La historia de un país, pongamos España, se entiende muy bien por el discurso de sus humoristas, que van al hilo. Un estambre que puede resultar muy fino o muy grueso, pero que nos retrata. En lo gracioso o en maldita la gracia. El humor no es lo mismo que el chiste; y ya decía Bernard Shaw, como si quisiera apostillar al Wyoming que anuncia cada noche que va a contar la verdad una vez conocidas las noticias, «Si te propones decir la verdad a la gente, mejor que la hagas reír». Rafael (Azcona), por ejemplo, nunca aceptó bien la etiqueta de humorista, ganada por haber publicado su Vicente y su Pisito en “El Club de la Sonrisa” de Taurus, y pertenecer al dream team de La Codorniz (cuyo humor, por precaución, se autoadjetivaba “inteligente” y “agudo”, frente a la chistería blanca y roma de la que otros gastaban). Mucho menos aún encajaba lo de ser un practicante del “humor negro”, como si eso le catalogara de gracioso de lo fúnebre o lo funesto, pues él sostenía que la negrura cómica no era un género comediográfico sino que venía ya de fábrica en la propia vida, en sus contradicciones, ironías, paradojas y puñetas en general. Hay en Saben aquell, la última película de David Trueba, un plano en el que Eugenio, presunto humorista también, deja su paquete de tabaco sobre un ejemplar del tríptico de Rafael Pobre, paralítico y muerto (1960): ¿Saben aquel del mendigo cegama que vendió más participaciones de las que le correspondían al décimo? ¿Y la del anciano que prefería ser paralítico con tal de disfrutar de un cochecito que lo llevara de aquí para allá? ¿Y la del médico que lleva en su coche a un sacerdote muerto haciéndolo pasar por vivo para que lo entierren fuera del convento? Hay una frase de diálogo de Eugenio en Saben aquell –por explicarme mejor en lo de la diferencia entre el humor y el chiste–, no sé hasta qué punto involuntaria en su alcance (que a mí me parece máximo), y no sé si de David o de Albert Espinosa, co-guionistas, pero que a mí me parece mejor que cualquier gag o golpe (o acudits del repertorio del propio Eugenio), que destila una ironía, personal y nacional, que abarca esos paralelismos en que se explican nuestras cosas de España. Y cómo no se trata de un chiste aislado como tal no me importa destripárselo: acaba de morir de Franco. Eugenio vuelve a su casa, tras la sesión de la noche y lo que cuelga. Trae de la pastelería unos pasteles para que desayunen sus hijos, a la vez que les anuncia que ese día no hay colegio. Conchita Alcaide, su mujer, está asustada porque por la calle puede haber peligro. Pero Eugenio le replica que no tiene por qué. Franco, al fin y al cabo (es un decir, un acudit), había muerto en la cama. Y apostilla: y, por cierto, yo también me voy a echar un rato. Genial. Una coda que hubiera firmado Billy Wilder. O Rafael. Máxime, cuando toda Saben aquell circula (literalmente, en circular), sobre un tipo que le pregunta a un montón de espectadores, sin haber pronunciado todavía una palabra, de qué se ríen, si es que acaso se les ha muerto alguien. Este “muertos de risa” –que era otra película, de Alex de la Iglesia, sobre una pareja, que podrían ser varias, reales o figurados, de cómicos del siniestro total en que vivimos y nos partimos la caja los españoles– expresa ese “humorismo” tan nuestro que se remonta a la “teoría de los humores” (los del cuerpo, físico, pero también social), sostenida de Hipócrates a Galeno (y aún más tarde), y que trataba sobre el frágil equilibrio entre sustancias y elementos. Y tabacos, sobre los que un rótulo preliminar a Saben aquell advierte, y contextualiza por tratarse de costumbres de la época. La época de Eugeni Jofrá Bafalluy: desde la primera posguerra civil al primer año del siglo XXI. Pero cuya humareda (cercana en términos al humor) no se ha extinguido. Ni es ninguna broma. Si no una bruma, que a veces tememos no se acaba de despejar. Y en la película, Eugenio, bufa la tafarada sobre el micrófono, y sobre la audiencia de la Sala de Fiestas. Y del cine.

QOSHE - Eugenio y figura - Bernardo Sánchez Salas
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Eugenio y figura

4 0
12.01.2024

La historia de un país, pongamos España, se entiende muy bien por el discurso de sus humoristas, que van al hilo. Un estambre que puede resultar muy fino o muy grueso, pero que nos retrata. En lo gracioso o en maldita la gracia. El humor no es lo mismo que el chiste; y ya decía Bernard Shaw, como si quisiera apostillar al Wyoming que anuncia cada noche que va a contar la verdad una vez conocidas las noticias, «Si te propones decir la verdad a la gente, mejor que la hagas reír». Rafael (Azcona), por ejemplo, nunca aceptó bien la etiqueta de humorista, ganada por haber publicado su Vicente y su Pisito en “El Club de la Sonrisa” de Taurus, y pertenecer al dream team de La Codorniz (cuyo humor, por precaución, se autoadjetivaba “inteligente” y “agudo”, frente a la chistería blanca y roma de la que otros gastaban). Mucho menos aún encajaba lo de ser un practicante del “humor negro”, como si eso le catalogara de gracioso de lo fúnebre o lo funesto, pues él sostenía que la negrura........

© La Rioja


Get it on Google Play