Sucedió en una tarde noche de aquel asombroso año. Al día ya se le había dislocado el sol por el poniente, y yo revisaba los últimos datos de la estadística que me habían enviado. Era un agradable trabajo, no muy exigente, minucioso sí, pero no muy delicado.

Miré el reloj y aún eran las menos cuarto. No acostumbro a cenar antes de las ocho, porque sobre esa hora, reviso el día en un pis-pas, me hago la idea de cómo ha ido todo y de aquello otro que lo dejo pendiente por empalagoso. En ese momento oí un mayúsculo ruido en la calle. Dos utilitarios habían frenado de golpe y el alargado chirrido hizo que observase espontáneamente entre la bruma de la oscurecida lo que estaba pasando.

A la postre no había pasado nada. Sólo un juego entre jóvenes que habían frenado al final mismo de la explanada. Uno de ellos se dirigió a mí y me preguntó cómo ir a la casa de la que llamaban Policarpa. Me explicó, eso sí, que era una mujer que todo lo adivinaba. Que hasta tenía una bola de cristal como en las películas, le habían dicho, y acertaba muchísimas cosas, como el futuro, los números mejores para jugar la lotería, en fin… una joya la tal maga.

Yo, que no tenía ni idea, le dije lo que me pareció y le indiqué que posiblemente viviese en aquel conjunto de chalets que se arriman unos a otros como si tuviesen miedo o frío, allí donde viven muchos sudamericanos, que se animan a saltar el charco para vivir con dignidad, como merece la gente que trabaja. Entonces comenzaban a encenderse las pequeñas luces que venían a ser pequeños ojos cuadrados que nos guiñaban. Y se puso bonito aquel barrio de casas baratas.

Pasados un par de días me encontré con el muchacho en una tienda del centro comercial, aquel que tenía unas letras grandísimas que promocionaban las rebajas.

-El Black Friday…ya ve usted -dijo-; venimos a comprar a sabiendas de que siempre nos engañan.

-¿Encontraste aquella mujer que buscabas? ¿Cómo era ella?, ¿era una bruja con escoba?

-Escoba no sé si tenía, aunque lo supongo. Pero no se ría. No sabe usted lo importante que es en la vida encontrar a alguien que te diga lo que quieres oír, aunque sea mentira. Yo quería saber si aquella a la que amo me querría siempre o si pasado un tiempo me olvidaría.

-No te preguntaré lo que te dijo, aunque siempre nos gusta saber, chismosos somos, esas cosillas.

-No me dijo lo que yo quería, aunque juró que verlo claro no lo veía. Pero sí me dijo que veía con nitidez a otra chica, más alta y más guapa, con ojos azules, tacones de aguja, y que me estaba esperando en una calle de una ciudad argentina.

-¡Qué suerte! -le dije con lástima, al observar lo ingenuos que somos todos y lo fácil que nos convence una señora rechoncha, con abalorios y una esfera de cuarzo rosa o pintada de purpurina.

-Que conviertan en funcionarios con paga, a predicadores, echadores de cartas, ilusionistas, futurólogos, atrabiliarios, mancias, y a tunantes que fingen que todo se va a arreglar, que encontraremos la media naranja, y que se hará patente lo que estemos a escudriñar.

Jugar a la lotería, jugar a saber el futuro, no es ninguna tontería. Qué sería de cada uno, si nos quedásemos sin la esperanza de que todo se compondría. Y en caso de que no se arregle, que nos dejen suponer que los sueños que tenemos, ¡ale hop! se van a cumplir cualquier día.

Siempre es mejor que coger miedo… vivir con esperanza.

QOSHE - Esfera de cuarzo rosa - Plácido Blanco Bembibre
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Esfera de cuarzo rosa

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10.12.2023

Sucedió en una tarde noche de aquel asombroso año. Al día ya se le había dislocado el sol por el poniente, y yo revisaba los últimos datos de la estadística que me habían enviado. Era un agradable trabajo, no muy exigente, minucioso sí, pero no muy delicado.

Miré el reloj y aún eran las menos cuarto. No acostumbro a cenar antes de las ocho, porque sobre esa hora, reviso el día en un pis-pas, me hago la idea de cómo ha ido todo y de aquello otro que lo dejo pendiente por empalagoso. En ese momento oí un mayúsculo ruido en la calle. Dos utilitarios habían frenado de golpe y el alargado chirrido hizo que observase espontáneamente entre la bruma de la oscurecida lo que estaba pasando.

A la postre no había pasado nada. Sólo un juego entre jóvenes que habían frenado al final mismo de la explanada. Uno de ellos se dirigió a mí y me preguntó........

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