Lo peor que podían decir de ti antaño (y hogaño) era aquello de:

—Míralo, no tiene ni dónde caerse muerto.

El colmo de la pobreza. Ser tan desposeído que no tuvieras ni un lugar para derrumbarte. Hoy quizá haya que retocar el dicho:

—Míralos, no tienen ni dónde caerse vivos.

Porque eso es lo que les pasa a cada vez más personas y particularmente a los jóvenes, a quienes alcanza la edad de abandonar el nido y descubren que los nidos ya no se los hace uno en cualquier árbol o seto; hay comprarlos, en el libre mercado, y como son esenciales, imprescindibles y cada vez hay más “pájaros” los precios se vuelven inalcanzables.

El problema de la vivienda es inseparable del derecho a la vida. Nadie discute éste. Todos, puesto que existimos, tenemos derecho a vivir. Es el primero y más básico de los derechos humanos. Pero solo podemos ejercer ese derecho si tenemos dónde y con qué. La Constitución española declara que todos tenemos derecho a un vivienda digna y adecuada, atribuyendo a los poderes públicos la obligación de promover las condiciones necesarias y establecer las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho (artículo 47). Los poderes públicos incumplen eso, como tantos otros artículos, pero no pasa nada. La cárcel, las sanciones, se inventaron para el común, para los de abajo, para quienes no pueden ni “ganarse" la vida.

Vivienda es lo mismo que viviendo y que vida. Dejar algo tan básico y esencial al albur de la mano estranguladora del mercado (lo de libre es cachondeo de millonarios) es un desatino solo comprensible en este fin de civilización en el que parecemos hallarnos. Y, ojo, que no estoy propugnando ideas colectivistas extremas, con funcionarios construyendo y repartiendo las casas. Eso ya se ha probado y mejor lo olvidamos. Pero han infinitas soluciones intermedias, con poderes públicos mediando, interviniendo, dinamizando, incrementado la oferta, hasta conseguir precios equilibrados, asequibles y donde nadie pueda acabar diciendo que no tiene ni dónde caerse muerto o dónde levantarse vivo.

El desbocado precio de la vivienda, sin soluciones eficaces para la inmensa mayoría que apenas cobra el SMI e incluso menos, lo que nos indica es lo solos que estamos frente a los señores del dinero. Estos han convertido en despiadado negocio la obtención de un bien básico y quienes deberían poner límite y coto, miran para otro lado o directamente cooperan con ellos, porque, como decían en mi pueblo natal, lo mejor es acercarse a los ricos porque siempre se les puede caer algo del bolsillo… Y añado: los poderes públicos no son solo el gobierno central. En nuestro Estado compuesto, cuasi federal, los gobiernos autonómicos tienen más competencias en todo lo básico. Y ahí deberían volcarse si pensaran en lo común y no solo en los del riñón bien forrado.

QOSHE - Vivir, viviendo, vivienda - Braulio Llamero
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Vivir, viviendo, vivienda

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26.01.2024

Lo peor que podían decir de ti antaño (y hogaño) era aquello de:

—Míralo, no tiene ni dónde caerse muerto.

El colmo de la pobreza. Ser tan desposeído que no tuvieras ni un lugar para derrumbarte. Hoy quizá haya que retocar el dicho:

—Míralos, no tienen ni dónde caerse vivos.

Porque eso es lo que les pasa a cada vez más personas y particularmente a los jóvenes, a quienes alcanza la edad de abandonar el nido y descubren que los nidos ya no se los hace uno en cualquier árbol o seto; hay comprarlos, en el libre mercado, y como son esenciales, imprescindibles y cada vez hay más “pájaros” los precios se vuelven inalcanzables.

El problema de la vivienda es........

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