Según la narrativa promovida por el Ministerio de Cultura la espada del Libertador fue “recuperada” por un comando del M-19 el 17 de enero de 1974. Esta acción, por estos días rememorada en varios museos del país, sirve, como lo han expuesto las voces oficiales, para “reflexionar sobre la necesidad de seguir construyendo una cultura de paz en el país”.

Ya que están en este ejercicio orwelliano de reescritura de la historia le sugeriría al ministro Juan David Correa para su próximo discurso que no deje el esfuerzo incompleto. A continuación, le propongo algunas ideas:

“Poco después de la recuperación de la espada, otro comando de la misma organización suspendió a José Rafael Mercado, el presidente de la Confederación de Trabajadores de Colombia, por traicionar a la clase trabajadora. Hay que decir que fue un ajusticiamiento democrático porque en las semanas previas al suceso el M-19 realizó, anticipándose a los realities televisivos, una consulta pública a través de panfletos y afiches invitando a la ciudadanía a que votaran si se procedía o no con el acto. La favorabilidad del público al parecer no estuvo del lado del dirigente sindical, lo que resultó en un desafortunado desenlace: su cadáver tuvo que ser depositado en la glorieta del Salitre con calle 63 en una bolsa de poliuretano.

Un destino igualmente desafortunado tuvieron algunos de los 557 retenidos por la organización entre 1970 y 1989. Su falta de compromiso con la causa de la democracia y la paz produjo una suspensión temprana de su existencia. Hoy descansan en algún lugar de las montañas de Colombia. Como los niños Álvarez, tres hermanos de 7, 6 y 5 años que fueron encontrados en Gachalá en 1981 metidos en un costal. Otros, en cambio, se han reincorporado productivamente a la sociedad. Como la joven Camila Michelsen retenida en su aula de clase y quien acompañó a la organización durante 643 días internada en una casa del pueblo con la cómoda extensión de seis metros cuadrados.

En los años ochenta el esfuerzo del M-19 por lograr la paz y la concordia nacional se redobló. Calarcá, Manizales, Belén de los Andaquíes, San Vicente del Caguán, San José de la Fragua, Puerto Umbría, La Tebaida, Puerto Solano, Las Mesas y Florencia fueron solo algunos de los lugares en los cuales la organización desplegó su gestión pacificadora. La cual, sorprendentemente, no siempre fue bien recibida en los cuarteles de policía y en las sucursales bancarias. Esto resultó en la neutralización permanente de decenas de policías, soldados y vigilantes privados. En Génova, por ejemplo, fueron 13, en Yumbo 7, en Mocoa 8, y así, poco a poco fueron sumando.

Algo diferente ocurrió con el cuerpo diplomático, que se reunió en una celebración en la embajada de la República Dominicana en 1979 que acabó durando 62 días. De allí el comando del M-19 se dirigió a Cuba con los huéspedes y con viáticos por tres millones de dólares cortesía del gobierno colombiano. El regreso al país fue un tanto accidentado. Se hundió en el Pacífico un buque que traía las herramientas de paz y el comodato obligatorio de un avión de la empresa Aeropesca resultó en su acuatizaje forzado en el rio Orteguaza.

La planeación metódica y la ejecución impecable siempre han sido características del eme, lo cual es evidente ahora que muchos de sus exmiembros ocupan altos cargos en el gobierno.

La traición del presidente Betancur a la tregua hizo necesario su juzgamiento. En 1986 se tomaron prestadas las instalaciones del Palacio de Justicia en Bogotá para el propósito, pero fallas en la comunicación hicieron que las autoridades inexplicablemente se opusieran al procedimiento. Los socios estratégicos de la organización –unos empresarios de libertades individuales de Medellín– solicitaron la depuración de algunos expedientes para agilizar la descongestión judicial. Esta labor se llevó a cabo tal vez con demasiada diligencia, lo que resultó en el incendio del edificio. Si bien el juicio al presidente no se pudo realizar por problemas logísticos, si se han juzgado a los militares que sabotearon el evento. Hay también unas 101 familias, entre ellas las de once magistrados, que recibieron su pensión anticipada.

La contribución del M-19 a la cultura de la paz ha sido larga y duradera. Sin la recuperación de la espada del Libertador, el ajusticiamiento de líderes sindicales, la neutralización de policías y soldados, la remodelación del Palacio de Justicia, la retención de cientos de personas y las contribuciones financieras de miles no estaríamos en estos momentos recorriendo el prometedor camino del cambio”.

