La justicia no es un valor abstracto que cada uno de los jueces aplica según su conciencia, encargada de dictarle lo que debe considerar justo o injusto. Hace ya mucho tiempo, siglos, que la arbitrariedad se encuentra alejada de la función de hacer justicia, y ha sido la ley la encargada de establecer los límites y la forma en la que los jueces aplican el Derecho.

España tiene un sistema penal en el que prima su carácter garantista, y orgulloso estoy de que así sea. No hace falta recordarlo, la ley establece lo qué es delito y lo que deja de serlo, como también señala la pena. El procedimiento penal se inicia a instancia de parte, bien se trate de un particular que interpone una denuncia o del Ministerio Fiscal, que, recogiendo el contenido de un atestado policial o de propio oficio, estima la necesidad instar el inicio del proceso penal para castigar una conducta que infringe ese catálogo de delitos que recoge el Código Penal.

Interponer una denuncia no es sinónimo de que prospere, ni tampoco implica que si recae condena nos encontremos con una resolución injusta. De nuevo, el sistema judicial dispone de recursos que permiten revisar la resolución dictada y en su caso corregirla. Nuestro sistema no permite su utilización perversa, al disponer de una cadena de instancias que permiten corregir lo mal hecho.

Junto a la necesaria tipificación legal de las conductas y el ejercicio de una acusación, se nos presenta una tercera garantía, la independencia de quien ejerce justicia. Un juez profesional, técnico, independiente y sometido al imperio de la ley. Así es nuestro sistema judicial, más o menos lento, eficaz o ineficaz, pero profundamente garantista. Justo. Constituye el sustento del sistema democrático, en cuanto engranaje que contrapesa al poder legislativo y ejecutivo.

Convencido estaba de que así lo percibía el ciudadano y, sobre todo, nuestros legisladores, pero ya veo que a veces entran dudas.

Dos semanas antes del 1-O viajé a Barcelona como representante de la Asociación Profesional de la Magistratura a prestar mi apoyo a los jueces que ejercían en Cataluña, frente al acoso que sufrían por una parte del independentismo. El presidente de la Audiencia de Barcelona, compañero y amigo personal, me recibió en el Palacio de Justicia, bello edificio de estilo clasicista, situado en la avenida de Lluis Companys. En su despacho, abrió la ventana situada a escasos metros del Arco del Triunfo, fruto de la Exposición Universal de 1888, y me comentó que en ese lugar se celebraban las concentraciones independentistas en las que se coreaban consignas contra los jueces y se incitaba a la multitud para que se dirigiera sobre el Palacio de Justicia. Me dijo haber sentido miedo de que aquella multitud enfervorizada pudiera tomar el Palacio, y lo difícil que era seguir trabajando en esas circunstancias.

No han olvidado los partidos independentistas a los jueces, como parece desprenderse del acuerdo de investidura, y pretenden volver a la carga, logrando a través de comisiones de investigación parlamentaria lo que no lograron en los tribunales internacionales, la nulidad de las condenas y la represión de los jueces. Para alcanzar su objetivo han recurrido al lawfare, o guerra judicial, en su traducción literal.

El término lawfare surgió en el ámbito anglosajón para cuestionar la utilización de las instancias judiciales internacionales para proteger los derechos humanos por parte del bando más débil en una guerra. Desde esta configuración original se ha trasladado a “judicialización de la política” o “acoso judicial”, que viene a significar la utilización torticera de la justicia por una de las partes en un conflicto, o su uso abusivo como forma de hacer política.

La pretendida revisión de las sentencias judiciales, a través de comisiones de investigación para incluir en posteriores modificaciones legislativas nuevos supuestos de amnistía, constituye un ataque a la configuración de nuestro sistema de justicia, al crear tribunales especiales integrados por políticos para dejar sin efecto resoluciones judiciales. Y aún van más allá, con un ataque a la independencia judicial al prever la posible aplicación de sanciones administrativas o incluso procedimientos penales a quienes intervinieron en esos procedimientos.

Quebrar el sistema de justicia con un tribunal especial es quebrar la esencia de nuestro sistema democrático, y no hay ninguna razón que lo justifique. La amnistía que se propone tendrá o no encaje constitucional, y deberá ser en ese ámbito donde se deba discutir su legalidad, pero la creación de estas comisiones de investigación constituye una quiebra del sistema de justicia en beneficio de unos pocos, sea cual sea la finalidad con la que se pretenda justificar su creación.

Al término lawfare, que como vemos surgió como un medio de defensa judicial de los derechos fundamentales, se le ha dado un sentido perverso, para cuestionar al sistema judicial y a la independencia de los jueces.

QOSHE - Lawfare judicial, un ataque más al derecho a un sistema de justicia igualitario - Antonio Piña
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Lawfare judicial, un ataque más al derecho a un sistema de justicia igualitario

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11.11.2023

La justicia no es un valor abstracto que cada uno de los jueces aplica según su conciencia, encargada de dictarle lo que debe considerar justo o injusto. Hace ya mucho tiempo, siglos, que la arbitrariedad se encuentra alejada de la función de hacer justicia, y ha sido la ley la encargada de establecer los límites y la forma en la que los jueces aplican el Derecho.

España tiene un sistema penal en el que prima su carácter garantista, y orgulloso estoy de que así sea. No hace falta recordarlo, la ley establece lo qué es delito y lo que deja de serlo, como también señala la pena. El procedimiento penal se inicia a instancia de parte, bien se trate de un particular que interpone una denuncia o del Ministerio Fiscal, que, recogiendo el contenido de un atestado policial o de propio oficio, estima la necesidad instar el inicio del proceso penal para castigar una conducta que infringe ese catálogo de delitos que recoge el Código Penal.

Interponer una denuncia no es sinónimo de que prospere, ni tampoco implica que si recae condena nos encontremos con una resolución injusta. De nuevo, el sistema judicial dispone de recursos que permiten revisar la resolución dictada y en su caso corregirla. Nuestro sistema no permite su utilización........

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