Ni Apple, ni Amazon, ni Coca-Cola, ni Macy’s podrían contratar a Donald Trump dado su amplio historial judicial, que incluye una agresión sexual. ¿Cómo se explica, pues, que el hombre que alentó incluso el golpe de Estado en el Capitolio en el 2021 pueda ser de nuevo presidente de EE.UU.?

En la terminología política estadounidense hacer un Iowa es arrancar fuerte. Iowa, que formó parte del estado francés de la gran Louisiana, es una palabra india –Ah-hee-oo-ba– que en lengua dakota significa tierra hermosa. Iowa resultó ser una tierra hermosa para el polémico y temido Trump, candidato a la nominación presidencial del Partido Republicano este 2024. En los caucus (asambleas) de este estado, el expresidente destrozó a todos sus oponentes. Tres de ellos, Ron DeSantis, Asa Hutchinson y Vivek Ramaswamy tiraron la toalla. La pasada semana en Nuevo Hampshire, Trump volvió a ganar el segundo asalto de las primarias a su única adversaria, Nikki Haley, exembajadora de EE.UU. en las Naciones Unidas y exgobernadora de Carolina del Sur.

Iowa impulsó a Trump, y en Nuevo Hampshire demostró que existe una fuerte base republicana que le apoya. Lo que vaya a pasar en el supermartes 5 de marzo y en la convención republicana (el 15 de julio en Milwaukee) es una incógnita. Pero la América democrática y el mundo están en vilo porque se temen lo peor.

Tras el Iowa de Trump son muchos los que comienzan a creer que el expresidente alcanzará la nominación de su partido y puede, incluso, ganar las elecciones de noviembre al debilitado presidente Joe Biden. No parece que nadie en el Partido Republicano, el Grand Old Party, pueda frenarlo, por lo que solo queda la esperanza de que sea el Tribunal Supremo quien pare su ascensión. Pero el hecho de que el máximo tribunal esté fuertemente dominado por los ultraconservadores hace pensar que Trump conseguirá su luz verde.

Resulta inverosímil que Trump, instigador verbal de aquel golpe de Estado y protagonista de otras graves acusaciones, esté en el candelero electoral. Pero ahí está. Pisando fuerte, además. Desde Europa solo se vislumbra una explicación, que el problema de EE.UU. no es el polémico expresidente, sino la propia República americana, que, por lo que parece, está gravemente enferma.