Los ciudadanos colombianos asistimos esta semana a un episodio más de la pobre vida política colombiana. Los affaires del canciller, del “golpe de estado blando”, de Benedetti, el retiro del director del Departamento Nacional de Planeación habrían bastado para comentarios fuertes. Pero tenía que haber algo más grave aún: el enfrentamiento entre el ejecutivo y la Corte Suprema de Justicia.

Todo esto, que constituye el día a día de la picaresca de la política criolla, aburre profundamente a muchos ciudadanos. Poco positivo queda de ello y, en cambio, aumenta la sensación de hastío con formas de gobierno y de oposición que caracterizan a una clase política sin ideales ni imaginación, y untada de mafias.

En efecto, la primera semana de febrero llegó con su lote de picaresca, pero sin la picante promesa del cambio. Sentimos hastío por la cosa política, bostezamos cuando pensamos que faltan muchos meses de lo mismo. Hagamos sin embargo un esfuerzo, recapitulemos los hechos:

Este fue el ambiente en el que se dieron los hechos del 8 de febrero: una marcha convocada por el presidente para ejercer presión sobre la Corte Suprema en su elección de fiscal generó reacciones de acoso y hostilidad hacia los magistrados, actos que no son tolerables, que generaron repudio, que dieron lugar a un comunicado de la Corte Suprema de Justicia y que entorpecerán aún más la elección del fiscal, algo que interesa particularmente al presidente.

La elección de este funcionario, uno de los cargos más importantes del país, tiene unas especificidades institucionales: el proceso mismo de selección es un híbrido insatisfactorio entre la Corte Suprema y el presidente, como lo explica Camilo Cruz. Se deriva de este mecanismo institucional insatisfactorio el hecho de que los presidentes buscan tener a un “fiscal de bolsillo” (ha sido el caso de varios presidentes anteriores). Esta vez, por suerte, la terna presentada por Petro está compuesta por tres mujeres de altas calidades que son vistas como independientes.

Lo cierto es que Gustavo Petro, investigado por extralimitarse en los gastos de su campaña electoral, y con un hijo investigado por recibir dineros de la mafia y por corrupción, quiere evitar complicaciones con la actual Fiscalía, con la que tiene viejos diferendos. Martha Mancera, la anterior vice fiscal y hoy encargada de la Fiscalía, y quien tiene cuestionamientos por nexos con mafias, es vista como una “enemiga” de Petro.

Todos estos cálculos y animosidades cristalizan por estos días en Colombia. Esta vez, la Corte Suprema de Justicia, que suele demorarse en elegir al fiscal, fue involucrada en ello. Es difícil conocer, a ciencia cierta, lo que se mueve por debajo de la puja entre la Corte y el presidente, pues las instituciones colombianas están —por desgracia— atravesadas por intereses ocultos.

Ahora bien, pese a que existen elementos que no conocemos, el 8 de febrero, de forma inaceptable, los manifestantes convocados por el presidente y sus funcionarios acorralaron a la Corte Suprema de Justicia.

El acoso a la Corte es un asunto condenable. Fue, además, aprovechado por una senadora de oposición para hacer declaraciones brutistas y violentas.

¿Qué queda de todo esto?

La sensación de una clase política soberbia e ignorante que usa y abusa de su poder, de su capacidad de convocatoria, de las instituciones. Mientras se hacen estos ajustes entre poderosos, mientras eligen fiscal o nombran embajador a un bribón, suceden cosas realmente graves en el mundo y en Colombia. Los ciudadanos estamos hastiados de asistir a este espectáculo. Hoy sólo atinamos a pedir que respeten a los ciudadanos, es decir, a las instituciones. La presidencia, las cortes, la fiscalía, las embajadas, el Congreso son cargos que demandan dignidad, honestidad, altura. El pueblo sigue siendo muy superior a sus dirigentes.

QOSHE - Fatiga política (y es apenas febrero) - Olga L. González
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Fatiga política (y es apenas febrero)

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10.02.2024

Los ciudadanos colombianos asistimos esta semana a un episodio más de la pobre vida política colombiana. Los affaires del canciller, del “golpe de estado blando”, de Benedetti, el retiro del director del Departamento Nacional de Planeación habrían bastado para comentarios fuertes. Pero tenía que haber algo más grave aún: el enfrentamiento entre el ejecutivo y la Corte Suprema de Justicia.

Todo esto, que constituye el día a día de la picaresca de la política criolla, aburre profundamente a muchos ciudadanos. Poco positivo queda de ello y, en cambio, aumenta la sensación de hastío con formas de gobierno y de oposición que caracterizan a una clase política sin ideales ni imaginación, y untada de mafias.

En efecto, la primera semana de febrero llegó con su lote de picaresca, pero sin la picante promesa del cambio. Sentimos hastío por la cosa política, bostezamos cuando pensamos que faltan muchos meses de lo mismo. Hagamos sin embargo un esfuerzo, recapitulemos........

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