¿En qué se parecen el exdictador nicaragüense Anastasio Somoza y el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu?

1.- En 1838 Nicaragua se convirtió en una república soberana e independiente y 55 años después, en 1893, cayó dentro de la órbita estadounidense que buscaba apropiarse de sus recursos naturales: oro, plata, cobre, café y banano. En 1912, el ejército estadounidense ocupó el país e impuso un gobierno títere que, entre otras cosas, permitió el establecimiento de una base naval, derechos exclusivos para la construcción de un fallido canal interoceánico y el control de la United Fruit Company sobre la industria del banano. Se quedaron hasta 1933, cuando fueron echados por las tropas revolucionarias encabezadas por el general Augusto César Sandino quien, un año después, sería asesinado por órdenes del embajador estadounidense Arthur Bliss Lane.

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Quien lo mató, mediante un sicario, y reprimió sin piedad a sus seguidores, fue un aventurero, hijo de ricos, que había vivido desde chico en Estados Unidos y de regreso al país, se había convertido en cómplice de los invasores que lo premiaron nombrándolo jefe de la Guardia Nacional. Tres años después, ascendió a testaferro de los norteamericanos, mediante un golpe de Estado. Ya en el poder, Anastasio Somoza García inició una dictadura familiar que duró 43 años.

Gobernó a sangre y fuego, dio manga ancha a empresas norteamericanas y convirtió a su gobierno en una gerencia de Estados Unidos. Pero sobre todo se hizo multimillonario no solo con la explotación del oro, sino con la apropiación de los principales recursos económicos del país como el café, azúcar y el transporte, encarcelando, torturando o desapareciendo a quien se le opusiera. Se convirtió en el hombre más rico del continente.

Un día le preguntaron al entonces presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, que porqué protegía a un corrupto y sanguinario como Somoza, a lo que él contestó: “Si, puede ser que Somoza sea un hijo de puta; pero es nuestro hijo de puta” (revista Time, noviembre, 1948).

2.- A finales del siglo XIX, a un periodista austrohúngaro llamado Theodor Herzl, se le ocurrió la idea de crear un Estado judío y buscó sitios donde instalarlo. Primero pensó en Uganda, Chipre, Kenia, Mozambique, el Congo y Argentina, pero se decidió por Palestina y bautizó a su proyecto con el nombre de sionismo. En ese entonces, Palestina estaba bajo el dominio del imperio otomano, región a la que ya le habían echado el ojo Francia y Gran Bretaña que en 1916, habían firmado un tratado secreto: al término de la Primera Guerra Mundial, Francia se quedaría con Siria y Líbano y Gran Bretaña con Jordania Irak y Palestina. Pero no esperaron al cese de fuego y, en 1917, Gran Bretaña invadió Palestina.

Herzl, que ya había creado la Organización Sionista Mundial, buscó de inmediato el apoyo de banqueros ingleses y otros personajes, que, tras una serie de negociaciones, finalmente le ayudaron a convencer al gobierno británico de establecer “un hogar nacional judío en Palestina”. Lo que los británicos no sabían es que el sionismo no sólo buscaba ese hogar judío, sino también una limpieza étnica del territorio.

Así, comenzó la colonización blanca que, como la humedad, fue avanzando tan rápido que en 1947 Gran Bretaña se lavó las manos de la masiva expulsión de palestinos, pasando la estafeta a Estados Unidos, que se había convertido en mandamás de la naciente Organización de Naciones Unidas. La ONU emitió una resolución que dividió en dos el territorio, una parte judía y otra árabe, cosa que los sionistas no respetaron y en 1948 declararon unilateralmente la creación del Estado de Israel, con la complicidad estadounidense que desde ese año, le proporciona armas, protección política y una ayuda económica que, a la fecha, suma más de $us 130.000 millones. Los palestinos que, de ser dueños de todo el territorio, acabaron amontonados en la franja de Gaza y Cisjordania. El resto es historia que ya conocemos.

Cuando medio mundo le dice al gobierno de Estados Unidos que lo de Palestina no es una guerra, sino un genocidio; que ya van más de 30.000 muertos, la mayoría mujeres y niños; que Netanyahu debe ser juzgado como un criminal, Washington contesta como sabe: Si, puede ser que Netanyahu sea un hijo de puta; pero es nuestro hijo de puta.

(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista

QOSHE - Hijos de la misma madre - Javier Bustillos Zamorano
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Hijos de la misma madre

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04.03.2024

¿En qué se parecen el exdictador nicaragüense Anastasio Somoza y el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu?

1.- En 1838 Nicaragua se convirtió en una república soberana e independiente y 55 años después, en 1893, cayó dentro de la órbita estadounidense que buscaba apropiarse de sus recursos naturales: oro, plata, cobre, café y banano. En 1912, el ejército estadounidense ocupó el país e impuso un gobierno títere que, entre otras cosas, permitió el establecimiento de una base naval, derechos exclusivos para la construcción de un fallido canal interoceánico y el control de la United Fruit Company sobre la industria del banano. Se quedaron hasta 1933, cuando fueron echados por las tropas revolucionarias encabezadas por el general Augusto César Sandino quien, un año después, sería asesinado por órdenes del embajador estadounidense Arthur Bliss Lane.

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