La misma semana en que Petro le dio un premio al Liceo Francés, fue despedida la ministra de educación de Francia. ¿Qué hizo ella? Tiene matriculados a sus hijos en un colegio privado y se refirió despectivamente a la educación pública. Contrasta esto con Colombia, donde se considera normal que la educación pública sea de calidad inferior a la privada.

Antes de entrar en materia, debo comenzar por aclarar que respeto mucho al Liceo Francés, y celebro que se le homenajee con la Gran Cruz de Plata por sus noventa años de actividades.

Conozco bien ese colegio. Considero que su principal virtud es que fomenta el espíritu crítico de sus alumnos. Los estudiantes del Liceo Francés Louis Pasteur no tragan entero. Cuestionan, someten a juicio, deliberan, contrastan con teorías o datos. Todo este arsenal de dudas metódicas permite tomar una mejor decisión, elaborar mejor un argumento, tener un objetivo más claro. En suma, pensar mejor.

Por supuesto, los alumnos del Liceo Francés de Bogotá son privilegiados. Pagan mucho dinero para poder estar ahí (alrededor de 3,5 millones de pesos mensuales), para aprender a pensar críticamente, para aprender otra lengua, para tener buenos laboratorios de ciencias, para tener buenas salas de deporte, para poder hacer actividades extracurriculares.

Los alumnos del Liceo Francés pertenecen a círculos económicos favorecidos (como muchos otros alumnos de colegios privados bilingües, los famosos colegios de la Uncoli). Poseen un capital cultural elevado, hay bibliotecas y discos en sus casas, acceso a bienes de la cultura, viajes por Colombia o hacia otros países. Poseen también un capital social importante: son hijos de, o primos de, o amigos de. Todo esto les abre de par en par las puertas de la educación superior y condiciona sus perspectivas profesionales.

Es evidente que un alumno de un colegio con estas características arranca su vida adulta con un diferencial muy grande con respecto a un alumno de un colegio público promedio de Bogotá, y esto pese al gran esfuerzo que ha hecho la capital en mejorar la cobertura y calidad de la educación.

Ahora, lo verdaderamente preocupante es que esta situación es naturalizada en Colombia. Se considera normal que un hijo de la clase más pudiente tenga una mejor educación que un hijo del pueblo. De hecho, la mayoría de las “soluciones” que se le ocurren a un buen sector de la clase dirigente de este país, que en muchos casos proviene de estos colegios para niños con privilegios, consiste en darles colegios públicos en concesión a colegios privados. En general bien intencionado, este sistema es, sin embargo, ineficaz, incompleto, además de que se puede traducir en una forma de recortar costos de personal (menos maestros, o contratos más flexibles e inseguros para ellos).

Este, que es el enfoque dominante en un amplio sector de la clase dirigente, considera que la escuela pública es mala per se. Considera que lo público es sinónimo de mediocridad o corrupción (¡como si no hubiera mediocridad y corrupción en los colegios privados!).

Por esa razón, se admite, sin más, que el problema son los colegios públicos y sus maestros. En realidad, lo que falta un enfoque humanista y de justicia social para abordar sobre bases más sanas este debate.

En contraste, quiero mencionar lo que sucedió en Francia recientemente. Es sabido que Macron nombró a un nuevo primer ministro, Attal; éste rehízo el gabinete. Pues bien: nombró como ministra de educación a una mujer, Amélie Oudéa-Castéra, que no duró un mes.

Ella no se hubiera hecho famosa (en el mal sentido de la palabra) si no tuviera dos pecados: el primero, haber escolarizado a sus hijos en un colegio privado, el colegio Stanislas*, sobre el que existían ya investigaciones de prensa por su sectarismo, sexismo y homofobia.

Pero por encima de eso, lo que indignó a los franceses es que su ministra de educación haya tenido frases ofensivas para con la educación pública. Interrogada sobre por qué los había escolarizado en un colegio privado, dijo ella que si sus hijos estaban en el colegio privado católico Stanislas, era para evitar que faltaran a clases (por el supuesto ausentismo de los profesores). Estas declaraciones fueron consideradas insultantes: fueron vistas millones de veces por los franceses. Toda la prensa las comentó, los sindicatos pidieron explicaciones, los docentes se pronunciaron. Hablar con desdén de la escuela pública no es admisible para un ministro, y menos para la ministra de educación.

Posteriormente se demostró que ella dijo mentiras, pues su hijo estuvo apenas seis meses en la escuela pública, y su profesora nunca se había ausentado. La ministra, en realidad, desplegaba prejuicios y estigmatizaba a la educación pública. No duró un mes, pero la prensa tuvo tiempo para demostrar que era ella quien debía dar explicaciones: había tenido manejos irregulares en puestos anteriores, gozaba de privilegios desde siempre y ejerció presiones ilegales en lo que se refiere a la orientación universitaria de su hijo.

La ministra salió, y Macron y su gabinete quedaron como una casta desconectada de la vida real de los franceses. La educación pública sigue siendo un valor central de la República, no se le ataca impunemente y con falsedades.

En Colombia, la discusión sobre la educación pública es muy precaria. Precarios son también los fondos, presupuesto y atención dedicados al que debería ser el primer rubro de las políticas públicas. Pero dejemos esta discusión para otra columna. Hoy, simplemente, meditemos: ¿Vamos a seguir considerando que es normal que la escuela pública sea el mecanismo que asegure la reproducción de la desigualdad?

* En el colegio Stanislas, la matrícula completa asciende a 2 mil euros anuales, un costo inferior a los colegios privados bilingües de la Uncoli, que rondan los 9 000 mil euros anuales.

QOSHE - Educación para las élites y educación pública - Olga L. González
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Educación para las élites y educación pública

15 0
17.02.2024

La misma semana en que Petro le dio un premio al Liceo Francés, fue despedida la ministra de educación de Francia. ¿Qué hizo ella? Tiene matriculados a sus hijos en un colegio privado y se refirió despectivamente a la educación pública. Contrasta esto con Colombia, donde se considera normal que la educación pública sea de calidad inferior a la privada.

Antes de entrar en materia, debo comenzar por aclarar que respeto mucho al Liceo Francés, y celebro que se le homenajee con la Gran Cruz de Plata por sus noventa años de actividades.

Conozco bien ese colegio. Considero que su principal virtud es que fomenta el espíritu crítico de sus alumnos. Los estudiantes del Liceo Francés Louis Pasteur no tragan entero. Cuestionan, someten a juicio, deliberan, contrastan con teorías o datos. Todo este arsenal de dudas metódicas permite tomar una mejor decisión, elaborar mejor un argumento, tener un objetivo más claro. En suma, pensar mejor.

Por supuesto, los alumnos del Liceo Francés de Bogotá son privilegiados. Pagan mucho dinero para poder estar ahí (alrededor de 3,5 millones de pesos mensuales), para aprender a pensar críticamente, para aprender otra lengua, para tener buenos laboratorios de ciencias, para tener buenas salas de deporte, para poder hacer actividades extracurriculares.

Los alumnos del Liceo Francés pertenecen a círculos económicos favorecidos (como muchos otros alumnos de colegios privados bilingües, los famosos colegios de la Uncoli). Poseen un........

© La Silla Vacía


Get it on Google Play