ET ha vuelto a la cesta, tras ausentarse hace más de cuarenta años. Se fue de aquí tras un Halloween y ha regresado para la San Silvestre. En el tiempo que allá por los ochenta (ya otro planeta, visto ahora) estuvo entre nosotros, tuvo tiempo de ver en la televisión El hombre tranquilo y de asustarse con la secuencia de la puerta, el viento y el beso. El cine. Somos la civilización del cine. Él mismo era un ser tranquilo, de lo más tranquilo de cualquier galaxia. TVE puso la semana pasada la película de John Ford y ésta ET. Los que despedimos a la creatura en 1982, tuvieran diez años o tuviéramos veinte, ya sabemos a estas alturas, quien más quien menos, lo que es marcharse de la casa familiar y de la infancia, o la orfandad, o sentirse un alienígena, o sentirse perdido o las películas de John Ford. O pedalear hasta la luna. O, en general, despedirse de los mundos que vamos habitando. Ha coincidido la visita por navidad de este entrañable marciano con una iniciativa, a la inversa, de varios países terrícolas, destinada a enviar al cosmos discos con millones de referencias grabadas de lo que es la especie, la nuestra. Un big data interestalar, para que quien lo encuentre y sepa desencriptarlo, se haga una idea de las cosas que por aquí fuimos inventando o pensando. Se trata, sin duda, de una megaversión del mensaje en una botella. Un acto de náufragos, vaya. El naufragio en sus muchas formas de naufragios pequeños otra cosa aprendida desde el primer advenimiento de ET. Cualquier idea espacial ya se le ocurrió antes a Stanley Kubrick, y esto de lanzar al cosmos algo y que sea recogido, sintetizado, redimensionado y reinterpretado, ya lo hizo el primate aquel belicoso que lanzaba un hueso al cielo y eras después el hueso se convertía en el Discovery girando al compás del Danubio Azul. Sucedía en 2001, una odisea espacial, una de las grandes películas de náufragos. No debe ser casualidad que en el Concierto de Año Nuevo de Viena se termine (para empezar) con ese vals. Es un giro más a la esfera del reloj. Siempre que lo escucho me dan ganas de lanzar al techo el ratón del ordenador, a ver qué retorno tiene. La música. La música, desde luego, no falla. Si hay que mandar algo al futuro, ¡música, maestro! De hecho, los extraterrestres de Spielberg anteriores a ET, mantenían con François Truffaut un encuentro en la tercera fase gracias a cinco notas musicales. Y así se firmó la paz en el Universo. Con que si escuchan un concierto de Mozart –tan sobrado de notas, según le decía el emperador– no puedo ni imaginar la fiesta interplanetaria. Empecemos, pues, con la música, como parte del surtido que yo grabaría para remitirlo a otros firmamentos, contando con que tengan algo parecido a un cassette o una play list para escucharlo. Yo les grabaría La pasión según San Mateo de Bach y luego unas gimnopedias de Erik Satie, para calmar un poco el subidón. Y el Now and Then, de Los Beatles, porque abarca el entonces y el ahora. Y luego ya, pensando en otros artículos, El hombre tranquilo, precisamente y Los muertos de John Huston. Y Plácido, para que escuchen lo que decía el villancico final: que en esta tierra ya no hay caridad, que nunca la habido ni nunca la habrá. Eso también nos retrata. Véase el mundo. Y para que lean al calor de algún motor, en medio de la gélida noche cósmica, Moby Dick y el Quijote, y los cuentos de Borges. Y a Antonio Machado, que contiene la esencia de lo humano. Y para que vean como éramos capaces de pintar la inmensidad del espacio en una habitación, La meninas. Y comida: unos tapers con unos champis, unas chuletillas, unas croquetas, un pato laqueado, un helado de sombra de higuera y unas patatas a la importancia de las que hacía mi madre. Ya sé que todo esto viaja mal, pero si nos vemos tarifando por lo que sea a otro planeta, que cuando llegue pueda decir, como el poeta: «mi caaaaasa». Vamos, que mucho me temo que los extraterrestres también seamos nosotros.

QOSHE - Extraterrestres - Bernardo Sánchez Salas
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Extraterrestres

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12.01.2024

ET ha vuelto a la cesta, tras ausentarse hace más de cuarenta años. Se fue de aquí tras un Halloween y ha regresado para la San Silvestre. En el tiempo que allá por los ochenta (ya otro planeta, visto ahora) estuvo entre nosotros, tuvo tiempo de ver en la televisión El hombre tranquilo y de asustarse con la secuencia de la puerta, el viento y el beso. El cine. Somos la civilización del cine. Él mismo era un ser tranquilo, de lo más tranquilo de cualquier galaxia. TVE puso la semana pasada la película de John Ford y ésta ET. Los que despedimos a la creatura en 1982, tuvieran diez años o tuviéramos veinte, ya sabemos a estas alturas, quien más quien menos, lo que es marcharse de la casa familiar y de la infancia, o la orfandad, o sentirse un alienígena, o sentirse perdido o las películas de John Ford. O pedalear hasta la luna. O, en general, despedirse de los mundos que vamos habitando. Ha coincidido la visita por navidad de este entrañable marciano con una iniciativa, a la inversa,........

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