Un asunto que se erigió en un tema polémico en torno al último Censo fue la manipulación y la distorsión informativa. Se habló muchísimo del papel de varios mass media, y particularmente de determinados líderes de opinión —como ocurrió en otros acontecimientos socio/políticos— que se dieron a la tarea de propagar fake news por doquier, no solo para desnaturalizar el propósito censal, sino aún peor —o quizás aquí radica el verdadero objetivo político—, para astillar la imagen del Gobierno, sin reparar en la relevancia de tener datos demográficos actualizados para el diseño de políticas públicas.

De lo que no se habló —e inclusive pasó inadvertido—, quizás porque su accionar discurre en espacios subterráneos del ciberespacio, es de los trolls. Esta denominación que en el contexto del internet “se usa para referirse a personas que publican mensajes instigadores en vehículos de comunicación de internet, como son los blogs, foros, publicaciones en biografías de Facebook y las salas de chat, por mencionar algunos”.

Desde luego, estos trolls operan como soldados —o mercenarios— en el terreno digital y, sobre todo, en el campo político para desvirtuar la realidad propagando noticias falsas para estigmatizar a contrincantes políticos e inclusive para amedrentar a aquellos “militantes” que se desmarquen de las agendas mediáticas diseñadas previamente, como ocurrió hace poco en Argentina, donde los trolls al servicio del gobierno de Javier Milei amenazaron a ministros que se desmarquen del discurso oficial.

La presencia de los trolls en Bolivia no es novedosa. Aparecieron en el contexto de la crisis poselectoral de 2019. Se mimetizaron en las redes sociales: Facebook, Twitter y, sobre todo, en las cadenas de WhatsApp propagando fake news e, inclusive, sembrando miedo, por ejemplo, con la “invasión de las hordas masistas” a las ciudades. En rigor, estos mercenarios digitales fueron funcionales para el proceso de conspiración política que desembocó en un golpe de Estado.

Carlos, un excompañero de universidad, es un troll, aunque aparece con un sobrenombre – —muchos que compartimos un grupo de WhatsApp, le reconocimos por sus iniciales que coinciden con su nombre y apellidos. Este propagador de mentiras —al igual que muchos que vinieron de la granja de trolls de la oposición en 2019 desperdigando con creces y por doquier noticias falsas en torno al supuesto fraude electoral, para luego pasar a la estructura gubernamental de Jeanine Áñez— apareció, días antes del Censo, en varios grupos de WhatsApp convocando a no participar en el proceso, entre otras cosas, porque hoy existe un “gobierno fraudulento que puede usar sus datos para manipular el patrón electoral”. Además, pedía al unísono del periodista Carlos Valverde “a no dar apellidos ni fechas de nacimiento, ya que se hace en ninguna parte del mundo, y tampoco los datos de fallecidos, son un dulce para ellos”. Y, quizás, el fake news más preocupante fue que: “las respuestas frente a las preguntas manipuladoras, cuyo fin es distorsionar la realidad y robar a nombre de los pueblos indígenas, tratando de inflar su cantidad”.

En todo caso, esta plegaria de fake news divulgada por los Carlos: el troll y el periodista, sin embargo, no hicieron mella en María, quien al enterarse que no fue censada fue en búsqueda de su censista para ser registrada. Esta anécdota es una muestra del entusiasmo de la población para participar en el Censo, a sabiendas de la relevancia de la actualización de los datos demográficos y de vivienda para encarar seriamente el futuro de todos/todas los/las bolivianos/as.

Yuri Tórrez es sociólogo

QOSHE - El Censo y los ‘trolls’ - Yuri Tórrez
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El Censo y los ‘trolls’

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08.04.2024

Un asunto que se erigió en un tema polémico en torno al último Censo fue la manipulación y la distorsión informativa. Se habló muchísimo del papel de varios mass media, y particularmente de determinados líderes de opinión —como ocurrió en otros acontecimientos socio/políticos— que se dieron a la tarea de propagar fake news por doquier, no solo para desnaturalizar el propósito censal, sino aún peor —o quizás aquí radica el verdadero objetivo político—, para astillar la imagen del Gobierno, sin reparar en la relevancia de tener datos demográficos actualizados para el diseño de políticas públicas.

De lo que no se habló —e inclusive pasó inadvertido—, quizás porque su accionar discurre en espacios subterráneos del ciberespacio, es de los trolls. Esta denominación que en el contexto del internet “se usa para referirse a personas que publican mensajes instigadores en vehículos de........

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