* * *

Petro ha planteado un acuerdo nacional basado en la “verdad”. Sin embargo, ya vamos viendo que la “verdad” que el presidente promueve es una grotesca caricatura del pasado.

El M-19 no fue, como lo propuso en un trino reciente, “un grupo de jóvenes armados tratando de construir una democracia en un país bajo oligarquía y permanente Estado de Sitio”. Fue un grupo terrorista que industrializó el secuestro y asesinó a centenares de personas. Fueron nuestra banda Baader-Meinhof o nuestras Brigadas Rojas, grupúsculos de jóvenes de clase media urbana radicalizados por el espíritu de los tiempos.

Estos buenos muchachos causaron zozobra durante la segunda parte de los años setenta y buena parte de los ochenta con sus asaltos y tomas violentas de poblaciones. En sus estertores no se diferenciaban mucho de los otros grupos guerrilleros con los cuales estaban asociados.

Yo mismo fui testigo de las decenas niños y niñas indígenas reclutados en el sur del Cauca, a tiro de pichón de los cerros de Tacueyó donde unos años antes el hermano de Carlos Pizarro en una purga polpotiana había exterminado a 164 militantes de su facción insurgente porque se le había metido en la cabeza que eran infiltrados de la CIA.

En ese entonces estábamos en medio de los diálogos de paz que llevarían a la desmovilización de la organización. Por razones del destino, acabé en una asamblea de simpatizantes en la pequeña zona de concentración designada por el gobierno para estos propósitos. Allí estaba el actual presidente de Colombia con un revolver 38 en el cinto. Parecía bastante insatisfecho con los devenires de la reunión. Según sus compañeros había sido uno de los más escépticos con la eventual desmovilización.

Me tocó el turno de hablar en la sesión de intervenciones de los invitados e increpé a Pizarro por el secuestro de Camila Michelsen, hasta ese momento el más largo sufrido por una mujer. El recinto se silenció. La respuesta del comandante fue una cómoda evasiva. Con la paz venidera todas esas cosas desagradables que pasaron se podrían olvidar, fue más o menos su respuesta.

Y se olvidaron. Nunca hubo una comisión de la verdad que nos permitiera conocer los crímenes del M-19.

Ahora, en la cúspide del poder, hacen todo lo posible por reinventarse la historia. Al visitante incauto que asiste a la exhibición organizada en el Museo Nacional para celebrar el robo de la espada (dos mesas improvisadas y una narrativa nauseabundamente edulcorada) puede que se le engañe. A las víctimas del M-19, en cambio, se les debe estar rompiendo de nuevo el corazón.

QOSHE - La espada recuperada - Luis Guillermo Vélez Cabrera
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La espada recuperada

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27.01.2024

Según la narrativa promovida por el Ministerio de Cultura la espada del Libertador fue “recuperada” por un comando del M-19 el 17 de enero de 1974. Esta acción, por estos días rememorada en varios museos del país, sirve, como lo han expuesto las voces oficiales, para “reflexionar sobre la necesidad de seguir construyendo una cultura de paz en el país”.

Ya que están en este ejercicio orwelliano de reescritura de la historia le sugeriría al ministro Juan David Correa para su próximo discurso que no deje el esfuerzo incompleto. A continuación, le propongo algunas ideas:

“Poco después de la recuperación de la espada, otro comando de la misma organización suspendió a José Rafael Mercado, el presidente de la Confederación de Trabajadores de Colombia, por traicionar a la clase trabajadora. Hay que decir que fue un ajusticiamiento democrático porque en las semanas previas al suceso el M-19 realizó, anticipándose a los realities televisivos, una consulta pública a través de panfletos y afiches invitando a la ciudadanía a que votaran si se procedía o no con el acto. La favorabilidad del público al parecer no estuvo del lado del dirigente sindical, lo que resultó en un desafortunado desenlace: su cadáver tuvo que ser depositado en la glorieta del Salitre con calle 63 en una bolsa de poliuretano.

Un destino igualmente desafortunado tuvieron algunos de los 557 retenidos por la organización entre 1970 y 1989. Su falta de compromiso con la causa de la democracia y la paz produjo una suspensión temprana de su existencia. Hoy descansan en algún lugar de las montañas de Colombia. Como los niños Álvarez, tres hermanos de 7, 6 y 5 años que fueron encontrados en Gachalá en 1981 metidos en un costal. Otros, en cambio, se han reincorporado productivamente a la sociedad. Como la joven Camila Michelsen retenida en........

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