Ya se han acabado las buenas palabras, los excelentes deseos, las promesas y los compromisos navideños, así que hemos recuperado la normal anormalidad de las estridencias verbales, la agresividad oral (y casi de la otra), la crispación y demás frutos de la época que nos está tocando vivir. Con ser esto dramático y duro, lo más peligroso es que da la impresión de que lo aceptamos sin rechistar, como si no hubiera otro remedio, como si nuestra sociedad se orientara hacia la tensión y el enfrentamiento en lugar de hacia el respeto y el apretón sincero de manos, como si, para ser alguien, necesitáramos hundirnos en el lodazal en vez de nadar en aguas limpias. Es sorprendente, pero conforme pasa el tiempo, y se agravan las situaciones, no buscamos salidas solidarias y generosas, sino que nos adentramos en la oscuridad de un túnel sin ventanas ni esperanzas luminosas.

Y todos estos choques de declaraciones y frases leñeras ya no se producen únicamente en el Congreso, o en supuestas ruedas de prensa (en muchas ya no se permiten preguntas) o en lo que los periodistas llamamos canutazos, es decir en mini interviús en las puertas o en los pasillos de un edificio mientras el político de turno va caminando hacia un acto de cualquier tipo. No, nada de eso; ahora se ha dado un paso más hacia el vacío; ahora muchas de las "grandes" palabras, de las declaraciones "explosivas" de los anuncios que "mejorarán" nuestro futuro se realizan en los conocidos como "desayunos informativos". O sea, los humildes desayunos de toda la vida trasformados en ejes vitales del mañana. Nuestro porvenir entre cafés, churros, cruasanes, torrijas y otras exquisiteces culinarias.

Madrid se está convirtiendo en un inmenso desayuno. Y ya saben: si algo se pone de moda en Madrid, pronto nos llegará aquí; atenuado, con sordina, capitidisminuido, pero llegará, no lo duden. Lo que pasa es que, como por estos pagos hay menos cargos y menos hoteles y restaurantes, sus efectos serán menores y no tendrán la misma repercusión que los desayunos con ministros, líderes de la oposición, disidentes de todo pelaje y condición y así sucesivamente. Además, en provincias como ésta, hay pocos medios de comunicación y, por tanto, los citados desayunos podrían hacerse en una mesita. Bastantes pegas, pero por intentarlo que no quede.

Todas estas reflexioncillas vienen a cuenta de un hecho que observo (y en ocasiones, sufro) a diario. Pones la radio a una hora temprana y, zas, todo son declaraciones de autoridades y aspirantes a serlo soltadas en ¿adivinan? un desayuno informativo en un establecimiento madrileño. Esas palabras sirven como hilo para varias horas porque el periodista tiene que preguntarle por ellas a un adversario político en otro ¿adivinan? desayuno informativo que se celebra al lado. Es lo que se conoce como buscar reacciones. Y si estas son fuertes, recias, que dan juego, pues, hala, a pedir su opinión a un tercero que participa ¿adivinan? en otro desayuno informativo. Y así podríamos seguir hasta el infinito. Lo que sucede es que los tres políticos citados tienen que acudir a otro acto previo a un almuerzo (informativo, claro) en el que serán preguntados por sus declaraciones anteriores, que serán el inicio de otra retahíla similar a la descrita.

Reconozco que eso de los desayunos informativos me tiene enganchado. He ejercido el periodismo activo durante cerca de 35 años y no fui nunca a uno de ellos. Entonces, las cosas eran más sencillas y se las llamaba por su nombre: ruedas de prensa, entrevistas. No había café ni infusiones, pero se podía preguntar y repreguntar. Ahora, mientras mojas los picatostes, los gabinetes de prensa o los directores de comunicación ya te están mandando, debidamente editadas, las palabras de su jefe que quieren (él y ellos) que destaques. ¿Qué ha dicho el ministro? Espera que llegue a la redacción y te lo digo. ¿Qué ha dicho el consejero? Espera que lea el comunicado oficial y te saco de dudas.

Por todo ello es necesario organizar aquí desayunos informativos. Y cuantos más, mejor. ¿Qué no hay personajes importantes para convertirlos en protagonistas? Ya los buscaremos; no nos rindamos; no nos podemos quedar atrás; los desayunos son un síntoma de modernidad, de progreso y, si me apuran, de inteligencia artificial. ¿Qué futuro nos aguarda si no desayunamos como se estila en los grandes círculos de Madrid? Ninguno. Además, ¡cómo nos sentimos de realizados si alguien nos pregunta de dónde venimos y respondemos "de un desayuno informativo"! No hay mayor placer en el mundo.

QOSHE - Todos a desayunar - Luis Miguel De Dios
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Todos a desayunar

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28.01.2024

Ya se han acabado las buenas palabras, los excelentes deseos, las promesas y los compromisos navideños, así que hemos recuperado la normal anormalidad de las estridencias verbales, la agresividad oral (y casi de la otra), la crispación y demás frutos de la época que nos está tocando vivir. Con ser esto dramático y duro, lo más peligroso es que da la impresión de que lo aceptamos sin rechistar, como si no hubiera otro remedio, como si nuestra sociedad se orientara hacia la tensión y el enfrentamiento en lugar de hacia el respeto y el apretón sincero de manos, como si, para ser alguien, necesitáramos hundirnos en el lodazal en vez de nadar en aguas limpias. Es sorprendente, pero conforme pasa el tiempo, y se agravan las situaciones, no buscamos salidas solidarias y generosas, sino que nos adentramos en la oscuridad de un túnel sin ventanas ni esperanzas luminosas.

Y todos estos choques de declaraciones y frases leñeras ya no se producen únicamente en el Congreso, o en supuestas ruedas de prensa (en muchas ya no se permiten preguntas) o en lo que los periodistas llamamos canutazos, es decir en mini interviús en las........

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