Cuando los medios de comunicación, y específicamente la prensa boliviana, hacen los anuarios de fin de año, la mayoría se centra en los grandes acontecimientos sociales/políticos que tuvieron efectos mediáticos. En la revisión de 2023 quedaron soslayados aquellos hechos no producidos, aunque en años anteriores eran hechos noticiosos. Uno de esos hechos fue el protagonismo de la acción colectiva del movimiento cívico cruceño, a partir de 2019, que incluso condujo a un golpe de Estado. Posteriormente, en octubre de 2021, otra movilización fue para evitar el impuesto a las ganancias y, finalmente, en 2022, por la demanda de la fecha del Censo.

Todas esas movilizaciones cívicas adquirieron una tonalidad particular: la expresión de la ultraderecha. En rigor, esas movilizaciones, no solo por la violencia desenfrenada sino, fundamentalmente, por la discursividad propagada por sus principales promotores, responden inequívocamente al dispositivo ideológico de la extrema derecha de hoy.

Detrás de ese discurso aparentemente democrático que cabalgaba sobre las movilizaciones cívicas, se escondían propósitos desestabilizadores sobre la democracia. Umberto Eco, cuando se refería al fascismo, ya advertía que es “una colmena de contradicciones”. Esa frase cuaja en el proceder de la extrema derecha boliviana.

Los enunciados racistas de esa derecha, en un momento como el fortalecimiento del Estado Plurinacional, no sintonizan con los tiempos actuales, a excepción de bastiones de la clase media donde anidan resabios coloniales. Además, el discurso religioso propagado en esas movilizaciones devino en un discurso político de la extrema derecha.

¿Por qué fracasó la ultraderecha en Bolivia? En 2023 no hubo ninguna movilización del ente cívico cruceño, que presentó, entre otras cosas, una debilidad posacción colectiva de noviembre de 2022. La misma fue desbaratada y uno de sus efectos adyacentes fue la detención del gobernador cruceño y, al mismo tiempo, líder de esas manifestaciones, Luis Fernando Camacho.

Nada se evapora rápidamente, siempre quedan cenizas que al ser atizadas en cualquier momento pueden prender el fuego. Sin embargo, en el caso específico de las movilizaciones promovidas por la extrema derecha, hoy presentan una incapacidad en su convocatoria colectiva. Obviamente, la sociedad boliviana en su globalidad tiene asentada en su genética su opción por la democracia. Cosa que no sucede con la extrema derecha o el camachismo en el caso boliviano —cuestión similar pasa con los simpatizantes de Trump o Bolsonaro—, que mostraron su inclinación irreversible hacia posturas rupturistas con relación a la democracia.

Esa extinción de la ultraderecha boliviana se constata actualmente en la disputa de liderazgos en la entraña del ente cívico cruceño, entre la facción camachista y la más renovadora. Más allá de la disputa por el liderazgo, esa trifulca tiene un aditamento ideológico. O sea: esa ala renovadora en el ente cívico tiene el desafío de desprenderse de esa telaraña tejida por la ultraderecha para encontrar otras vías más democráticas para su devenir institucional.

En suma, en el campo político boliviano, específicamente en el polo opositor, la irrupción de la ultraderecha conllevó que, en la crisis poselectoral de 2019, como si fuera una fuerza centrífuga concéntrica, atraiga a la derecha más democrática y la condujo a un golpe de Estado. Hoy en el mismo campo opositor de la derecha, el debilitamiento de la ultraderecha tiene un efecto inmediato: incertidumbre y confusión política e ideológica.

Yuri Tórrez
es sociólogo

QOSHE - Fracaso de la ultraderecha boliviana - Yuri Tórrez
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Fracaso de la ultraderecha boliviana

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26.02.2024

Cuando los medios de comunicación, y específicamente la prensa boliviana, hacen los anuarios de fin de año, la mayoría se centra en los grandes acontecimientos sociales/políticos que tuvieron efectos mediáticos. En la revisión de 2023 quedaron soslayados aquellos hechos no producidos, aunque en años anteriores eran hechos noticiosos. Uno de esos hechos fue el protagonismo de la acción colectiva del movimiento cívico cruceño, a partir de 2019, que incluso condujo a un golpe de Estado. Posteriormente, en octubre de 2021, otra movilización fue para evitar el impuesto a las ganancias y, finalmente, en 2022, por la demanda de la fecha del Censo.

Todas esas movilizaciones cívicas adquirieron una tonalidad particular: la expresión de la ultraderecha. En rigor, esas movilizaciones, no solo por la violencia desenfrenada sino, fundamentalmente, por la discursividad propagada por sus principales........

© La Razón


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