", en grupo, con quienes te rodean y comparten tu vida. Él, claro, hablaba de religión, pero yo lo entendí en clave más amplia, de esfuerzo colectivo, de la unión hace la fuerza. Y fue una frase, una figura, que se me quedó grabada y nunca he olvidado. Creo que aquel cura dejó la sotana al poco tiempo, se casó, tuvo hijos e imagino que trató de formar su propio y familiar "racimo". Espero que tuviera suerte y se salvara de la soledad, del aislamiento, de la pelea vital sin suficientes lazos afectivos.

El caso es que de aquella pequeña lección de infancia ha pasado demasiado tiempo y la historia ha ido evolucionando en el sentido más opuesto que pudiera esperarse. El individualismo se ha impuesto. Me temo que ahora las lecciones que recibimos son justo al revés: preocúpate de ti, tu eres el centro, piensa en tu disfrute, vive el presente, eres una isla y a lo más que puedes aspirar es a ser parte de un archipiélago. Es el triunfo del neoliberalismo, nueva fase de un sistema que pone el dinero en el centro de nuestras vidas y hace de su acumulación el único afán digno de aplauso. Se nos quiere divididos, aislados, sumidos en nuestras mundos. Quedan pocos espacios comunes en los que encontrarnos. El ocio se disfruta, cada vez en mayor medida, sin salir de casa. Las calles y plazas se van haciendo inhóspitas al perder árboles, bancos, espacios de encuentro e incluso algo tan básico como los extinguidos aseos públicos. Las viviendas se planean para encerrarnos dentro, incluso si vas al campo, donde la vallas que las rodean son cada vez más altas y tupidas. Triunfa el coche individual frente al transporte colectivo. Y por ahí.

Ante todo lo cual, lo de salvarse en racimo, en comunidad, todos de la mano, suena hoy muy antiguo, desfasado, de curas o revolucionarios de hace un siglo. Y sin embargo, es la única solución posible ante el progresivo deterioro de esta pelotita hermosa que flota en la inmensidad y que llamamos Tierra o mundo. Y es también la única salida para las distintas partes o continentes o países o humildes provincias como ésta, que lo forman. Por eso he querido llamar "Lo común" a esta columna semanal con la que hoy regreso a mi querido diario provincial. Mal que les pese a los apóstoles de lo privado, del dinero y de sálvese quien pueda, todas nuestras esperanzas de mejora, en lo local y en lo universal, pasan por defender, potenciar y recuperar lo común, lo público, lo de todos. Y de eso, sin perder la sonrisa, iremos hablando desde aquí los viernes. Hasta el próximo.

QOSHE - El racimo - Braulio Llamero
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El racimo

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12.01.2024

Recuerdo haberle oído a un cura, en mi colegio de infancia, que no puede salvarse uno en solitario, aisladamente; que la única salvación posible es "en racimo", en grupo, con quienes te rodean y comparten tu vida. Él, claro, hablaba de religión, pero yo lo entendí en clave más amplia, de esfuerzo colectivo, de la unión hace la fuerza. Y fue una frase, una figura, que se me quedó grabada y nunca he olvidado. Creo que aquel cura dejó la sotana al poco tiempo, se casó, tuvo hijos e imagino que trató de formar su propio y familiar "racimo". Espero que tuviera suerte y se salvara de la soledad, del aislamiento, de la pelea vital sin suficientes lazos afectivos.........

© La Opinión de Zamora


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