El deporte plurinacional de los bolivianos es la danza. Si preguntamos a los habitantes de todo el territorio, un importante porcentaje reconocerá que participó alguna vez en alguna danza, tal vez en su época de la escuela o el jardín de niños (a la fuerza), en el colegio (bailar como robot y no danzar, estimulado por el pito del profesor de Educación Física)) o, luego de ese periplo, danzar como un ritual para un santo o una virgen en las entradas folklóricas que llenan el calendario con más fiestas que días tiene el año. Muchos, ya de adultos, lo hacen por mostrarse en su fraternidad (han acumulado bienes y capital), también es una manera de expandir sus redes sociales y personales para concertar negocios, matrimonios, compra y venta de bienes; vale decir que es una especie de bolsa de valores abierta por la danza y bendecida por los santos, tatas, vírgenes a los que hacen bajar del cielo a compartir con sus cofrades. El tiempo de la fiesta, como el arte, es un espacio de vivencia existencial, es el tiempo congelado, te olvidas de todos los problemas prosaicos de la vida: la danza te comunica contigo mismo y establece un vínculo con tu comunidad espiritual, a diferencia del baile que es un acto lúdico simple para divertirse.

Un conocimiento básico para ser legislador —pensamos a la hora de votar por ellos— es que deberían conocer la intimidad de su pueblo, de entenderlo, servirlo y amarlo. Eso pretenden los educadores, cuando en cada acto de clausura se emocionan y les brota un nacionalismo barato cuando enuncian su “amor a la patria” al ver las danzas de las diferentes regiones, de pronto su espíritu edil se evapora y brota el sentimiento de Estado.

Los legisladores, en su mayoría, hombres y mujeres, demostraron su bajo nivel instructivo en conocimientos de la geografía de sus regiones, sus potenciales productivos, niveles de pobreza, índice de analfabetismo y el promedio de vida. Los que tuvimos la esperanza de contar con legisladores que promuevan soluciones de desarrollo integral para sus regiones, fuimos estafados: gritan, insultan, agreden físicamente a sus oponentes y dan un espectáculo deplorable y deprimente. El circo romano en que han convertido la Asamblea aburre e irrita. Siempre se alude al lenguaje de las kh’ateras de los mercados para significar que son groserías y carecen de educación moral, sin embargo, las vendedoras tienen creatividad a la hora de enfrentarse; no podemos decir lo mismo de los legisladores, pues siempre acuden a su rancio repertorio desatado por sus obsesiones maníacas. Seguro que la mayoría no está enterada —reacios como son a la lectura— que conocer la intimidad histórica de un pueblo también se aprende a través de sus danzas.

Los colegios privados y estatales organizan festivales de danzas folklóricas, organizadas por los profesores de Educación Física que privilegian las capacidades cinéticas y psicomotrices, como parte de sus competencias pedagógicas para las que fueron formados, dejando de lado el origen de cada danza, su calendario agrario, la simbología de los pasos y la vestimenta, la etapa de su aparición histórica, su probable evolución y desarrollo estético, hasta convertirse en el cuerpo más extendido de las culturas bolivianas con expresiones colectivas en todo el territorio. Los políticos aprovechan estos escenarios, los usan como vitrina para mostrarse y potabilizarse ante las clases populares y medias que aman estas muestras de fe sincrética y cohesión social que los partidos políticos son incapaces de lograr.

Calculan que en la sede de gobierno existen más de 300 instituciones privadas de danza, sin contar las estatales y municipales. Estos grupos que forman danzarines sostienen un aparato pedagógico valioso que no es aprovechado, como parte de la formación del habitante con una visión de Estado plurinacional.

Recientemente fuimos a ver una puesta del grupo Bafopaz (Ballet Folklórico de La Paz), que, a través de las danzas ajustadas por un guión histórico, permitió apreciar el poderoso acervo cultural que atesoramos y no lo aprovechamos apropiadamente para formar a las nuevas generaciones, que requieren referentes que cohesionen todas las regiones de este proyecto de Estado republicano que agoniza. Nos curó del tedio que nos provocan los protervos políticos.

Édgar Arandia Quiroga es artista y antropólogo.

QOSHE - La danza cura el tedio - Édgar Arandia Quiroga
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

La danza cura el tedio

9 0
03.12.2023

El deporte plurinacional de los bolivianos es la danza. Si preguntamos a los habitantes de todo el territorio, un importante porcentaje reconocerá que participó alguna vez en alguna danza, tal vez en su época de la escuela o el jardín de niños (a la fuerza), en el colegio (bailar como robot y no danzar, estimulado por el pito del profesor de Educación Física)) o, luego de ese periplo, danzar como un ritual para un santo o una virgen en las entradas folklóricas que llenan el calendario con más fiestas que días tiene el año. Muchos, ya de adultos, lo hacen por mostrarse en su fraternidad (han acumulado bienes y capital), también es una manera de expandir sus redes sociales y personales para concertar negocios, matrimonios, compra y venta de bienes; vale decir que es una especie de bolsa de valores abierta por la danza y bendecida por los santos, tatas, vírgenes a los que hacen bajar del cielo a compartir con sus cofrades. El tiempo de la fiesta, como el arte, es un espacio de vivencia existencial, es el tiempo congelado, te olvidas de todos los problemas prosaicos de la vida: la danza te........

© La Razón


Get it on Google Play