Extraño año el que se nos va. Desordenado, incierto y de difícil lectura. La incertidumbre económica y política se instaló como el principal rasgo de la gobernabilidad del país. Uno siente que algo está muriendo, pero hay muy pocas certezas sobre lo que viene en el futuro. Al mismo tiempo, varias de las viejas estructuras siguen ahí, erosionadas y cuestionadas, pero aún organizando nuestra vida social y política.

Fue quizás el primer año de eso que algunos denominamos interregno, es decir, un tiempo político en el que la vieja gobernabilidad que sostuvo los 15 años de hegemonía masista está pereciendo, mientras los nuevos dispositivos de gobierno y de organización socioeconómica no terminan de emerger. Por si acaso, la recomposición puede durar muchos años y no necesariamente implica el ocaso del MAS ni menos aún de la economía y la sociedad que emergieron en los últimos dos decenios.

Las aparentes contradicciones en las más recientes mediciones de opinión pública se entienden mejor desde esa perspectiva. Por un lado, es ya muy evidente el derrumbe de las expectativas sobre el buen funcionamiento de la política y particularmente de la economía, y la consolidación de un clima social negativo y pesimista. Sentimientos presentes en todos los segmentos sociales y de simpatía partidaria.

Sin embargo, en medio de esa desazón, se mantiene un apoyo de alrededor del 40% de ciudadanos a la gestión gubernamental, resultado mediocre desde la perspectiva de la aprobación que anteriores gestiones masistas sostuvieron durante más de un decenio, en torno al 55%, pero que a la vista de los problemas económicos y el grave conflicto al interior del oficialismo que se exacerbó en este año, es remarcable. Lo interesante es que esa favorabilidad se sostiene gracias a personas que se adscriben tanto en el arcismo como el evismo y a un tercer grupo de insatisfechos con ambos liderazgos.

De igual modo, en los mundos opositores, el 40-45% de ciudadanos que rechazan al oficialismo sigue bastante estable, tanto en su sociología como en su concentración territorial. Pero, como ya se observaba desde hace mucho tiempo, este es un bloque notablemente insatisfecho con la oferta de liderazgos existente actualmente y con tendencia a la fragmentación.

Alguien diría, a partir de ambos datos: sin novedad en el frente. Pero, el temblor está en otro lado, como nunca había sucedido, la duda y la fragmentación están creciendo en ambos sectores, es decir, está emergiendo un inédito escenario de bloques políticos sociológicamente y emotivamente estables, es decir, de identidades masistas y opositoras más fuertes de lo que se supone, pero con una notable insatisfacción con la oferta electoral y las dirigencias que pretenden representarlos.

Paralelamente, esa insatisfacción creciente está debilitando las fronteras entre ambos segmentos, alimentando la volatilidad y la deslealtad de muchos con sus adhesiones políticas tradicionales. Por eso, en ciertos momentos, cuando la molestia con el desorden político o la falta de resultados económicos se amplifican, esos sentimientos no se traducen en un juego suma cero de fortalecimiento de uno de los bloques polares y debilitamiento del otro, sino en el crecimiento de los espacios de indefinición política, de rechazo a toda la clase política o simplemente de desconexión de las cuestiones públicas, sentimiento que en ciertos meses llegaron a agrupar a casi 4 de 10 ciudadanos según algunas encuestas.

Como se puede ver, hay pues una coexistencia entre las adhesiones al viejo mundo político polarizado con un malestar creciente con toda la oferta política y las dirigencias, lo cual explica la incertidumbre, pero también las inercias y la estabilidad de un sistema político que no está funcionando bien, en eso hay gran consenso, pero que es lo que hay, por el momento.

Desde una perspectiva más estructural, en este año se revelaron, de igual manera, los límites del modelo de crecimiento económico y la urgente necesidad de reinventarlo y adecuarlo no solo a una sociedad que cambió y está exigiendo otros necesidades e instrumentos, sino a un mundo cambiante y en una recomposición geopolítica y tecnológica de gran alcance.

Y si por si esto ya no fuera suficiente, cada día queda más claro que el trasfondo del problema de gobernabilidad que estamos enfrentando no tiene que ver únicamente con las ambiciones de alguna dirigencia o la inoperancia de la clase política, sino con una profunda recomposición del poder en el país, es decir, con la emergencia de nuevos actores, legales e ilegales, que influyen en el funcionamiento del país y que ya no podemos ignorar.

Por todas esas razones, la ecuación de la gobernabilidad futura del país está de nuevo en discusión, aún sabemos poco hacia dónde transitará, cómo se reorganizará y quien será el protagonista de ese proceso, pero ya estamos ahí, eso nos dejó este año.

Armando Ortuño Yáñez es investigador social.

QOSHE - El primer año del resto de nuestra vida - Armando Ortuño
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El primer año del resto de nuestra vida

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30.12.2023

Extraño año el que se nos va. Desordenado, incierto y de difícil lectura. La incertidumbre económica y política se instaló como el principal rasgo de la gobernabilidad del país. Uno siente que algo está muriendo, pero hay muy pocas certezas sobre lo que viene en el futuro. Al mismo tiempo, varias de las viejas estructuras siguen ahí, erosionadas y cuestionadas, pero aún organizando nuestra vida social y política.

Fue quizás el primer año de eso que algunos denominamos interregno, es decir, un tiempo político en el que la vieja gobernabilidad que sostuvo los 15 años de hegemonía masista está pereciendo, mientras los nuevos dispositivos de gobierno y de organización socioeconómica no terminan de emerger. Por si acaso, la recomposición puede durar muchos años y no necesariamente implica el ocaso del MAS ni menos aún de la economía y la sociedad que emergieron en los últimos dos decenios.

Las aparentes contradicciones en las más recientes mediciones de opinión pública se entienden mejor desde esa perspectiva. Por un lado, es ya muy evidente el derrumbe de las expectativas sobre el buen funcionamiento de la política y particularmente de la economía, y la consolidación de un clima social negativo y pesimista.........

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