En aquel noviembre hacía un frío que pelaba y yo observaba aquellos profesores. Los asociados vestían discretamente y con corbata gris o de rayas, los titulares hacían brillar sus botas con aquella crema que siempre pedía mucho trapo y los catedráticos eran, sí, una especie reservada.

Éste llevaba un abrigo gris de paño que portaba no con mucho estilo sino como esos jumentos a los que alguien les ha echado encima unas angarillas sin atarlas. Ruego que se me disculpe por el ejemplo, que no quiero yo desmerecer a este cátedro. Sino explicar con vocablos adecuados la desgana de aquella guata caída en desgracia y pingando como una piltrafa.

Bufanda no traía casi nunca, pero si lo hacía y antes de comenzar aquellas peroratas o dictados de un libro suyo que le habían publicado, la doblaba con mucho cuidado y la dejaba al lado como si fuese para descanso de su ángel de la guarda. A la gente que posee tal grado se le mantiene un respeto, una cierta devoción, una tendencia a considerarla sabia.

Sabio se le suponía, ya digo, pero no eran menos listos aquellos alumnos suyos que brillábamos por iletrados. Pasados no muchos días, fuimos mirándolo y descubrimos, como no, sus defectos. Tal vez no lo fueran, pero ese repicarlos continuamente los convertía a unos en manías y a otros en chifladuras, desatinos y extravagancias. Conocido el individuo el gran grupo de clase ponía en marcha su sistema de adaptación que consistía, en valorar a viva voz, en el aula, la suerte que habíamos tenido con profesor de tanta prosapia.

Ese adularle le gustaba mucho y siempre se quedaba con las ganas de saber si verdaderamente era un consenso general o si sería el rollo patatero que había de darle el alumnado para aprobar sin pegar hebra, vamos…sin rascarla. Entonces me llamaba a mí, por la confianza con los de mi casa y porque tengo esa cara de bendito que parezco un san Luis Gonzaga. ¿Me admiran mucho?

Y yo qué iba a decirle. A veces se lo confirmaba y otras se lo adornaba, pero poco, que estaba a punto de ponerme la nota que me hacía falta.

En ocasiones sufrió alguna gamberrada, que yo le explicaba de manera que no le hiriese, que no le afectase tanto porque llegó a darnos pena y a tener compasión de aquella persona cuya mayor virtud era ser más bueno que el pan de barra.

Explicaba, refería, ataba cada concepto, desmenuzaba con un fino análisis cada proposición… pero se dejaba vencer por aquellos alumnos que él percibía que no llegaban. Pobrecitos, decía, y a la postre los aprobaba.

Es curioso, pero, las personas buenas, esas que luego apreciamos tanto porque son como se ha de ser, siempre pecan de ingenuos y se pasman. Entonces solemos confundir a esas personas extraordinarias con tontos de capirote, almucántaras.

Si suponemos que el alma es inteligencia y voluntad, hemos de suponer también, que un cántaro tiene por alma la vacuidad. El vacío. Esa antinomia debería referirse pues, no a los bondadosos que obran siempre con alma y corazón, como aquel catedrático de primer curso, sino a todos nosotros, verdaderas almas de cántaro… y unos plastas.

La bondad casi siempre tan despreciada, poco a poco va ganándonos. Viene a ser como esa lluvia menuda que poco a poco nos penetra el jersey del alma y nos empapa.

QOSHE - Alma de cántaro - Plácido Blanco Bembibre
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Alma de cántaro

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12.11.2023

En aquel noviembre hacía un frío que pelaba y yo observaba aquellos profesores. Los asociados vestían discretamente y con corbata gris o de rayas, los titulares hacían brillar sus botas con aquella crema que siempre pedía mucho trapo y los catedráticos eran, sí, una especie reservada.

Éste llevaba un abrigo gris de paño que portaba no con mucho estilo sino como esos jumentos a los que alguien les ha echado encima unas angarillas sin atarlas. Ruego que se me disculpe por el ejemplo, que no quiero yo desmerecer a este cátedro. Sino explicar con vocablos adecuados la desgana de aquella guata caída en desgracia y pingando como una piltrafa.

Bufanda no traía casi nunca, pero si lo hacía y antes de comenzar aquellas peroratas o dictados de un libro suyo que le habían publicado, la doblaba con mucho........

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