Noventa años habría cumplido Claudio Rodríguez el 30 de enero, como muy oportunamente viene recordando este periódico, el mayor poeta zamorano de todos los tiempos y uno de los poetas españoles más relevantes del siglo XX. Como pequeño homenaje he ido a recordarle en una pequeña calle madrileña que lleva su nombre. Tiene unos treinta metros entre las calles Corazón de María y Clara del Rey, en donde vivió Claudio en sus últimos años. Por allí anduvo solo o con su mujer Clara Miranda hasta que falleció el 22 de julio de 1999.

Tuve la suerte de hablar con Claudio en varias ocasiones: en la Casa de Zamora en Madrid, cuya biblioteca lleva su nombre, y en colegios mayores madrileños mientras hablaba de su creación poética. En abril de 1998 asistí a un homenaje que se le dio en el Centro de Estudios de la Poesía de la Universidad Popular José Hierro de San Sebastián de los Reyes. Estaba previsto que al final del homenaje Claudio recitara un poema. Según dijo, versaba sobre la hospitalidad, uno de los conceptos más recurrentes en sus poemas.

Buscó y rebuscó en los bolsillos de la chaqueta y de los pantalones y no lo encontró. Se encogió de hombros y dijo con toda naturalidad: "Pues no lo encuentro". Le dimos un gran aplauso. Poco antes, un hijo del poeta Francisco Brines, gran amigo de Claudio, recitó el poema "Ballet del papel", dedicado al propio Brines en su poemario "El vuelo de la celebración". Tengo especial devoción a esta obra porque me la dedicó Claudio con este texto: "A Gerardo, con mi compañía en la poesía y con un abrazo zamorano, Madrid 1997".

Han transcurrido veinticinco años de la muerte de Claudio, pero nos quedan sus poemas, en los que palpitan las calles, la gente, el aire y el Duero a su paso por Zamora. Poesía pura, que encandiló al propio Vicente Aleixandre después de publicar su primer libro "Don de la ebriedad", premio Adonais en 1953. De hecho, Claudio le dedicó "Conjuros", su segundo libro de poemas. Comentó Claudio en una de sus charlas a la que asistí que el poema "A mi ropa tendida" lleva como subtítulo "El alma" porque así se lo pidió Vicente Aleixandre. Y subrayó: "Le hice caso por respeto, pero hoy no le haría caso". Después de todo, Aleixandre es el gran poeta de la exaltación amorosa y Claudio el de la contemplación y el asombro.

Conservo un recorte del suplemento "El cultural" de ABC en el que Carlos Bousoño homenajeaba a Claudio en el primer aniversario de su muerte. Titula el comentario "Claudio Rodríguez: ser y canto" y asegura: "Los poetas más grandes no carecen de poemas sobrantes; incluso un poeta que escribió poquísimos versos, San Juan de la Cruz, incurre en esa misma deficiencia. Claudio, no. En Claudio es oro todo lo que reluce. Todo es joya: acabada, perfecta".

Esta perfección está estrechamente vinculada a su tierra y a su contemplación. Ningún poeta de la llamada generación del 50 tuvo tanta experiencia vital y amorosa del campo. Esta pertenencia al agrio no solo configura un paisaje poético, sino que constituye el nervio de su poesía. Y es aquí donde afloran sus orígenes zamoranos. La poesía de Claudio es zamorana por los cuatro costados: desde esa irrupción grandiosa en el primer poema de "Don de la ebriedad", "Siempre la claridad viene del cielo", hasta la comprobación metafísica y casi franciscana en el último poema de su último libro "Casi una leyenda": "Tú no sabías que la muerte es bella".

Por eso, es imposible entender en toda su profundidad la poesía de Claudio sin una referencia a la tierra zamorana, de la que se nutre. Como muy bien ha subrayado el catedrático zamorano Luis García Jambrina, que elaboró su obra póstuma titulada "Aventura", Zamora y Claudio Rodríguez forman una pareja indisoluble, como Miguel de Unamuno y Salamanca, Antonio Machado y Soria, Franz Kafka y Praga, James Joyce y Dublín, Charles Baudelaire y París. Pero en todos estos escritores –y Claudio no es una excepción– las ciudades se convierten en metáfora y símbolo de todo el universo. La gente que las habita representa a toda la humanidad.

QOSHE - Claudio Rodríguez aún vive - Gerardo González Calvo
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Claudio Rodríguez aún vive

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01.02.2024

Noventa años habría cumplido Claudio Rodríguez el 30 de enero, como muy oportunamente viene recordando este periódico, el mayor poeta zamorano de todos los tiempos y uno de los poetas españoles más relevantes del siglo XX. Como pequeño homenaje he ido a recordarle en una pequeña calle madrileña que lleva su nombre. Tiene unos treinta metros entre las calles Corazón de María y Clara del Rey, en donde vivió Claudio en sus últimos años. Por allí anduvo solo o con su mujer Clara Miranda hasta que falleció el 22 de julio de 1999.

Tuve la suerte de hablar con Claudio en varias ocasiones: en la Casa de Zamora en Madrid, cuya biblioteca lleva su nombre, y en colegios mayores madrileños mientras hablaba de su creación poética. En abril de 1998 asistí a un homenaje que se le dio en el Centro de Estudios de la Poesía de la Universidad Popular José Hierro de San Sebastián de los Reyes. Estaba previsto que al final del homenaje Claudio recitara un poema. Según dijo, versaba sobre la hospitalidad, uno de los........

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