Podría decirse que un trienio es el tiempo más que suficiente para calificar a una gestión de gobierno. Habida cuenta además que desde la mitad del periodo es posible, mediante procedimientos legales, la revocatoria de mandatos de los cargos electos (recurso difícil de aplicar por las limitaciones y enredos que lo traban).

En los dos años que restan, bien encaminados críticamente, podrían rectificarse rumbos y emitirse señales nuevas, más aún si no hay procesos revocatorios en curso, en contra de miembros prominentes del Poder Ejecutivo. Pero, con el paso de los días, eso se hace cada vez más difuso. Pareciera que unos y otros ya llevan la marca indeleble del fracaso.

Los llamados “evistas” en vez de estudiar y reconocer los errores cometidos y destacar los innegables logros positivos que obtuvieron en los 14 años, se dedicaron a endiosar al “jefazo” y reforzar sus tendencias de culto a su personalidad y de caudillismo desenfrenado. El más grueso error político cometido y, que sepamos nadie lo asume plenamente, fue el desconocimiento de los resultados del referéndum de febrero de 2016, eso terminó desarticulando el bloque social que lo sustentaba, descalabró al gobierno de Evo y facilitó los planes golpistas para derrocarlo.

Los “arcistas” lo propio. Tuvieron el enorme mérito de contribuir a la recuperación de la democracia, arrancarla de manos de un facineroso como Arturo Murillo (ahora preso por delitos comunes en los EEUU), de politiqueros arribistas como Doria Medina y de fantoches como la expresidenta Áñez. Pero, en lugar de promover una reflexión autocrítica que permitiera extraer lecciones de la experiencia, e inaugurar un nuevo comienzo de reconstrucción del poder popular, se dedicaron a la política menuda, como se dice en el lenguaje vulgar, a patear en las canillas a sus adversarios, inventar de nuevo la pólvora y hallarle pelos en la leche de toda la gestión “evista”.

Ni unos ni otros impulsaron la elaboración de una nueva agenda programática en torno a la cual sean convocados los sectores populares mayoritarios. Las propuestas del cabildo alteño al parecer pecan de elitistas y tardías. Dicha convocatoria debiera estar muy lejos del corporativismo prebendal irresponsablemente fomentado en los últimos años. Por ejemplo: “cooperativistas” mineros, incrustados de gente capaz de destruir la naturaleza y de asesinar a un viceministro que fue a dialogar con ellos en un bloqueo (Rodolfo Illanes, muerto en agosto de 2016); “cocaleros” que persisten en mantener el privilegio de no tributar, o muchos colonizadores “interculturales” que provocan deforestación e incendios forestales para después traficar con tierras doblemente malhabidas, por el fuego y por el papeleo fraudulento.

Pero también tal invocación debería tener muy de cerca una coraza efectiva, creíble y verificable de: ¡cero tolerancia a la corrupción, al nepotismo y al narcotráfico! No debiera repetirse lo que actualmente ocurre: todos los denunciados son del lado contrario, quiere decir que solo se muestra a presuntos corruptos del lado opuesto, mientras defienden a los de su propio bando. Esto es, sin atenuantes, una verdadera degradación de la fiscalización y el control social, las dos herramientas fundamentales con las que se cuenta para frenar a la corrupción se convierten así en simples armas de la politiquería barata.

De la incoherente y casi desbandada oposición de derecha o centro-derecha, ni qué decir, solo agua de borrajas.

No hay más remedio que pasar del diagnóstico a la especulación. Si así siguen las cosas, ya se sabe dónde iremos a parar…

Carlos Soria Galvarro es periodista.

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Tres años… ¿poco o mucho? ¡Según!…

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12.11.2023

Podría decirse que un trienio es el tiempo más que suficiente para calificar a una gestión de gobierno. Habida cuenta además que desde la mitad del periodo es posible, mediante procedimientos legales, la revocatoria de mandatos de los cargos electos (recurso difícil de aplicar por las limitaciones y enredos que lo traban).

En los dos años que restan, bien encaminados críticamente, podrían rectificarse rumbos y emitirse señales nuevas, más aún si no hay procesos revocatorios en curso, en contra de miembros prominentes del Poder Ejecutivo. Pero, con el paso de los días, eso se hace cada vez más difuso. Pareciera que unos y otros ya llevan la marca indeleble del fracaso.

Los llamados “evistas” en vez de estudiar y reconocer los errores cometidos y destacar los innegables logros positivos que obtuvieron en los 14 años, se dedicaron a endiosar al “jefazo” y reforzar sus tendencias de culto a su........

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