La cultura occidental nos modeló durante cinco siglos y querer sacudirse de esa influencia en 20 años es una ligereza que nos puede conducir a encarar los conflictos como Europa: con sangre.

El “buen vivir” o suma kamaña no es nuevo, la civilización china ya argumentó sobre el rol del ser humano sobre la Tierra y su mejor forma del estar. Así, Confucio (551 a.n.e. – ¿?) consideró que el Estado debería ser paternalista bajo ciertas condiciones morales. La China se debatía entre la corrupción e inestabilidad, condiciones que impulsaron los debates para salir de ese círculo perverso durante el periodo de las primaveras y otoños (siglo VIII a.n.e.), etapa de armonía y prosperidad que permitió a la China el florecimiento de la filosofía, el arte y la literatura. La historia nos enseña que solo en esas condiciones es posible el florecimiento de un Estado y su cultura.

Para Confucio era imprescindible que los seres humanos deberían ser junzi o seres superiores con las virtudes de la fidelidad y la sinceridad, como un buen ejemplo para el resto: si el deseo de un líder es el bien, la gente será buena. Un reflejo de la relación entre un padre amante y un hijo obediente, relación que impera hasta ahora en el gigante asiático y permeó a todas las culturas orientales y sus ritualidades para preservar esta interfamiliaridad como modelo moral.

“Lo que sabes, sabes; y lo que no sabes, no sabes. Esa es la verdadera sabiduría”, apostrofaba Confucio a la hora de viabilizar el ingreso de los individuos a la administración del Estado.

Desde una perspectiva parecida, el filósofo Mo Di (c. 470-391 a.n.e.), consideraba que las cualidades y la cualificación para desempeñar altos cargos eran necesarios: el estudio y la aptitud y no el origen familiar, de esa manera se evitaba el nepotismo y el cuoteo entre amigos; ya prefiguraba la creación de grupos políticos entre círculos sociales de amigos.

Platón (427 a.n.e.) también promovía la vida buena generada como misión de los gobernantes, insistiendo en la capacidad intelectual y el conocimiento de la ética y la moral; aseguraba que solo los filósofos poseen esa capacidad y ese conocimiento, por lo tanto solo éstos deberían obtener el poder político, de otra manera las polis o ciudades jamás resolverían sus problemas.

Aristóteles corroboraba que los conocimientos se adquirían por observación y no por razonamientos intelectuales, la ciencia política debía basarse en datos empíricos, organizados y clasificados de la misma forma que el mundo natural. Planteó dos preguntas para dirimir discusiones al viento: ¿Quién gobierna? y ¿en nombre de quién gobierna? Para éste existen seis formas de gobierno: los gobiernos unipersonales, plasmados en las monarquías y las tiranías; los gobiernos de una minoría selecta como la aristocracia y la oligarquía; y el gobierno de la mayoría, generada por un orden civil democrático.

Durante estos periodos surgieron muchas teorías, en la india Chanakia (c. 350- c. 275 a.n.e.) ratifica que es imprescindible tener conocimiento y cualidades personales para gobernar y promueve consejeros para evitar acciones erróneas. Durante este largo proceso se elucubraron muchas posiciones y la religión se encaramó para apalancar a los grupos de poder y ofrecer una buena vida en este mundo y en el más allá: todas fracasaron, la perfección no existe. Así, el realismo político advirtió de la codicia y el afán del oro de los humanos, lo que perfora el moralismo político a la hora de asaltar el poder. Maquiavelo se convirtió en la antorcha del nuevo orden que perdura hasta ahora. El nacimiento de las ideologías dinamitó ambas tesis, pero sin abandonar sus postulados básicos; así Marx esculpió su postulado sobre la filosofía política que solo interpreta el mundo y el objetivo es cambiarlo en busca de un buen vivir.

Ahora, la élite republicana boliviana, que reprodujo la colonialidad para no perder sus privilegios, calibra la pugna interna del oficialismo como la ocasión propicia para retomar el poder, inspirados en Milei y Trump. Para ello organiza reuniones sociales en hoteles, con el propósito de sacar de la manga un outsider de boutique que compita en la arena política con el maltrecho oficialismo. Aislados de la calle, del mercado y de las clases populares, no ven un horizonte real. Varios asomarán sus rostros sonrientes.

Édgar Arandia Quiroga es artista y antropólogo.

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19.11.2023

La cultura occidental nos modeló durante cinco siglos y querer sacudirse de esa influencia en 20 años es una ligereza que nos puede conducir a encarar los conflictos como Europa: con sangre.

El “buen vivir” o suma kamaña no es nuevo, la civilización china ya argumentó sobre el rol del ser humano sobre la Tierra y su mejor forma del estar. Así, Confucio (551 a.n.e. – ¿?) consideró que el Estado debería ser paternalista bajo ciertas condiciones morales. La China se debatía entre la corrupción e inestabilidad, condiciones que impulsaron los debates para salir de ese círculo perverso durante el periodo de las primaveras y otoños (siglo VIII a.n.e.), etapa de armonía y prosperidad que permitió a la China el florecimiento de la filosofía, el arte y la literatura. La historia nos enseña que solo en esas condiciones es posible el florecimiento de un Estado y su cultura.

Para Confucio era imprescindible que los seres humanos deberían ser junzi o seres superiores con las virtudes de la fidelidad y la sinceridad, como un buen ejemplo para el resto: si el deseo de un líder es el bien, la........

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