Hace cincuenta años yo tenía doce y vivía a quinientos kilómetros de mi casa. Las llamadas telefónicas en el internado (Universidad Laboral de Cheste, Valencia), eran escasas. Te llamaban por la megafonía de la residencia, bajabas a una especie de despacho y allí estaba el único teléfono del colegio. Y desde allí hablabas con tu familia. No era frecuente. Todavía era conferencia. El día 20 de diciembre de 1973, mis padres me pusieron una conferencia. Se les notaba muy preocupados. No hacían más que preguntarme si estaba bien, si había habido algún problema en el colegio, si hacíamos vida normal. Yo no sabía que en Madrid habían matado a un señor muy importante del gobierno que se llamaba Luis Carrero Blanco. Ni siquiera lo conocía; y a Franco poco también, por los discursos de Navidad. También, por cierto, me tocaría allí la muerte de Franco –cuántas cosas me pillaron tan lejos de casa–. Recuerdo que la preocupación, la incertidumbre de aquella llamada y de aquellos días fue superior a la de la muerte de Franco, en la cama; no cómo Carrero. Mi primera noticia de la existencia de Carrero Blanco fue paradójicamente la de su muerte. Y en esas circunstancias, tan terribles y a la vez espectaculares. En la televisión del Colegio, ya aquel mismo día del asesinato, el niño veía el coche encaramado, como una gárgola extraña, y un boquete en el suelo. Todo en blanco y negro. Se me ha removido la escena esta semana viendo la primera entrega de la serie Matar al presidente(Movistar). Ya muchos años más tarde, vi en el cine Operación Ogro (1978), claro. La secuencia mítica del atentado era una reconstrucción en maqueta del director artístico Emilio Ruiz del Río (1923-2007). Muchas veces la secuencia se ha pasado por la televisión y me consta que son muchas las personas que pensaban que se trataba de imágenes documentales, no de efectos especiales. El maestro, antes de reconstruir a escala el 104 de Claudio Coello había pasado por exteriores e interiores desde Espartaco a 55 días en Pekín pasando por Doctor Zhivago o Lawrence de Arabia. Era un genio creando horizontes y edificaciones sobre cristal. Allí lució su arte a un tamaño de superproducción, en ficciones del imperio romano, el antiguo Egipto o la Segunda Guerra Mundial, todo ello levantado sobre solar español. Sin embargo, su trabajo más recordado, el que más representa la calidad de su dirección artística a la vez que nos hace reflexionar sobre la cualidad de miniatura de la historia y tiempos que el cine nos proporciona, de la maqueta, en fin, de los acontecimientos, es la sección de la calle Claudio Coello donde explotó la bomba contra Carrero Blanco. Un trabajo que, además,… se conserva. Y esto es muy impresionante. Por razones de trabajo me encontraba hace unas semanas en Madrid, en la Filmoteca Española, Palacio Marqués de Perales, Calle Magdalena. Y una persona de la casa me preguntó que si había vista alguna vez la maqueta de Operación Ogro. Le dije que no, que no sabía que se conservara. Me bajó a un pequeño almacén-museo de la Filmo y allí estaba: Claudio Coello, 104. De Emilio Ruiz del Río. Me dio mucho respeto y me asomé medio cuerpo tímidamente. Te entra, además, una especie de complejo de Gozdilla. Me impresionaron mucho los detalles: el agujero en la carretera con los cables para la detonación, el coche en miniatura de Carrero, que era el que se volaba en la película, y otros coches, de juguete, parados en las aceras. Y los pisos y balcones, con todo detalle, ya digo, y la cornisa mellada. Los minutos que estuve en el interior de ese espacio artificial me produjeron un efecto de cápsula temporal. Era como si la maqueta se me hiciera verdaderamente documental. Sí, eso es. Como si realmente todo hubiera sucedido en ese hueco. De hecho, por la tarde, al salir de la Filmo me dirigía al hotel que me habían asignado y, aún pensativo por la maqueta, llegué hasta él y resulta que estaba a pocos metros del 104 de Claudio Coello. Nunca había pasado yo por allí. Aunque sí “había estado”, hacía un rato. Si hubiera sido posible les hubiera puesto una conferencia a mis padres.

QOSHE - La maqueta de la historia - Bernardo Sánchez Salas
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La maqueta de la historia

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12.01.2024

Hace cincuenta años yo tenía doce y vivía a quinientos kilómetros de mi casa. Las llamadas telefónicas en el internado (Universidad Laboral de Cheste, Valencia), eran escasas. Te llamaban por la megafonía de la residencia, bajabas a una especie de despacho y allí estaba el único teléfono del colegio. Y desde allí hablabas con tu familia. No era frecuente. Todavía era conferencia. El día 20 de diciembre de 1973, mis padres me pusieron una conferencia. Se les notaba muy preocupados. No hacían más que preguntarme si estaba bien, si había habido algún problema en el colegio, si hacíamos vida normal. Yo no sabía que en Madrid habían matado a un señor muy importante del gobierno que se llamaba Luis Carrero Blanco. Ni siquiera lo conocía; y a Franco poco también, por los discursos de Navidad. También, por cierto, me tocaría allí la muerte de Franco –cuántas cosas me pillaron tan lejos de casa–. Recuerdo que la preocupación, la incertidumbre de aquella llamada y de aquellos días fue superior a la de la muerte de Franco,........

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