Esta columna tiene un título rimbombante, lo sé. Sucede que no encontré mejor manera de albergar todas las incógnitas que encuentro necesario poner sobre la mesa al iniciar este nuevo año. Ya sabemos, es común en estas semanas hacer ejercicios varios que prefiguren de alguna manera qué es lo que nos espera en los siguientes 11 meses de este año. Esta práctica se la hace respecto a la economía, al panorama mundial, pero sobre todo en torno al escenario político local.

En lo que respecta al espíritu de la época, resulta desafiante pensar qué es lo que pasará con la democracia en los venideros meses. Este 2024, alrededor de la mitad de la población mundial asistirá a las urnas, refrendando así el rito básico democrático del voto y, ya se lo ha dicho, estaremos frente a un año hiper electoral, en el que más de 70 países tendrán distintos tipos de elecciones.

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A priori, un dato simple como ese podría darnos a entender que la democracia continúa siendo el sistema de gobierno predilecto que permite una convivencia pacífica y consensuada por las mayorías siempre con respeto a las minorías. Una democracia que, ante una realidad cada más distópica y un futuro cada vez menos cierto, se muestra resiliente. Y aunque como concepto y realidad pareciera dar cuenta de encontrarse firme en pie, la realidad es que muchos de sus componentes mínimos se encuentran —como muchas otras tantas categorías de las sociedades modernas— en crisis.

Así ocurre por ejemplo con la fortaleza y la legitimidad de las instituciones democráticas, con la cultura política de las nuevas generaciones, con las olas populistas/autoritarias que dejan gobiernos provenientes de fuera del sistema de partidos en —ahora sí— ya todos los continentes. O, finalmente, con la crisis (ya permanente) de representación política que mantiene en vilo a buena parte de los sistemas de partidos alrededor del mundo, sobre todo en las democracias más jóvenes.

A pesar de que lo presentado no se constituye en un listado exhaustivo de desafíos que enfrentan nuestras democracias contemporáneas, las situaciones señaladas permiten dar cuenta de que los retos para configurar, ampliar, pero, sobre todo, sostener las democracias contemporáneas son múltiples y estarán cada día más en manos de generaciones que, como dato de entrada, sienten cada vez más desapego por la política e, incluso, por este sistema de gobierno, tal y como lo conocemos.

Hace poco, cuando leía un estudio sobre las dificultades que las nuevas generaciones tienen con la lectoescritura a mano y en papel, pensaba cómo la apuesta por retornar a la escritura y lectura en papel podría constituirse en un bálsamo para devolverle el peso a las palabras. Así, de alguna manera trataba de entender cómo es que una forma de afrontar los desafíos del futuro podía llegar a depender en gran manera del rescate de claves que provengan, más bien, del pasado.

Pienso algo similar cuando emergen preguntas como si la democracia, en su estado actual, estará en condiciones de afrontar desafíos que le presentará una creciente presencia de la Inteligencia Artificial en nuestras vidas o una actual tiranía cognitiva del algoritmo en las redes sociodigitales como ventanas de comprensión del mundo. Tal vez las nuevas generaciones están ante la oportunidad de retomar las instancias más esenciales de la política, como la ideología, para devolverle sentido y darle sustancia a la democracia en la que hoy descreen y, en consecuencia, apropiarse de ella.

(*) Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka

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¿Qué va a ser de la democracia?

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26.01.2024

Esta columna tiene un título rimbombante, lo sé. Sucede que no encontré mejor manera de albergar todas las incógnitas que encuentro necesario poner sobre la mesa al iniciar este nuevo año. Ya sabemos, es común en estas semanas hacer ejercicios varios que prefiguren de alguna manera qué es lo que nos espera en los siguientes 11 meses de este año. Esta práctica se la hace respecto a la economía, al panorama mundial, pero sobre todo en torno al escenario político local.

En lo que respecta al espíritu de la época, resulta desafiante pensar qué es lo que pasará con la democracia en los venideros meses. Este 2024, alrededor de la mitad de la población mundial asistirá a las urnas, refrendando así el rito básico democrático del voto y, ya se lo ha dicho, estaremos frente a un año hiper electoral, en el que más de 70 países tendrán distintos tipos de elecciones.

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