En medio de la barbarie capitalista, hace falta reflexionar sobre el estado de la militancia. Mark Fisher, crítico cultural británico, señala en Salir del castillo del vampiro que el Twitter de izquierdas puede ser una zona miserable y desesperante. Allí donde la izquierda y los feminismos predican y cancelan se torna exasperante.

Fisher critica el afán identitario de una izquierda que renunció a cualquier forma de camaradería desde donde cuestionar y transformar los errores, algo recurrente en estos espacios políticos. La derrota y el conformismo moldean posiciones puristas que renuncian a hacer política en terreno hostil. Esta desviación sabe propagar la culpa y llevar a cabo una cacería de brujas, pero no sabe hacer conversos.

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Este artículo alude a los espacios de la militancia de una izquierda anquilosada, por eso la crítica que hace Fisher es pertinente. Se demuestra compromiso presumiendo la nula disposición a discutir ideas, privatizando el espacio de debate, incluso la calle. Hablar con quien sostiene ideas contrarias, explicar y defender nuestra posición donde hace falta puede ser, no solo criticado, sino un verdadero acto de infamia. Estos son los síntomas más inquietantes de este momento, ahí es donde se ven las inercias más dogmáticas y puristas.

Se ignora a las bases, a las mujeres y diversidades precarizadas en sus necesidades inmediatas. Se requiere un proyecto político que se atreva a proponer cambios radicales, reconociendo los avances y consciente de la insuficiencia de las reformas. La calle representa la última medida para muchas compañeras que han agotado todos sus recursos ante una justicia viciada.

Roswitha Scholz explica que cualquier lucha reivindicativa, separada o parcial, corre el riesgo de ser recuperada por el sistema de dominación si no apunta al origen del problema. Juntarnos solo con nuestros idénticos ahoga la posibilidad de proponer alternativas, un feminismo popular que dispute con los discursos reaccionarios, sectarios y transfóbicos que pretenden posicionar una verdad que es tal no por lo que dice, sino por quién la dice.

Los discursos feministas, centrados en el dolor y el agravio, deben ponernos en alerta, no por censura o negación, sino porque la identidad esencializada del ser mujer, inscribe la victimidad como bandera política, algo que perjudica la lucha, no la catapulta. Ni las mujeres ni las diversidades son víctimas por esencia, estos relatos, como señala Clara Serra, entran en una peligrosa lógica donde si eres víctima entonces eres esencialmente buena, porque si no lo eres no puedes ser víctima.

La barbarie que vivimos por la descomposición social al estar atravesando la crisis máxima del capitalismo, se manifiesta en la desintegración a diferentes velocidades del proletariado, precarización del trabajo, proliferación de identidades atomizadas, genocidios como el que sufre Palestina y la amenaza constante a la soberanía de nuestros territorios. Es más urgente que nunca contar con herramientas teóricas que den respuestas, evitando sesgos que impiden ver la gran contradicción fundamental del capital, que no es la del capital vs. trabajo, sino la del capital vs. vida. El capitalismo está en contra de la vida misma: la depreda, la devora, la consume por la “razón/producción del mercado”.

Sin el aporte de las mujeres a la producción y reproducción de la vida, la estructura no se sostiene. Esto demanda al feminismo y al marxismo encontrarse en intercambio fluido, pues el resultado son lecturas más acertadas de la realidad y las medidas necesarias.

Por último, sobre el origen del 8M, la versión liberal suprime la palabra trabajadora y con esta el legado revolucionario del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, apartando la cuestión de clase y limitando esto en una cuestión solo de género.

Pero lo cierto es que está arraigado al movimiento obrero de mediados del siglo XIX, cuando Clara Zetkin propuso que los partidos socialistas promovieran la emancipación social y política de las mujeres, algo que en 1910 se logró oficialmente. Por esto y más no podemos ceder el 8M, históricamente pertenece a la larga lucha de los pueblos por la emancipación, que los movimientos de mujeres y los feminismos del sur global recuerdan, porque aquí está el germen de la resistencia frente a la avanzada de la derecha en el mundo.

(*) Camila Azeñas Uzquiano es politóloga feminista

QOSHE - Reflexiones y consideraciones después del 8M - Camila Azeñas Uzquiano
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Reflexiones y consideraciones después del 8M

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05.04.2024

En medio de la barbarie capitalista, hace falta reflexionar sobre el estado de la militancia. Mark Fisher, crítico cultural británico, señala en Salir del castillo del vampiro que el Twitter de izquierdas puede ser una zona miserable y desesperante. Allí donde la izquierda y los feminismos predican y cancelan se torna exasperante.

Fisher critica el afán identitario de una izquierda que renunció a cualquier forma de camaradería desde donde cuestionar y transformar los errores, algo recurrente en estos espacios políticos. La derrota y el conformismo moldean posiciones puristas que renuncian a hacer política en terreno hostil. Esta desviación sabe propagar la culpa y llevar a cabo una cacería de brujas, pero no sabe hacer conversos.

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Este artículo alude a los espacios de la militancia de una izquierda anquilosada, por eso la crítica que hace Fisher es pertinente. Se demuestra compromiso presumiendo la nula disposición a discutir ideas, privatizando el espacio de debate, incluso la calle. Hablar con quien sostiene........

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