La guerra de Ucrania no va bien. En el frente la presión rusa es tan intensa que hace temer una ruptura descontrolada. Las sanciones económicas no han tenido hasta ahora el efecto que se esperaba. El control interno es férreo y no se puede decir en absoluto que Rusia esté aislada internacionalmente.

Putin se siente seguro. Confía en que los republicanos limitarán la implicación de EE.UU. Y que su amigo Trump será presidente y abandonará Europa, proclamando, con razón, que Ucrania es un conflicto regional. También piensa que, por más que la economía de la UE sea mucho más potente que la rusa, Europa, pusilánime, será incapaz de hacerle frente sola. La muerte de Navalni y la orden de busca y captura de la primera ministra de Estonia, un país de la OTAN, son actos tan descarados que se pueden interpretar como un test del compromiso de EE.UU. y del estado de espíritu europeo. Si las reacciones de EE.UU., pero sobre todo de Europa, son tibias, las agresiones futuras están cantadas. No faltan países por agredir.

En los debates europeos y americanos sobre la guerra se señala a menudo un pecado original: en su momento no supimos ayudar a la democratización de Rusia como se debería, no la sentimos parte de nuestro mundo. Comparto este juicio, que será muy relevante el día que recomience un proceso democrático en Rusia. Pero ahora no lo es. Por lo que sea, lo que tenemos ahora es Putin al mando y con ánimo belicoso. Un lugar común de la construcción europea es que progresa por la introducción de medidas federalizantes en momentos de crisis. Son ejemplos el fortalecimiento del BCE a raíz de la crisis financiera o la financiación conjunta por emisión de deuda del Next Generation a raíz de la covid.

La crisis de Ucrania es, de hecho, una doble crisis: la agresión rusa de un país vecino y amigo, contextualizada además en un programa que va mucho más allá de Ucrania, y la sensación de que EE.UU. nos puede estar diciendo que es problema nuestro. En esta doble crisis, responder a la altura de las circunstancias debe significar desarrollar una política de defensa que tenga, como mínimo, la capacidad de detener la agresión rusa. Eso implica:

1) Ucrania necesita armamento en mayor volumen y más potente. Europa debe hacerse responsable. Todo lo que pueda venir de EE.UU. será bienvenido, pero Europa no puede ser reticente.

2) Hay que emprender un proceso de armonización e interoperabilidad de las fuerzas armadas de los diversos países europeos, y la constitución de un mando europeo autónomo de la OTAN y con capacidad operativa.

3) La negociación para las nuevas perspectivas financieras de la UE (que serán efectivas en el 2028) hace falta que dé más volumen fiscal al presupuesto de la Comisión. Tendrá que establecer uno más que simbólico para una política común de defensa.

Von der Leyen y Borrell parecen entender todo eso. Hay que prever, pues, que a las elecciones europeas conservadores y socialdemócratas vayan con posiciones firmes. En estas elecciones Ucrania estará muy presente. Serán determinantes para la actitud europea en los años venideros. Ojalá la firmeza gane con contundencia. Mientras, Ucrania no puede competir ni en armas ni en tropas. Debe poder resistir –ya no hablemos de victoria–. Para Europa es la hora de la verdad: hay que ayudar a Ucrania enviando armas y municiones ya. Si fallamos, quizá dentro de unos meses estaremos debatiendo si tenemos que enviar soldados.

QOSHE - ¿Soldados a Ucrania? - Andreu Mas-Colell
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¿Soldados a Ucrania?

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27.02.2024

La guerra de Ucrania no va bien. En el frente la presión rusa es tan intensa que hace temer una ruptura descontrolada. Las sanciones económicas no han tenido hasta ahora el efecto que se esperaba. El control interno es férreo y no se puede decir en absoluto que Rusia esté aislada internacionalmente.

Putin se siente seguro. Confía en que los republicanos limitarán la implicación de EE.UU. Y que su amigo Trump será presidente y abandonará Europa, proclamando, con razón, que Ucrania es un conflicto regional. También piensa que, por más que la economía de la UE sea mucho más potente que la rusa, Europa, pusilánime, será incapaz de hacerle frente sola. La muerte de Navalni y la orden de busca y captura de la primera ministra de Estonia, un país de la OTAN, son actos tan descarados que se pueden interpretar como un test del compromiso de EE.UU. y del........

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