Nuestra población tiene dificultades para la comprensión lectora, siéndole difícil seguir instrucciones simples. En el área de la salud, esto tiene un efecto dramático. El predominio de enfermedades crónicas, como diabetes, hipertensión arterial, obesidad, cáncer y depresión obliga a la persona a transformarse en un agente activo de su propio cuidado, ya no ser “paciente”. Empoderar a quienes sufren estas condiciones para que usen los medicamentos prescritos, la actividad física que se les ha propuesto, concurran a los controles del plan de salud, requiere un compromiso cotidiano, a veces heroico.

El seguimiento de estas conductas sanadoras o preventivas requiere la libre decisión de la persona, apoyada por su familia; pero ¿qué ocurre si no comprende lo que debería hacer? Esto es lo habitual, incluso en personas con alto nivel educacional. No entienden cómo seguir. Por ejemplo, identifican los fármacos por la forma y color del comprimido, pero no por el nombre, y la tarea que desde esa información puedan seguir correctamente su tratamiento no figura en la receta médica. Hay hospitales interculturales en varias regiones del país, donde consultan a la salida del policlínico no solo personas que necesitan comprender en su lengua, sino que concurren el resto de los pacientes, que no tiene problema de idioma, para que les expliquen ¿qué me quiso decir la doctora? La tarea de educación acelerada que la población debió asumir por la reciente pandemia es un ejemplo dramático, que hace la diferencia entre vivir o morir. Un estudio revela que junto a la equidad de las vacunas, disminuyó brechas.

¿Cuánta de la diferencia en expectativa de vida entre quienes menos y más tienen se debe en realidad a la diferencia en alfabetización general y de salud? La información disponible es que mucho. Es por ello por lo que la tarea de educar para la salud es una variable olvidada; pero imprescindible para la calidad de vida de la población y su productividad laboral. La educación para la salud debe convertirse en una palanca de equidad, y allí, cualquier reforma requiere dar a la atención primaria un rol fundamental.

La última encuesta Casen, que mide la pobreza multidimensional, sorprende al demostrar que Chile es un país con menos brechas en la atención de salud comparado con los otros factores analizados, como educación o vivienda. Es un camino de esperanza; pero la tarea sigue siendo gigantesca. Los profesionales de la salud tienen que enseñar en un lenguaje simple y asegurarse que la persona ha entendido. Realizar talleres en la comunidad para el buen uso de medicamentos, alimentos, entendimiento de la enfermedad que afecta a cada cual, ha demostrado progresos sustantivos, medidos objetivamente con escalas validadas.

La Ley de Derechos y Deberes obliga a hacer partícipe a cada persona del cuidado de su salud, proactivamente. En el papel, ya es un deber (informar bien), y un derecho. Sin un esfuerzo muy radical en educación para el propio cuidado, es letra muerta.

Por Jaime Mañalich, médico

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Columna de Jaime Mañalich: El poder a los pacientes

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24.04.2024

Nuestra población tiene dificultades para la comprensión lectora, siéndole difícil seguir instrucciones simples. En el área de la salud, esto tiene un efecto dramático. El predominio de enfermedades crónicas, como diabetes, hipertensión arterial, obesidad, cáncer y depresión obliga a la persona a transformarse en un agente activo de su propio cuidado, ya no ser “paciente”. Empoderar a quienes sufren estas condiciones para que usen los medicamentos prescritos, la actividad física que se les ha propuesto, concurran a los controles del plan de salud, requiere un compromiso cotidiano, a veces heroico.

El seguimiento de estas conductas sanadoras o preventivas requiere la libre decisión de la persona, apoyada por su familia; pero ¿qué ocurre si no comprende lo que debería hacer?........

© La Tercera


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