Como si no tuviéramos problemas suficientes o cosas para resolver, en un país en el que la política y su ejercicio se han degenerado a extremos que sobrepasan toda lógica o razón, nos encontramos ahora enfrascados en la discusión, por supuesto falsa, pero sofisticada, de lo que dicen los medios y algunos de sus “politólogos” de cabecera, que han demostrado tener más cráneo que cerebro cuando expresan su reacción a una situación que dan como real, cuando no pasó de ser una referencia en un discurso, sin que llegara a convertirse en propuesta del Estado.
La convirtieron en una aparente realidad los que se han encargado desde siempre, con titulares equivocados, pero llamativos; con afirmaciones basadas en supuestos, que dan como hechos en curso, desorientando a la población en general y a los ciudadanos que leen por encima los titulares o escuchan lo que dicen y lo dan por cierto, convirtiéndose en agentes de desinformación periodística y caos nacional.
Las reformas a la Constitución no son nada nuevo en este país. Podemos citar que desde su promulgación, a la Asamblea Nacional Constituyente del 91 se le han hecho reformas varias veces, sin contar con el visto bueno del constituyente primario, que es el que teóricamente manda, y cuando no lo hace, encarga para eso a los que elige para que lo representen en las distintas instancias del poder legislativo. El problema principal radica en que en Colombia los congresistas no respetan a quienes los eligieron y por eso no les responden con sus actuaciones u omisiones en el desempeño de sus cargos.
Eso confirma de manera directa que los que aspiran a posiciones de poder, acuden a comunidades y a grupos políticos, a quienes dicen representarán, solo movidos por el afán de conseguir sus votos y poder acceder a un puesto, muchas veces inmerecido, en los que fueron creados como recintos sagrados de la política, convertidos por intereses personales o de grupúsculos en un verdadero prostíbulo, en el que se venden al mejor postor; no tienen vergüenza en cambiar de opinión, contra lo que plantearon para convencer a sus electores, porque lo que estos piensen o puedan hacer, los tiene sin cuidado, sabiendo el grado de impunidad, la falta de acción de las altas cortes en las acciones de pérdida de investidura, ahora selectivamente acuñadas y rápidas para el grupo que con un pacto llegó al poder.
No sabemos ya qué es peor, si la politización de la justicia, la pestilente y despreciable actuación de la mayoría de los congresistas o la indiferencia con la que la gente responde a los abusos y coartadas que desde esos organismos y entes se realizan para hacer que continuemos en un país a la deriva, con oposición a la expedición de leyes que van en beneficio de las mayorías; solo porque grupos poderosos, pero minoritarios, patrocinan el caos de manera que no cambien las condiciones en las cuales han podido usufructuar los beneficios de los recursos públicos, contra toda lógica y razón, sabiendo que no serán investigados y tendrán funcionarios que les archivarán los procesos, porque están comprados por ellos y actúan como sus mensajeros y servidores.
No sobra recordar que durante los gobiernos que antecedieron al actual, se presentaron 57 actos legislativos para reformar la CN del 91, de los que 45 han sido reformas o enmiendas formales no transitorias, y de esas 45, 41 fueron declaradas exequibles por la Corte Constitucional. César Gaviria le hizo 3 reformas en su periodo presidencial entre 1990 y 1994, en el corto periodo que siguió a la Constituyente, como un insulto al legado que le encargaron en un entierro los hijos de Luis Carlos Galán. Ernesto Samper le hizo 4 entre 1994 y 1998, a pesar de todo el tiempo perdido en los senderos recorridos por el “Elefante” defendiéndose de la narco financiación de su campaña por el Cartel de Cali. Andrés Pastrana entre 1998 y 2002 le hizo 7 reformas, además de entregar un área de 47.000 kilómetros cuadrados, a las Farc en el Caguán mediante Resolución 85 del 14 de octubre de 1998 (eso sin contar con que escribió su único aporte a la cultura, con el prólogo del libro del actor Fernando Allende, un actor de televisión). Álvaro Uribe, el imputado innombrable, le hizo 19 reformas entre 2002 y 2010. Juan Manuel Santos entre 2010 y 2018 hizo 19. El títere que nos antecedió como presidente, Iván Duque, solo le hizo 5.
Ahora todos ellos sientan cátedra y se oponen a cambios en la Constitución porque “son lesivos para la estabilidad política, social y económica del país”. La pregunta es: ¿a que le tienen miedo?

QOSHE - Las nuevas constituyentes - Flavio Restrepo Gómez
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Las nuevas constituyentes

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21.03.2024

Como si no tuviéramos problemas suficientes o cosas para resolver, en un país en el que la política y su ejercicio se han degenerado a extremos que sobrepasan toda lógica o razón, nos encontramos ahora enfrascados en la discusión, por supuesto falsa, pero sofisticada, de lo que dicen los medios y algunos de sus “politólogos” de cabecera, que han demostrado tener más cráneo que cerebro cuando expresan su reacción a una situación que dan como real, cuando no pasó de ser una referencia en un discurso, sin que llegara a convertirse en propuesta del Estado.
La convirtieron en una aparente realidad los que se han encargado desde siempre, con titulares equivocados, pero llamativos; con afirmaciones basadas en supuestos, que dan como hechos en curso, desorientando a la población en general y a los ciudadanos que leen por encima los titulares o escuchan lo que dicen y lo dan por cierto, convirtiéndose en agentes de desinformación periodística y caos nacional.
Las reformas a la Constitución no son nada nuevo en este país. Podemos citar que desde su promulgación, a la Asamblea Nacional Constituyente del 91 se le han hecho........

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